¿Qué es ser un buen profesor?

Educar es conseguir que el estudiante supere las fronteras que tantas veces le han sido trazadas como destino, por nacimiento, por la familia o por la sociedad

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No caben dudas de que un buen profesor debe tener ciertas características (istock)
No caben dudas de que un buen profesor debe tener ciertas características (istock)

Durante mucho tiempo se buscaron los atributos o las características que definían al buen profesor. Este tema nos lleva a ratificar la consolidación de dos trilogías: por un lado, saber (conocimientos), saber-hacer (capacidades), saber-ser (actitudes) y, por otro, la interrelación entre estudiantes, docentes y contenidos.

Sin embargo, aún hoy seguimos mirando la clase de manera técnica e instrumental y se sigue realzando la figura del docente como única fuente de conocimiento. Y, si bien son fundamentales sus saberes a la hora de dar clases, la interrelación que se establece con ese saber determinado que enseñamos y con los estudiantes es fundamental a la hora de evaluar si cumplimos o no con los objetivos.

No caben dudas de que un buen profesor debe tener ciertas características. Shulman (1993) planteó algunas:

-Conocimiento del contenido: incluye el conocimiento de los saberes de la disciplina y el conocimiento didáctico, donde entra en juego la capacidad del profesor de transformar su conocimiento del contenido en formas que sean pedagógicamente poderosas y se adapten a la diversidad de los alumnos.

-Conocimiento de alumnos y aprendizaje: conocimiento de teorías de aprendizaje, del desarrollo de los alumnos en diferentes áreas, sobre motivación, el trabajo en la diversidad y el tema de género.

-Conocimiento del contexto: refiere a las características de las variables donde se desarrolla el trabajo profesional del profesor; conocimiento de sí mismo, de creencias y disposiciones, de poder reflexionar sobre sí.

También es muy importante el conocimiento práctico del profesor que no se construye aisladamente, sino que el docente es parte de una institución educativa y de una sociedad; se construye desde su experiencia.

Por otro lado, Novoa (2009) plantea dimensiones personales y profesionales en la producción identitaria de los profesores. El conocimiento, es decir, conocer bien aquello que se enseña y, a su vez, qué relación guardan esos saberes con otros saberes al interior de la disciplina científica, y qué cambios históricos ha habido a lo largo de los siglos; la cultura profesional; comprender los sentidos de la institución, integrarse en una profesión, aprender con los compañeros más expertos y el tacto pedagógico, esa capacidad de relación y de comunicación sin la cual no se cumple el acto de educar; y, también, esa serenidad de quien es capaz de ganarse el respeto, conquistando a los alumnos para el trabajo diario. Otra dimensión fundamental es el compromiso social, que incluye los principios, los valores, de la inclusión social y de la diversidad cultural. Educar es conseguir que el estudiante supere las fronteras que tantas veces le han sido trazadas como destino, por nacimiento, por la familia o por la sociedad.

Es por eso que hay que prestar atención constante a la necesidad de cambios en las rutinas de trabajo, personales, colectivas u organizativas. La innovación es un elemento central del propio proceso de formación. Formarse como profesor debe implicar una atención especial a las dimensiones personales de la profesión docente, trabajando esa capacidad de relación y de comunicación que define el tacto pedagógico.

En definitiva, los rasgos más importantes de un buen docente son compartir su pasión y entusiasmo por su materia, explicitando a los alumnos su importancia, usar ejemplos claros y relevantes para ilustrar el tema, indagar sobre las experiencias del estudiante y plantear preguntas claves para señalar los puntos controversiales de un campo o los problemas no resueltos. Es disfrutar la clase mientras se enseña y los estudiantes aprenden.

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