La necesidad de una “Generación del 2023″

Argentina se ha convertido en un país con escasa capacidad de capitalizar errores, ser portador de un innumerable repertorio de crisis de por si no enseña nada

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La Casa Rosada, centro del gobierno argentino (REUTERS/Agustin Marcarian)
La Casa Rosada, centro del gobierno argentino (REUTERS/Agustin Marcarian)

En su libro “La Rebelión de las Naciones”, Francisco de Santibañes explica que gran parte de la decadencia de la República Argentina, se debe a la inexistencia de una elite gobernante, entiéndase esta como una clase dirigente abierta a todos los miembros de la sociedad independientemente sea su origen. Comprometida con la república, influyente y que comprenda cual es el verdadero interés material de la Argentina.

La exitosa Generación del 80 del SXIX, la cual fue posible gracias a los aportes intelectuales de la Generación del 37, comprendió que vencer el desierto, la pobreza y el atraso material representaba el verdadero “interés material” de la República Argentina. El primer censo de 1869 daba cifras elocuentes de los objetivos a vencer, el 78,6% vivía en míseros ranchos y el 77,9% de la población mayor de 6 años era analfabeta. Las ideas para salir de esta situación las expresó Alberdi en su libro “Bases”, que como le explicara a Urquiza “es una obra de acción”, y este conjunto de principios o plan estratégico de acción, entendía que la única forma de trasladar la población y cultura de la ciudad de Buenos Aires al interior más remoto era “por el ferrocarril y el telégrafo eléctrico” que cumplirían el rol que hoy tienen en los países desarrollados, una red vial moderna, la conectividad aerocomercial (low cost) y digital. La libre navegación de los ríos posibilitaría ”prolongar el océano hasta el interior”, es decir llevar a través de las hidrovías el comercio marítimo mundial. Por último, buscar la estabilidad del sistema económico local en el sistema de la política económica exterior mediante “los tratados con el extranjero y libre comercio”, aumentarían las inversiones para sacar a las provincias de su “aislamiento económico y pobreza”.

Si no se tiene la menor noción de los nexos causales que provocan las permanentes crisis, los pasos a tomar nuevamente se encaminaran hacia sucesivas crisis

Julio A. Roca en su discurso de asunción como presidente de la Nación, expreso el vínculo entre estas ideas y la acción política económica. “La profunda revolución económica, social y política que el camino de hierro y el telégrafo operan a medida que penetran en el interior”, siendo ambos elementos “agentes poderosos de la civilización”. Los ferrocarriles debían vincular los intereses materiales de las provincias, “para centuplicar sus fuerzas productoras”. La expansión de nuestras vías férreas pasó de unos 503 km (1865/69) a 33.478 km en el período 1914, superando los 31.453 km de Australia. El producto bruto per cápita de Argentina entre 1875 y 1913 se incrementó un 245% (3,3% anual), es decir, casi tres veces y media. El ingreso per cápita argentino de 1910 era superado en el planeta por tan solo 7 países: Bélgica, Suiza, Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda, Canadá y Estados Unidos.

Lo sucedido en Europa una vez finalizada la Segunda Guerra mundial, es otro caso que marca la importancia de poseer una elite dirigencial en los términos descriptos. El término “milagro económico” se suele utilizar para describir el avasallante crecimiento de Alemania Federal, Francia e Italia, cuya tasa media entre 1950-1960 fue de 7,5 %, y de 5,9%, 5% y 5,6%, respectivamente, entre 1950-1973. No fueron “milagros económicos” sino la comprensión de los efectos virtuosos de anclarse a las instituciones del comercio global. Desde Konrad Adenauer y Ludwig Erhard en Alemania, Jacques Rueff en Francia y Luigi Einaudi en Italia encontramos casos que no solo ejercieron cargos de gobierno en sus respectivos países, también tuvieron un rol “docente” por décadas explicando la superioridad de las ideas del liberalismo sobre las ideas de planificación socialista, las que falazmente sostenían que el motor del progreso reside en un mayor gasto público; que el proteccionismo industrial fomenta el desarrollo; que el comercio exterior puede aumentar vía controles cambiarios, que la emisión monetaria equivale a la generación de ahorro para otorgar créditos; o que los controles de precios combaten la inflación.

El debate político nacional está anclado en un coyunturalismo, esa presunción de que las soluciones y las expectativas de desarrollo de la población pueden tener carácter inmediato con una “justa distribución de la riqueza”

También, los Pactos de la Moncloa, firmados en España en 1977 por representantes de todos los partidos políticos que tenían representación parlamentaria, siguieron la misma idea económica. Los equipos técnicos liderados por Enrique Fuentes Quintana, mano derecha de Adolfo Suárez expresaban la necesidad de limitar el gasto público y la emisión monetaria. En 1977 en España, las exportaciones no llegan a cubrir ni el 50% de las importaciones, la deuda exterior era tres veces superior al total de reservas del Banco de España, la inflación rozaba el 44% y la enorme mayoría de desempleados no cobraba subsidio de desempleo. Este perfil reformista “ortodoxo” fue continuado por Miguel Boyer, ex ministro de economía del socialista Felipe Gonzálezel déficit, el gran error tradicional de la izquierda, es un buen camino para soñar, pero no es lo mejor para el crecimiento económico a largo plazo; no es una receta progresista”. Dejar atrás una economía subdesarrollada, mantener una férrea disciplina fiscal, monetaria e impositiva, ganar credibilidad ante la Unión Europea era un objetivo compartido. Estos detalles suelen ser ignorados cuando el oficialismo actual, cita este pacto como modelo de gran acuerdo nacional”.

En contraste, la ausencia en Argentina de una elite dirigencial fue nociva. En 1960 surgía como condición ineludible la modernización de la economía, ya que la Argentina con baja tasa de crecimiento del ingreso per cápita tardaría casi medio siglo en alcanzar la tasa de ingreso de los países centrales europeos. Gran parte de la clase dirigente adhería a las ideas que en Europa se buscaban dejar de lado, rechazaban el comercio global y entendían que la Argentina debía llevar: “una política internacional independiente, orientada a terminar con el colonialismo, combatir el imperialismo, promover la integración latinoamericana para enfrentar a los grandes centros de decisión internacional”, definición plasmada en el documento interpartidario titulado “La hora de los pueblos” de 1970.

En pocos años la Argentina se convirtió en una economía muy cerrada al comercio mundial, el arancel promedio de Argentina en la década del 60 era del 131% en comparación con el arancel del 13% de la Comunidad Económica Europea. La participación de las exportaciones Argentina sobre el total de las mundiales languideció fuertemente: en 1950 representaban un 2,26%; en 1973, un 0,64%; y en 1990 quedaron relegados a valores cercanos a los actuales, un 0,4 por ciento. Entre 1950-2016 la Argentina, fue el segundo país del mundo, después del Congo que más tiempo ha pasado en recesión.

En grandes líneas, la clase dirigencial actual, adhiere a las ideas del declive mencionado, lo que muestra que la Argentina, se ha convertido en un país con escasa capacidad de capitalizar errores, ser portador de un innumerable repertorio de crisis de por si no enseña nada.

La relación que debería desarrollarse entre profesionales de diferentes disciplinas y los dirigentes políticos, sobre todo lo que tendrán responsabilidades de gobierno en el 2023

El punto es que si no se tiene la menor noción de los nexos causales que provocan las permanentes crisis, los pasos a tomar nuevamente se encaminaran hacia sucesivas crisis. Hoy el estado de situación nos marca que la Argentina, detenta una pobreza superior al 40,2% y una indigencia del 10%, necesita de un aluvión de inversiones para bajar estos índices, pero así como la dirigencia argentina de hace 100 años se obsesionaba con el comercio, la inversión y la educación, hoy buena parte reduce sus propuestas a realizar una mega distribución vía el estado para crear empleo público capitalizable electoralmente, aumentar más la presión tributaria, subsidios a tarifas para contener votos en el AMBA, crear ministerios para contener a las minorías o la búsqueda de acuerdos para asegurarse mandatos indefinidos, etc.

El debate político nacional está anclado en un coyunturalismo, esa presunción de que las soluciones y las expectativas de desarrollo de la población pueden tener carácter inmediato con una “justa distribución de la riqueza”. La relación que debería desarrollarse entre profesionales de diferentes disciplinas y los dirigentes políticos, sobre todo lo que tendrán responsabilidades de gobierno en el 2023, será crucial a la hora de adoptar decisiones en un contexto de incertidumbre y contra reloj. Evitar que posibles entusiasmos iniciales, por presión política, lleven a aflojar la disciplina fiscal y monetaria necesaria para un fuerte programa de reformas, el cual deberá ser aplicado desde el primer momento, persuasión sobre que el éxito es de largo plazo, en todos los actores políticos con representación parlamentaria. La Republica Argentina clama por su Generación del 2023.

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