Argentina está inmersa en un régimen de tres dígitos de inflación anual (alta e inestable) donde el horizonte de decisiones de consumo, financieras y de producción se redujo del mes a la semana.
Lo demuestra la reciente discusión paritaria del sindicato de camioneros, de la familia Moyano, el más poderoso por capacidad de bloqueo de la actividad productiva. El sindicato presionó en las paritarias por un 137% de aumento de salarios; para morigerar el impacto se canibalizó el presupuesto recientemente aprobado en Diputados, mediante el otorgamiento de una privilegiada exención del Impuestos a las Ganancias al transporte terrestre.
Brasil logró reducir el nivel de precios tres meses consecutivos y está creciendo a un ritmo interanual de casi el 4% en medio de una cruda y desgastante campaña electoral
Mientras, los bancos centrales y ministerios de economía del resto de América Latina aplican políticas monetarias y fiscales prudenciales, que no sin conflictos, acotan la inflación anual, en un rango del 7% de Chile al 10% de Brasil el año pasado. Brasil ha logrado en el corto plazo no solo reducir la inflación, sino tener “deflación”. Desde el pico de 1,62% de marzo de este año, redujo los niveles de inflación en el último trimestre a - 0,68% en julio, -0,36% en agosto y -0,29% en setiembre. En tanto,la actividad económica sigue en auge, a pesar de las políticas prudenciales del Banco Central, con tasas de interés reales de más del 10 por ciento.
Brasil está creciendo a un ritmo interanual de casi el 4% y creciente, demostrado por variaciones mensuales positivas del orden del 1,17%, en medio de una cruda y desgastante campaña electoral. Mientras tanto, Argentina afronta una inflación en octubre que orilla el 8% (anualizada, 151,8%) según la encuesta semanal de la consultora LCG. En cuanto a la actividad económica, indicadores mensuales recientes rondan el cero o son negativos según el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) del Indec o el Índice de Producción Manufacturera desestacionalizado de FIEL de setiembre, cuyo -2.8% indicaría una pronta recesión.
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Horizonte estratégico
Brasil tiene muy claro su horizonte estratégico de desarrollo desde hace más de 70 años, Argentina no lo tiene por lo menos desde la crisis del modelo de sustitución de importaciones de 1975. La dirigencia empresaria, sindical y política del país no tiene claro dónde orientarse; gran parte de ella está concentrada en asegurarse beneficios prebendarios mediante el lobby, especialmente efectivo en nuestro país donde la elite no escapa a un abrumador cortoplacismo.
Hay cuestiones institucionales, trayectorias políticas, decisiones tomadas en determinadas circunstancias históricas, exigencias populares y sobre todo burocracia meritocrática en instituciones de política pública y económica independientes del poder político que distinguen a Brasil de ña Argentina, aunque no sin conflictos y presiones del poder.
Getulio Vargas, dictador corporativista de Brasil, simpatizante del fascismo, contemporáneo al general Perón, revirtió estratégicamente el alineamiento de su país desde el Eje hacia los Aliados a muy poco de iniciada la Segunda Guerra Mundial, enviando tropas a Europa y recibiendo crédito y ayuda de EEUU para impulsar en parte la industria metalúrgica y siderúrgica. Mientras, nuestro país continuaba ejerciendo una “neutralidad” formal, pero en los hechos proalemana, demostrada por ejemplo por la prohibición de las marchas populares de festejo por la caída del nazismo en el final de la guerra.
Lula resistió a la dictadura brasileña no solo poniendo el cuerpo en las luchas sindicales y yendo a prisión sino también denunciando la manipulación estadística
Lula da Silva, como líder del sindicato metalúrgico y luego del PT, resistió a la dictadura no solo poniendo el cuerpo en las luchas sindicales y yendo a prisión sino también denunciándola la manipulación estadística. Durante un breve interregno de pocos meses, el ministro de economía del régimen militar no tuvo mejor idea que subestimar la inflación para “disminuir” las expectativas inflacionarias en las negociaciones salariales. Lula contrató al Banco Mundial para que haga una medición independiente, comprobó la manipulación y la hizo pública, aun a riesgo personal y de sus compañeros sindicales. Y ganó la pelea. La dictadura restableció rápidamente la fiabilidad de las estadísticas de inflación.
En Argentina se destruyó el Indec durante 8 años, desde enero 2007 hasta diciembre 2015, por iniciativa de un gobierno electo. La adulteración abarcó no solo la inflación sino también los datos de PBI, desempleo, pobreza y hasta los de comercio exterior. Como los hechos no han sido juzgados, esta historia esta implícita en un nivel de riesgo-país que impide obtener crédito. En consecuencia, la inversión no crece y los trabajadores cobran bajos salarios.
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Eso no se hace
Pese a sus diversas crisis económicas, Brasil nunca confiscó depósitos. Argentina lo hizo mediante inflación o confiscación directa en más de 5 ocasiones desde 1975 hasta el presente. Por eso los brasileños ahorran en los bancos y los argentinos fuera de ellos. No tenemos por lo tanto volumen de crédito (cooptado por la voracidad fiscal del Estado) ni sistema financiero y el mercado de capitales para la inversión productiva.
Cada una o dos décadas Brasil sufre el cimbronazo de la indignación popular, tanto de la clase media de San Pablo como de las favelas de Rio, que exigen en la calle juicio y castigo para los dirigentes políticos y presidentes que avalaron y participaron en esquemas de corrupción. Collor de Melo es un claro ejemplo de ello.
El impacto del caso Odebrecht tuvo efectos en toda América Latina, con destituciones presidenciales y renuncias de ministros, especialmente en Brasil, aunque no sin idas y vueltas, como reconoció el propio Lula en la reciente campaña electora). En la Argentina, en concreto, no pasó nada: solo un breve impacto mediático y la demora exasperante de una justicia en parte facciosa que busca impunidad de los corruptos y corruptores mediante la prescripción de las causas.
Violar las leyes presupuestarias tiene consecuencias en Brasil. En la Argentina no.
El caso de la corrupción en la construcción de un estadio de Fútbol para el Mundial 2010 generó una masiva movilización popular en Brasil. Lula accedió y oblig´p al bloque parlamentario del PT a votar a favor de la ficha limpia y eliminar las listas sábana, cuestión que luego le jugo en contra y permitió el ascenso de Bolsonaro con experiencia parlamentaria de años en un pequeño partido.
No estoy de acuerdo con calificar de golpe la destitución de Dilma Roussef pero tampoco se pueden negar los motivos políticos de la jugada de la oposición. De todos modos, las llamadas “pedaladas fiscales” o contabilidad creativa del Presupuesto, que sirvió para simular que se recaudaba más de lo que se gastaba, cuando en realidad ocurría los contrario, fue un escándalo popular. incluso dentro del PT. Violar las leyes presupuestarias tiene consecuencias en Brasil. En la Argentina no. En cada crisis se otorga la suma del poder público al presidente, dándole poderes legislativos como la “emergencia solidaria” y anulando la ley de administración financiera del Estado, violando la Constitución Nacional. La excusa es la crisis. Pero como la Argentina siempre está en crisis, la excepcionalidad se vuelve permanente.
Políticas de Estado
En Argentina, es frecuente señalar, sin profundizar, sobre la falta de políticas que permanezcan más allá de los gobiernos. Brasil es ejemplo que sí es posible tener “políticas de Estado”. Lula se comprometió ante Fernando Henrique Cardoso, su antecesor, a mantener las políticas de incentivo al comercio, estabilidad macroeconómica y prudencia fiscal en la campaña electoral que lo llevó a su primera presidencia. Tanto lo cumplió, que los organismos internacionales tales como el FMI y el Banco Mundial recomendaron a Brasil como ejemplo de políticas económicas ortodoxas con sustentabilidad social. En esos años, ayer nomás, Lula fue tapa de la revista Time. El plan Hambre 0 fue sostenido e implementado eficientemente, incluso generando ahorro y superávit fiscal. La baja de la pobreza y ampliación de la clase media con nuevas demandas sobre el poder político fue resultado del plan Hambre 0 en conjunto con políticas de prudencia fiscal y monetaria que permitieron el crecimiento persistente y sostenible de Brasil.
¿Moneda común? No, gracias
Bolsonaro y Macri propusieron en el año 2019 una moneda común en el Mercosur, llamada peso real. El presidente del Banco Central de Brasil, Roberto Campos Neto, desestimó la propuesta en público mediante un comunicado revelador: “El Banco Central del Brasil no tiene proyectos o estudios en marcha para una unión monetaria con la Argentina. Hay solo, como es natural entre socios, diálogos sobre la estabilidad macroeconómica, así como debates acerca de reducir riesgos y vulnerabilidades, al tiempo que se promueve el fortalecimiento institucional”. El peso real no se implementó, ni Bolsonaro que lo nombro ni su amigo ministro de economía Paulo Guedes, lo echaron o contrariaron en público. Campos Neto continúa sus funciones normalmente.
Por último, la fórmula de la “izquierda” Lula da Silva (PT-partido de los trabajadores) y Geraldo Alckmin (PSDB-partido Social Demócrata de Brasil) confirma que la estabilidad macroeconómica es una prioridad de los lideres progresistas. Las diferencias son ante todo culturales y en detalles no menores de la política fiscal. Alckmin, antiguo miembro del Opus Dei, como candidato en 2018 en su campaña hizo eje en la lucha contra la corrupción, políticas promercado y de reducción del Estado.
Es cierto que el pasto ajeno siempre se ve mas verde. Pero la evidencia es que en Brasil hay mucho ruido, pero también nueces.
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