La situación internacional muestra un trasfondo en función del cual el eje del poder se va trasladando de Occidente a Oriente. La guerra de Ucrania, en realidad un conflicto europeo con proyecciones extrarregionales, confirma este proceso aunque no parezca ocupar el centro de la escena. En síntesis, a fines del siglo XV, con la llegada de los españoles a América y de los portugueses a la India, se inicia la expansión de la Europa Occidental en lo territorial, económico y cultural. Este proceso llega a su punto máximo a finales del siglo XIX y principios del XX. Imperialismo, capitalismo y esclavitud son las herramientas de esta proyección. La declinación se simboliza con la devolución de Hong Kong a China por parte de Gran Bretaña en 1997 y la entrega de la última posesión portuguesa a la India en 1998, al cumplirse el 500 aniversario de la llegada de Vasco da Gama a este país de Asia.
Lo que hoy se denomina Occidente (Europa, Norteamérica y América Latina) representa más de la mitad del PBI mundial, pero sólo un quinto de la población. Desde un punto de vista geopolítico, podría sumarse a este bloque a Australia y Nueva Zelanda en el Indopacífico y Japón y Corea del Sur, firmes aliados de Estados Unidos en la región. Pero ello no altera sustancialmente la relación de fuerzas Occidente-Oriente mencionada anteriormente. La población de estos países en conjunto alcanza a aproximadamente 200 millones de habitantes.
En este contexto la India, mirando el largo plazo, se proyecta como la tercera potencia global. En noviembre de 2022, de acuerdo con las estimaciones de Naciones Unidas, la población de este país, que es de 1.047 millones, superará a la de China. Una gran población era vista en las últimas décadas del siglo XX como una limitación y un perjuicio para el crecimiento y la estabilidad económica. La política china de imponer el “hijo único” es una evidencia de ello. Los países con baja natalidad tenían ventaja sobre los que la tenían alta, en cuanto a incrementar el PBI per cápita y reducir la pobreza y la desigualdad. En el siglo XXI, una gran población y alta natalidad son positivos, porque permiten una estructura poblacional joven con capacidad de financiar a los adultos mayores, que cada vez viven más tiempo. La población mundial, que actualmente es de 7.800 millones de personas, seguirá creciendo hasta 2050, cuando alcance los 10.000 millones, para comenzar a descender a partir de entonces. Una gran población es hoy una oportunidad de un gran mercado. Es posible que para 2050 la de India sea aproximadamente un 25% mayor que la de China, que pese a sus esfuerzos no logra revertir con éxito su política de un solo hijo. En lo económico, el PBI indio ya ha superado al de Francia y lo está haciendo con el Reino Unido, hacia finales de esta década podría ser superior al de Alemania y a fines de la tercera al de Japón. Hacia 2040, China, Estados Unidos e India podrían ser las tres potencias globales más relevantes.
Pero el factor geopolítico juega un rol importante en el fenómeno del rol creciente de la India. Es una potencia nuclear que está desarrollando su poder militar de acuerdo al crecimiento y desarrollo de sus intereses económicos y geopolíticos. La guerra de Ucrania muestra a la India actuando como potencia emergente y rechazando sumarse a las sanciones económicas contra Rusia impuestas por la OTAN y la UE. Pero no se subordina a China. Integra el Grupo QUAD con Estados Unidos, Japón y Australia para discutir los temas del Indopacífico, al mismo tiempo está en el Grupo de Shanghai con Rusia y China como potencia asiática. No tiene conflictos con Beijing en el Mar de China ni se involucra en la cuestión de Taiwán. Cabe señalar que de acuerdo al SIPRI, India tiene el tercer presupuesto militar del mundo, detrás de EEUU y China.
En lo político, India es la democracia más grande del mundo por su electorado. Su padrón de votantes alcanza los 1.000 millones de personas y concurre a votar aproximadamente el 75% de ellos. Hay quienes sostienen que India no es una democracia plena, pero en las calificaciones internacionales de calidad democrática se encuentra en la misma categoría que países latinoamericanos como Brasil, Argentina y Colombia. Pero la democracia india ha logrado manejar con éxito un problema complejo: la minoría musulmana en el país, que supera los 200 millones de habitantes. Más de 1.000 millones de indios practican la religión hinduista, que es politeísta. Pueden existir tensiones, pero India ha logrado manejarlas con éxito en las últimas décadas. El ejemplo y el mandato de Mahatma Gandhi siguen vigentes, pese al nacionalismo del actual presidente Narendra Modi. Además, la colonización inglesa ha dejado una elite con mayor aptitud para el trato con Occidente, a diferencia de lo que sucede con China.
En este marco, la llegada de Rishi Sunak al cargo de Primer Ministro británico puede ser una coincidencia, pero también el reflejo del cambio de la India como actor global. Los medios de comunicación occidentales han dicho que es el primer jefe de gobierno “no blanco” en la historia británica. Esto es así, pero podría ampliarse el concepto. No ha habido jefes de gobierno “no blancos” hasta ahora en Alemania, Francia, Italia, España y Polonia, los países con mayor población de Europa. Desde esta perspectiva, es un hecho británico que se proyecta al conjunto de Europa. La India fue la mayor colonia de Gran Bretaña en el siglo XIX y comienzos del XX. Ahora, un descendiente de inmigrantes indios que llegaron al Reino Unido desde África en 1960, ha sido elegido Primer Ministro por el partido conservador, que defiende con énfasis las tradiciones británicas. Sunak es un experto en finanzas, las ha estudiado en la universidad y ha ocupado la cartera económica en el Gabinete de Boris Johnson.
El hecho confirma la predisposición de la cultura india para lidiar con la economía, las ciencias exactas y la tecnología. Es un firme partidario del Brexit, lo que implica apoyar la alianza con los países anglosajones en materia de seguridad e inteligencia, y volver a poner al Commonwealth como primera referencia para la proyección de la economía británica, desplazando a Europa. Además, Sunak profesa la religión hinduista y es un firme creyente y practicante de la misma. Su esposa proviene de una adinerada familia india y la fortuna del matrimonio Sunak duplica la de la Corona Británica.
En conclusión: la traslación de la hegemonía global de Occidente a Oriente proyecta a India como potencia global; la demografía y la economía juegan a su favor, al tener una gran población apta para el capitalismo y la competencia, pese a que subsista parcialmente el sistema de castas; la India es una democracia y además tiene una élite más apta que la de China para articularse con Occidente; por último, la llegada al poder en el Reino Unido de un descendiente de indios que está casado a su vez con una india y pertenece al partido conservador, quizás esté confirmando este proceso.
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