Cada uno se enfrenta diariamente a situaciones y desafíos familiares, profesionales, sociales, personales, que implican optar por un camino, y dejar otro de lado. Obviamente nos gustaría poder tomar ambos senderos sin tener que elegir, abarcando todo lo posible, pero la vida no es así. Lo que sacrificamos y dejamos de hacer en una elección, por tomar otra alternativa, en economía lo llamamos costo de oportunidad.
El Gobierno también toma decisiones y caminos dejando de lado alternativas. La tasa de interés nominal en los últimos años vino incrementándose por debajo del incremento de la tasa de inflación. Esto claramente responde a una decisión de política económica con objetivos definidos. La tasa Badlar desde diciembre del 2020 hasta diciembre del 2021 se mantuvo en torno al 34,2% nominal anual. En lo que va del 2022 el comportamiento fue diferente, pasó de un 37% anual hasta 69,4%, prácticamente el doble.
Con la tasa de interés de préstamos personales paso algo similar: estuvo casi estable durante todo el 2021 en un valor aproximado de un 54% anual y durante el 2022 subió a 82% anual. En ese período, la tasa de referencia de política monetaria del Banco Central pasó del 38% anual a 75% nominal anual. Estos ejemplos se replican en mayor o menor medida al resto de las tasas de interés que tiene la economía Argentina.
Efectivamente, durante 2021 el costo del dinero estuvo corriendo por atrás de la inflación o en valores muy cercanos. Esto se tradujo en tasas de interés reales negativas, la cual se obtiene restando al nivel nominal la tasa de variación del índice promedio de precios al consumidor que informa el Indec.
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Por ende, los distintos actores económicos recibieron incentivos para incrementar tanto el consumo de bienes durables como la inversión en bienes de capital, capital de trabajo e inversión productiva. En la medida que los consumidores puedan tomar préstamos con tasas de interés reales negativas, o no tengan incentivos para poner en plazos fijos sus ahorros, porque pierden en términos reales, se genera una mayor propensión a consumir, contemplando que sus ingresos irán ajustando con la inflación o cercana a esta. Si las empresas pueden tomar crédito a tasas reales negativas, también incrementarán su inversión de corto plazo.
Por otro lado, esta estructura de tasas reales negativas contribuye a incrementar el proceso inflacionario, la economía tiende a recalentarse aún más, incentivando el espiral inflacionario.
¿Qué cambió durante el 2022 para que las tasas de interés nominales empiecen a subir? Hay que distinguir dos grandes períodos, enero a junio, donde el aumento fue leve; y julio a octubre donde el salto fue muy pronunciado, a tono con la aceleración de la inflación de 50,7% interanual a comienzos del año hasta llegar a 83% en septiembre.
Esos movimientos generaron, de alguna forma, una toma de consciencia, considerando entonces que la tasa de interés debe ser una variable activa para ajustar la economía e intentar “domar” la inflación, llevando ligeramente a valores reales positivos, aún más de cara una inflación que se estima para el 2022 terminará en torno a 100% interanual.
El costo del cambio de política de una tasa de interés real negativa a procurar tener una tasa de interés real positiva es claro para el gobierno, efectos que implicarán disminuir la inversión, pero sobre todo en la retracción que tendrá el consumo y la desaceleración de la economía.
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Aquí radica el trade off del Gobierno, pues no solamente va en contra de una filosofía pro-consumo, sino que está ingresando en 2023 en un año eleccionario. El mayor desafió actual consiste en bajar la inflación utilizando también como herramienta la tasa de interés, pues, no es lo mismo manejar la economía con una inflación anual de un 50% (2021) la cual ya es alta, a pilotear la economía Argentina con una inflación anual de tres dígitos.
Las decisiones de consumo principalmente de bienes durables e inversión no están solamente relacionadas con la tasa de interés real, sino que también dependen de otros factores, como la previsibilidad de ingresos, estabilidad social e institucional, entre otras. Con tres dígitos de inflación la economía se vuelva mucho menos previsible y más inestable, porque la indexación y la nominalidad de las variables suele sobre reaccionar dada la incertidumbre que se genera. Tomar préstamos con tasas arriba del 100% anual se torna complejo y poder efectivamente cobrar las cuotas con tasas de tres dígitos también luce riesgoso para quienes dan créditos.
La decisión del Gobierno de jugar al límite con el manejo de las tasas en los períodos anteriores, dejando correr la inflación, ahora pone de manifiesto parte de los costos de oportunidad, porque en la economía nada es gratis. La autopista por la que deberá seguir circulando es más estrecha en términos de consumo e inversión al menos en el corto/mediano plazo, hasta consolidar una disminución considerable y sostenible en la tasa de variación de los precios al consumo, con una política monetaria más proclive a seguir pronunciando los tipos de interés.
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