El creciente deterioro del mercado laboral argentino

El elevadísimo número de trabajadores con problemas laborales y las dificultades que encuentran jóvenes y mujeres para acceder al trabajo, nos imponen la obligación de buscar soluciones de fondo, que van incluso más allá de la legislación laboral o de la lucha contra la inflación

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Trabajadores en una empresa argentina (EFE)
Trabajadores en una empresa argentina (EFE)

El informe más reciente del INDEC sobre el mercado de trabajo en la Argentina que recoge información del segundo trimestre de este año (2022) en los principales 31 aglomerados urbanos del país nos habla de una cierta mejora en la situación laboral. En el curso del último año (fin de junio 2021 contra fin de junio 2022) la “Población Económicamente Activa” (PEA), es decir la que tiene trabajo más la que lo busca, creció en 696 mil trabajadores y aquella ocupada, aumentó en un poco más de un millón de trabajadores. Es decir que el mercado de trabajo absorbió el total de la nueva población laboral más 316 mil trabajadores que se supone estaban en paro. A su vez, el nivel de desocupación bajó del 9,6 al 6,9 % de la PEA (o sea en 0,9 millones de trabajadores).

Algo semejante sucedió con la subocupación (es decir quienes trabajan menos de 35 horas semanales) que descendió del 12,4 al 11,1% de la PEA en un año. Cabe señalar, sin embargo, que el ritmo de descenso de la desocupación ha sido menor en los últimos meses: de finales de 2021 a junio de 2022 disminuyó solamente un 0,1%, mientras que la subocupación aumentó en el último trimestre del 10,0 al 11,1%. En la comparación interanual, el total de trabajadores con empleo asalariado se expandió un 3,5% (336,8 mil trabajadores). Este incremento obedece, principalmente, a la expansión del sector privado (4,4% de incremento, que alcanzó a 259,6 mil personas); el crecimiento del sector público fue del 2,4% (79,4 mil empleos más).

Sin embargo, estas mejoras, vinculadas a la recuperación post pandemia, se ven opacadas por varios factores. Uno de ellos es que los trabajadores no registrados en el sistema previsional ya superan los 3,6 millones de personas y pasaron en el último trimestre del 35,9 al 37,8% del total de los asalariados. El segundo, es que la recuperación del nivel de empleo post pandemia ha tenido en buena medida lugar a través de un deterioro de la calidad de los empleos. Mientras la tasa de empleo creció en el último año del 41,5 al 44,6 % (es decir 3,1 puntos porcentuales o p.p.) y los asalariados crecieron 2,7 p.p., esto se debió al mayor crecimiento de aquellos que no tienen cobertura previsional (2,9 p.p.), de los “cuentapropistas” (0,3 p.p.), los trabajadores no calificados (1,1p.p.) y el personal doméstico (0,5 p.p.). Completando este panorama, cabe señalar que ya hay más de 7 millones de trabajadores que enfrentan problemas laborales. Al 6,9% de la PEA desocupada, debemos agregar un 16,3% de trabajadores ocupados que son demandantes de empleo (ya sea por las condiciones del mismo o porque juzgan insuficientes sus salarios), y un 7,7% de trabajadores subocupados que son también demandantes. Estas tres categorías suman 4,014 millones de trabajadores (o sea 30,9% de la PEA). A ellos hay que sumar los 3,6 millones de trabajadores sin cobertura previsional para llegar al total de aquellos que enfrentan problemas laborales. Y debemos tener en cuenta también que el 22,3% de los trabajadores ocupados (es decir unos 2,9 millones) son “cuentapropistas”, una categoría laboral a menudo cargada de incertidumbres. Otra expresión del deterioro de la situación laboral son los desocupados con tiempo de búsqueda superior a los 6 meses, que son el 51,6% de los desocupados, mientras que aquellos que llevan más de 12 meses buscando trabajo son el 40,4% del total, aunque con una clara reducción comparado con fines de 2021, cuando eran 56,3% y 45,7% respectivamente.

A la precariedad laboral (expresada por el número de desocupados y demandantes) se agrega la limitada recuperación del salario real derivada de las elevadas tasas de inflación: durante el periodo febrero 2021 a febrero 2022, es decir en plena recuperación de la economía, la remuneración promedio de los trabajadores registrados creció un 53.7% contra una inflación acumulada del 52.3% para dicho periodo. Y en la primera mitad del año (a junio de 2022), la remuneración promedio de los trabajadores registrados creció un 37,56%, un 1,27% más que la inflación acumulada a ese mismo mes. Esta tímida suba dejó a los trabajadores asalariados una leve ganancia en términos reales después de la recesión del período anterior, que seguramente ha desaparecido en este último trimestre (julio-septiembre) de elevadas tasas de inflación. Otro aspecto importante de este proceso postpandemia, es la reducción constante del número de trabajadores ocupados que cumplen sus funciones desde su vivienda: desde mediados de 2021 el porcentaje disminuyó regularmente trimestre a trimestre, desde el 17,9% al 9,2% de la PEA.

Pequeñas y medianas empresas
Pequeñas y medianas empresas

Con respecto a la evolución del empleo por sectores de actividad, solo la construcción mostró un incremento con respecto a finales de 2021, y este fue de solo el 0,4% del total de actividad. Comercio refleja una caída del 0,1%, la industria manufacturera del 0,3%, y los servicios financieros y empresariales del 0,8%. La administración pública y defensa ha mantenido su peso relativo constante. En el informe del INDEC encontramos también una fuerte diferencia entre la Tasa de Actividad masculina (70,1%) y la femenina (51,7%) y en lo que a la desocupación por género y edad se refiere, se mantiene la marcada discriminación laboral de los jóvenes y las mujeres. El grupo etario de 30 a 64 años registra las tasas más elevadas de empleo, tanto para los varones (88,4%) como para las mujeres (66,9%), mientras que la tasa de desempleo del 6,9% está dividida entre un 7,8% para las mujeres y un 6,1% para los varones. Para las mujeres la tasa de desocupación de la franja 30/64 años fue del 6,1% pero para la franja 14/29 años ascendió al 13,9%. Entre los varones, los valores fueron: 3,8% para los mayores y 12,6% entre los jóvenes.

Yendo ahora a un análisis por regiones de la situación del empleo a mediados de 2022, podemos observar un marcado contraste entre el nivel de actividad de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (53,7% de la población en edad de trabajar) y el resto del país (con una media del 47,9%) o con algunos grandes distritos como el Gran Córdoba (49,3%) o el vecino Gran Buenos Aires, con solo el 47,5%. Esto nos habla de una posibilidad potencial de expansión de la cantidad de trabajadores del conjunto del país (si todas las regiones tuvieran el mismo nivel de PEA que la CABA), de algo más de 800 mil personas. Esta población puede estar fuera del mercado de trabajo ya sea por falta de oportunidades o por decisión propia: porque el bajo salario real y su deterioro más o menos constante no incita a trabajar o porque el costo de ir a trabajar no se compensa con lo bajo de los salarios. La abundancia de planes sociales también puede justificar estos números.

Otro contraste importante lo encontramos al comparar los niveles de desempleo de la Ciudad de Buenos Aires (5,4%) con la de los vecinos distritos del Gran Buenos Aires (8,5) o con los de otros grandes centros urbanos: Gran Córdoba (8,7%), Mar del Plata (8,6), Río IV (7,4), Gran Tucumán (7,2) o Salta (7,0%). En tanto el Gran Rosario y el Gran Mendoza están por debajo de la media nacional con un 4,3% y 5,6% de desocupación. Para una tasa de subocupación a nivel nacional del 11,1% mientras en la CABA es del 5,7% en el Gran Córdoba sube al 17,2% y en el Gran Mendoza al 13,9%. Estos resultados son llamativamente diferentes con los de capitales de provincias con mayores índices de pobreza: Formosa (2,7%), pero también Posadas, (2,6), La Rioja (3,6), Santiago del Estero (1,3), o Río Gallegos (3,0%). Estos datos nos llevan a poner en duda los referidos a empleo y desempleo en algunos distritos. Es un problema que ya hemos considerado en trabajos anteriores y que atribuimos a dos factores: la debilidad de los sistemas locales de recolección de datos en la Encuesta Permanente de Hogares en algunos distritos y al hecho de que en estas estadísticas del INDEC se considere “persona ocupada” a aquellas que “en la semana de referencia (es decir aquella en que se recogieron los datos) han trabajado como mínimo una hora (en una actividad productiva)”. Esta definición probablemente resulte en una subestimación del desempleo real, buena parte del cual es probable que esté incluido en la llamada “subocupación demandante), que hoy llega al 7,7% de la PEA. Finalmente, otro aspecto interesante de señalar es el contraste de la situación entre los centros urbanos de más o menos de medio millón de habitantes. Mientras los primeros presentan tasas de actividad y de desocupación relativamente elevadas (48,5 y 7,3%), los aglomerados más pequeños presentan resultados más bajos: 45,1% para la tasa de actividad y solo 4,6% para la desocupación.

En conclusión, en el conjunto del país la PEA es muy inferior a lo deseable. Esto se debe a falta de empleos y a los bajos incentivos para trabajar. Y la ausencia de empleo, a su vez, está originada en la falta de inversión y de un contexto macroeconómico que facilite la expansión de las actividades productivas. Segundo, el nivel de desocupación está seguramente subdimensionado. Tercero, el predominio de la informalidad y del “cuentapropismo” nos habla claramente de la baja productividad y de la precariedad que caracterizan al mercado laboral. Y el elevadísimo número de trabajadores con problemas laborales y las dificultades que encuentran jóvenes y mujeres para acceder al trabajo, nos imponen la obligación de buscar soluciones de fondo, que van incluso más allá de la legislación laboral o de la lucha contra la inflación. Debemos pensar con urgencia en un país cuya economía renuncie definitivamente al “pobrismo” y al asistencialismo y pueda volver a funcionar sobre bases sanas y racionales.

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