Nadie puede negarle hoy la centralidad oficialista a Cristina Kirchner ni la centralidad opositora a Mauricio Macri. Ambos coquetean con el 2023 desesperando y/o exasperando a sus respectivos socios políticos. Pero las coincidencias terminan ahí.
Porque mientras CFK ya demostró en el 2019 que es capaz de correrse con tal ganar (el viernes dejó en claro que está dispuesta nuevamente a “hacer lo que tenga que hacer” con tal de evitar que el macrismo vuelva al poder), el ex Presidente no tiene antecedentes de renunciamientos ni públicos ni privados.
Tanto la gestualidad como los actos de Mauricio son de un candidato en campaña. Los ejemplos son múltiples. Desde el cuidado lanzamiento de su segundo libro “Para qué” hasta sus continuos raid mediáticos, pasando por los paseos por lugares recónditos del país a los que no fue ni siquiera en el 2015. “Nadie gasta tanta energía sin un objetivo claro. Y menos Mauricio. Algo dentro de él hay. De mínima un deseo de reivindicación”, describe un dirigente que lo conoce como pocos.
También juega y fuerte las fichas internas. Al acto del radicalismo donde Gerardo Morales y Martín Lousteau homenajearon el triunfo de Alfonsín para -en rigor- plantarse como alternativa de sucesión en la ciudad convalidado por la presencia de Horacio Rodríguez Larreta, Mauricio contraatacó mostrándose al otro día con Gustavo Valdés, el gobernador de Corrientes, y con Rodrigo De Loredo (de la línea Evolución de Córdoba) en el almuerzo con el ex Presidente chileno Sebastián Piñera, y sacándose una selfie con Martín Tetaz en la cena de la Fundación Margarita Barrientos.
El macrismo también incentivó y aplaudió las declaraciones del senador Alfredo Cornejo quien, ni bien le dieron micrófono, salió a desmarcarse rápido de las críticas que Morales había hecho en la cumbre del sábado al gobierno de Macri.
Está claro que Mauricio ha dejado de ser hace rato un outsider de la política para mover los hilos a su antojo con la destreza de un operador profesional. Si bien se formó en la universidad para ser ingeniero civil en su trayectoria política el ex Presidente demostró, hasta ahora, más poder de demolición que de construcción.
“Es un experto en percibir el error ajeno y sobre eso trabaja a destajo. Cada vez que puede le recuerda a Horacio que no es líder y a Patricia que no tiene equipo”, insiste un militante PRO de los que esperan más definiciones en las alturas antes de jugar sus fichas para el año que viene.
Hasta acá los hechos. La gestualidad de Macri como candidato. Pero en el decir Macri no sólo se cuida en público. Lo que más desconcierta es que también se cuida, y por demás, en privado. Hasta ahora no hay nadie que lo haya escuchado decir que va a dar la pelea en el 23.
Al contrario. Hace poco, su hija del medio Gimena reconoció ante un grupo de amigos: “búsquense otro candidato porque papá nos prometió que no va ser”. El mismo reconoció que su familia no quiere. Y en esto Juliana es militante todo terreno. En un almuerzo en Los Abrojos, lugar al que Mauricio deja entrar muy pocos políticos, alguien empezó a planificar una bajada a una provincia del litoral. Juliana lo miró fijo y le dijo: “Viajar sí, acto político de ninguna manera”. Macri no retrucó. Sólo sonrió acatando la orden de la “hechicera”.
La otra que escuchó de su propia boca que no será candidato es Patricia Bullrich. Como buena licenciada en Comunicación, la Presidenta del PRO reiteró la pregunta en más de una ocasión en los últimos tiempos. Pero hace poco se filtró en su entorno la mejor explicación a esta supuesta actitud ambivalente de Macri: “Le dijo que va a jugar con la posibilidad de ser candidato hasta último momento. No porque quiera ser. Sino porque quiere que los jueces lo sigan respetando (sic)”.
Está claro que Mauricio es una realidad pasada presente y futura en la oposición. Tan claro como que tiene tiempo hasta Junio, si no se eliminan o postergan las PASO, para seguir jugando con la expectativa.
Pero así como Juntos por el Cambio se formó como la antítesis a Cristina, también el reacomodamiento interno actual está centrado en el antimacrismo interno. Horacio y Patricia compiten entre sí, pero están igual de cansados de las jugarretas de Mauricio. Claro que Patricia no puede darse el lujo de criticarlo demasiado en público. Sus votos dependen de los de Mauricio.
Los ánimos están más que alterados en el PRO. Amén de la disputa por la candidatura a Presidente está también la sucesión en la ciudad de Buenos Aires. Mauricio no quiere entregarla por nada del mundo. Horacio entiende que para llegar, como hizo Macri, necesita un acuerdo con el radicalismo que, esta vez, saldrá más caro que la anterior. En el 2015 la UCR y la Coalición Cívica se conformaron con competir en la presidencial con fórmula propia casi como una forma testimonial de dejar que Mauricio convalidara en las urnas el liderazgo que ya señalaban las encuestas.
Esta vez nadie quiere ser convidado de piedra. Y tampoco hay un radicalismo tan alineado ni un liderazgo tan predominante en el PRO. Por eso el tejido interno es para orfebres. Siempre y cuando se dejen los egos de lado.
Pero Mauricio no está acostumbrado a ceder y marca su impronta. Obligó a Jorge Macri (que es “empleado y se suponía socio” de Horacio) a sacarse foto con Patricia para anular el coqueteo del Jefe de Gobierno con Lousteau.
El gesto desató tempestades. Se terminó viralizando un video de Patricia en tono destemplado maltratando a Felipe Miguel, el jefe de Gabinete de Horacio, que fue el inicio de una campaña de tinte negro que se sabe donde empieza pero nunca donde termina.
Dicen quienes conocen de estas zancadillas que el vuelto lo tuvo Larreta con un video que se viralizó del dueño de un bar en José C Paz desmintiendo haber sido apretado para que el PRO no pudiera hacer un acto en su local tal como había acusado Horacio en sus redes durante el fin de semana.
Un chiquero de dimensiones que deja de lado con una ceguera desconcertante la percepción de la gente.
Con o sin PASO lo que la oposición no parece entender es que su votante les exige unidad. Hay quienes creen que el votante de la oposición no tolerará siquiera una interna.
Pero hay algo más. Mauricio no sólo es una realidad compitiendo. Es también una realidad si decide no competir. Porque su centralidad va a perpetuarse aún más.
Si hay algo que el votante medio tiene claro es que el año que viene va a querer un presidente que tenga poder. La sombra de Alberto en este caso va a merodear al candidato del PRO que se presente si no le gana a Mauricio en las urnas.
Si el ex Presidente juega a ser prescindente el candidato de la oposición nacerá débil por más que gane la interna. Horacio para emerger necesita ganarle a Mauricio. Sino la sombra de Alberto lo merodeará en toda la campaña.
Y Mauricio, el gran destructor, lo sabe. Y, por ahora, sigue jugando.
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