Desde la representación de los trabajadores y trabajadoras en el sector del petróleo, del gas y de los biocombustibles, estamos en pleno conocimiento de que debemos cuidar el mundo en donde vivimos, con un ojo en el presente como con uno en el futuro.
Debemos estar satisfechos al ver cómo la concientización sobre las peligrosas consecuencias de la desmedida contaminación ambiental se ha plasmado en los marcos regulatorios correspondientes para evitar que las empresas sólo se interesen en sus ganancias sin tener en cuenta la sustentabilidad de la producción.
En ese sentido, la transición energética atraviesa, de forma transversal, el cuidado del medio ambiente, pero también debe garantizar que cada compañero y compañera preserve su fuente de trabajo tanto en el corto como en el largo plazo.
Ha sido esta transición la que nos permitió avanzar desde las minas de carbón tan populares del siglo XIX, a los métodos de extracción de petróleo y gas que disminuyeron no solo los riesgos de contaminación, sino también los incontables riesgos de accidentes laborales que ha tenido que pasar el movimiento obrero.
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Coincidimos con las organizaciones ambientalistas que los modelos actuales de desarrollo hidrocarburífero deben avanzar hacia modelos más sustentables. Sin embargo, necesitamos un cuidadoso análisis de las alternativas sin desechar los métodos presentes, que son el motor económico de las naciones, mucho menos en Argentina, donde el potencial de nuestro suelo es la fuente de riquezas a la que toda la política argentina debería prestar atención.
Las transiciones necesitan armonía y diálogo constante de todos los sectores involucrados, pero por sobre todas las cosas, necesita sobrevivir en el mientras tanto, un período que puede tranquilamente durar varias décadas. Es por eso que en materia de hidrocarburos no podemos anular el presente para cuidar el futuro. Un planteamiento de tales características sólo garantiza arruinar el futuro.
Actualmente tenemos proyectos gigantescos que demandan tiempo y recursos. Estamos en camino de poner en práctica la promesa de Vaca Muerta, que entre sus buenos índices de producción que se publican casi diariamente, también se ha demostrado que su performance no es suficiente para cubrir la demanda energética tanto a nivel local como internacional.
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La otra gran promesa es la explotación offshore en la cuenca norte. Los avances en la infraestructura de los gasoductos orientada a fortalecer el transporte del gas a través de más de 1.000 km para abastecer los puntos de mayor urbanización en la provincia de Buenos Aires resultan otro pilar de la transición energética.
El proyecto bonaerense de perforación offshore en las costas de Mar del Plata representa la otra pata fundamental del ansiado abastecimiento energético argentino, además de ser una ventaja de amplio valor logístico a la hora de considerar el transporte de los hidrocarburos.
Ni Vaca Muerta ni el gasoducto, y bajo ningún aspecto el offshore, puede considerarse una traba a la transición energética, sino todo lo contrario. El camino hacia un medio ambiente sustentable requiere de energía para sobrevivir.
La conciencia sobre el consumo responsable y la importancia del ecologismo es tan relevante como la necesidad de avanzar sin pausa en los planes hidrocarburíferos, que si son acompañados por una política económica acorde, serán el combustible indispensable de la transición energética.
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