Que viva Brasil

Lula da Silva ha asumido una posición centrista en su coalición con Fernando Henrique Cardoso y puede llevar a una izquierda moderna a un compromiso firme con el republicanismo

Creemos que debemos consolidar una integración regional más sólida en Latinoamérica

Felicitamos con entusiasmo al nuevo presidente del Brasil y al pueblo que demostró su compromiso con la democracia. Siendo Brasil un socio del Mercosur, para nosotros es difícil considerarnos completamente extranjeros. Por eso, nos atrevemos a ponderar los aportes positivos a la región que han hecho ambos candidatos.

Luiz Inácio Lula da Silva ha mostrado compromiso con el Mercosur, con el acuerdo que celebramos con la Unión Europea y con un mundo basado en reglas, que es lo que se conoce como multilateralismo. Además, ha asumido una posición centrista en su coalición con Fernando Henrique Cardoso y puede llevar a una izquierda moderna a un compromiso firme con el republicanismo, lo que permitiría a la región dejar atrás las izquierdas autoritarias. Bolsonaro, por su parte, asumió un compromiso mayor con la seguridad y con una economía de mercado más abierta a los beneficios del intercambio internacional. Sobre esta base es posible construir una región mucho más próspera y equitativa.

Como suele suceder con toda relación que termina resultando valiosa, con Brasil hemos tenido momentos de guerra, de rivalidad, de sociedad, de alianza, de desconfianza, de desafío, porque en diversas etapas de nuestra historia ambas naciones nos vimos con la mirada corta de ser, solos, grandes potencias de Sudamérica. En algunos momentos nuestras dicotomías se amansaron y ello sucedió cuando dirigentes con visión de futuro y de grandeza ensayaron una osadía: ver las cosas, no con los ojos de cada uno, sino con la mirada de ambos en simultáneo.

Eso es lo que creemos que hoy debemos ofrecer a Brasil: mirarnos como actores centrales de la región junto a las naciones del Mercosur y sus aliados, Uruguay, Paraguay, Bolivia y Chile, y no solo con la mirada individual de nuestros respectivos países.

No sería la primera vez que tendríamos una estrategia de mirada conjunta, pues ella estuvo presente en las visitas entre Roca y Campos Salles; en el tratado ABC (Argentina, Brasil y Chile) del presidente Sáenz Peña de 1915; en el acuerdo de 1940 de los presidentes Getulio Vargas y Castillo, y en la propuesta de un nuevo ABC por el general Perón y en el Mercosur, producto del abrazo de los presidentes Alfonsín y Sarney, confirmado y potenciado por Menem con Cardoso.

En la reformulación y potenciación del Mercosur es posible ensayar una mayor audacia. La tradición diplomática argentina es favorable al multilateralismo y a una convivencia internacional basada en la igualdad entre las naciones y en reglas que informen un orden de derecho orientado a la paz y el desarrollo económico. Desde esa mirada, que continúa la de Alfonsín, Menem, de la Rúa y Macri, creemos que debemos consolidar una integración regional más sólida en Latinoamérica, pero que esté abierta al mundo, para aprovechar en conjunto las oportunidades que el resto del planeta nos ofrece. Integración democrática y abierta al mundo es nuestra propuesta, convencidos de que podemos transformarnos en una plataforma de clase mundial exportadora de alimentos, energía, minería, servicios, con un desarrollo industrial competitivo.

Para eso, debemos confiar más en nuestro destino común, facilitar la libre circulación de bienes y personas, coordinar políticas productivas y laborales, aprovechar y preservar en conjunto nuestros recursos naturales, coordinar una logística común. Tenemos, por otra parte, una gran ventaja y al mismo tiempo un desafío, que es ser una zona de paz, no solo en Sudamérica, sino también en el Atlántico Sur, espacio que nos genera un vínculo importante con el planeta. Es un desafío porque para preservar la zona de paz se requiere invertir recursos y controlar el crimen organizado.

En un mundo tan conflictivo, con la aparición de estados que buscan abrirse paso por la fuerza, estar ubicados en una zona de paz es una oportunidad importante para el progreso y la convivencia internacional. Ante esa realidad, los argentinos debemos ubicarnos, como las Naciones Unidas, en un multilateralismo basado en reglas.

El poder depende centralmente de la voluntad. La plataforma Sudamericana exportadora, generadora de una enorme producción y de millones de trabajos, centrada en la educación pública, con capacidad de negociación internacional autónoma, estará solo limitada por nuestra decisión, esfuerzo, convicción y empeño.

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