En Argentina, cuando se tratan temas referidos a ciencia, tecnología e innovación, siempre se emplea la palabra “potencial”. Por ejemplo, es común escuchar: “Hay muchos sectores con gran potencial de desarrollo y oportunidades de producir con mayor valor agregado”, y a continuación suelen nombrar la economía del conocimiento (que definen mal) y la bioeconomía. Como muchas otras cosas, a fuerza de repetir estos slogans, algunos políticos parecieran tener un programa a futuro en este área. Es ahí cuando aparecen las palabras mágicas relacionadas con el tema en cuestión: “Motor de desarrollo”.
Todo resulta muy atractivo en los discursos y en las entrevistas, pero pocos analizan los pasos a seguir para que esas promesas se tornen realidad. ¿Cómo hacemos para que esa energía potencial que encierra el conocimiento científico que hemos acumulado en el tiempo se transforme en energía cinética y realmente impulse el movimiento de una economía bloqueada?
Sugiero primero prestarle atención a la palabra “bloqueada”, porque de eso se trata. La gran mayoría de esos políticos enamorados de la ciencia, la tecnología, la innovación (término que frecuentemente también confunden) ponen el carro adelante del caballo. La frase coloquial viene a cuento porque pretenden ser un país que fabrique autos de última generación cuando, en muchos aspectos, el estado de nuestras instituciones y nuestro sistema económico actual solo son útiles para carros y caballos. Queremos que la ciencia y la tecnología mágicamente nos transporte al siglo XXI, sin tocar aquellos elementos de nuestra realidad que nos mantienen presos de siglos anteriores.
Quiero ejemplificar esto con un caso muy reciente relacionado con CONICET. Siempre se discute por qué CONICET, que es un “potencial” semillero de emprendimientos innovadores, no genera suficiente cantidad de Empresas de Base Tecnológica (EBTs). De hecho, y a pesar de los mensajes contradictorios entre CONICET como organismo, que impulsa la ciencia básica, y el MINCyT (Ministerio de Ciencia y Tecnología), que promueve una mayor transferencia de los conocimientos a las áreas productivas, en los últimos años ha habido investigadores que se han lanzado con mucho coraje a la titánica tarea de generar este tipo de empresas. ¿Por qué titánica? Porque CONICET, en general, considera que crear una empresa es casi como un “hobby” que uno hace en sus tiempos libres y que le quita tiempo al verdadero propósito del organismo: publicar, publicar y publicar. Evidentemente ha habido cambios en esa cultura purista, pero sigue siendo un desafío involucrarse en tareas tan “sucias” como producir y comercializar.
CONICET ha tenido varios reglamentos que determinan los derechos y obligaciones de los científicos, las relaciones con los inversores, el reparto de regalías y otros temas vinculados a la creación de empresas basadas en conocimientos generados en el organismo. Esas reglamentaciones no han sido perfectas, porque conservan gran parte del espíritu corporativo y elitista del organismo, pero se han ido aproximando con el paso del tiempo a un mayor contacto con la realidad circundante.
Sin embargo, entre el año pasado y este, se discutió un nuevo Reglamento que resume la ideología de gran parte de los que están al frente de CONICET. Esa discusión se hizo prácticamente a puertas cerradas, y no hubo una consulta general, ni siquiera con aquellos que trabajamos en temas transferibles. El Directorio discutió casi en secreto los cambios a introducir, y solamente un miembro del Directorio, que todavía conserva la lucidez necesaria para evitar una catástrofe, filtró el documento en cuestión.
Quizá el análisis de ese nuevo Reglamento puede ser materia de otra nota, pero lo interesante y disruptivo fue que los pocos investigadores creadores de EBTs (donde confluyen votantes de todas las vertientes políticas existentes en Argentina actualmente) se horrorizaron porque prácticamente significaba la extinción de las EBTs y solicitaron una reunión urgente con el Directorio. Obviamente, si ese documento no los hubiera afectado, tampoco les hubiera importado que los cambios se hubieran hecho casi en secreto porque todos saben que así funciona el organismo y que las consecuencias de hablar son más nocivas que las de exigir transparencia. Pero igualmente, ese llamado a la cordura es significativo.
Hace un par de años, en un alarde de transparencia (coincidiendo con la mayor transparencia que introdujo el gobierno de Cambiemos), el Directorio decidió hacer públicas las Actas de sus reuniones, pero a veces se atrasan en subir las versiones de esas larguísimas sesiones. Desconozco con qué regularidad actualizan esas Actas en la página, pero llama la atención que la última vez fue justamente el 2 de agosto: fecha en que los científicos emprendedores se reunieron con el Directorio y se decidió crear una Comisión para tratar el tema (https://www.conicet.gov.ar/transparencia-activa/)
Para complicarlo aún más, existen varios documentos circulando. Pero enfoquemos en uno, que parece ser el definitivo, y detengámonos en una parte de dos artículos que ejemplifican el espíritu de la nueva reglamentación:
19. La sumatoria de las participaciones individuales de los Agentes y becarios CONICET en una EBT no podrá superar el 5% de dicho capital social.
25.2. Usufructo CONICET. Los Agentes o Becarios CONICET podrán conservar la nuda propiedad de las acciones o cuotas, debiendo ceder el usufructo del 50% del total de las acciones de los mismos al CONICET.
¿La limitación de hasta el 5% la tenencia de acciones de investigadores y becarios de CONICET en EBTs incentiva a que más científicos se animen a la aventura de emprender o todo lo contrario? ¿Quién optaría por una nueva que obliga a entregar el 95% de las acciones a CONICET? Esa opción no es inocente ¿CONICET termina siendo dueño de las empresas exigiendo una cesión del usufructo prácticamente confiscatoria?
Leyendo el nuevo Reglamento punto por punto, lo que se busca es que el Estado esté tan presente que desincentive a los pocos científicos que quieren seguir ese rumbo. La intromisión de CONICET en estas EBTs, que serán parte de ese “motor de desarrollo” tan difundido por políticos “sloganeros”, es alarmante. ¿Casualidad? ¿Ideología? Un poco de lo último y un intento por quedarse con la riqueza que puedan generar esas EBTs. El síndrome Vicentín y la estatización del esfuerzo privado están en el corazón de quienes deberían impulsar la iniciativa individual.
El CONICET se ha transformado en una maquinaria ideológica a la que la muchos de los que pertenecemos al organismo no coincidimos. Pero sus decisiones inconsultas, por más que enuncien que lo hacen a través de los 9 miembros del Directorio, nos afectan a todos. Y sus ideas anti-liberales y anti-capitalistas son la manifestación de un fracaso que no debería ser. Lamento que algunos de esos emprendedores, algunos de ellos votantes del kirchnerismo, tengan que sufrir en carne propia los dislates de esa ideología. Pero a veces la vida es así: solo entendemos cuando lo experimentamos.
Si queremos que la ciencia y la tecnología sean realmente motores del desarrollo y fuente de innovación en Argentina debemos anteponer el caballo al carro, y eso solo se logra fortaleciendo las instituciones y normalizando una economía que ya hace tiempo nos bloquea todo intento de progreso.
*Sandra Pitta es farmacéutica, doctora en el área de Biotecnología. Investigadora independiente del CONICET.
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