Hace poco más de una década, Satoshi Nakamoto, la misteriosa persona (o grupo de personas) responsable por la creación del Bitcoin, sintetizó el cúmulo de conocimiento existente en criptografía, economía y computación distribuida para crear un sistema que llevará a recuperar el control financiero de manos de las élites financieras, dándole a gente ordinaria la chance de formar parte de un sistema financiero descentralizado, recuperar su soberanía económica y dejar de depender de la imprevisibilidad de los vaivenes políticos y económicos de sus estados.
Bitcoin fue la respuesta a la crisis financiera, la cual demostró que incluso los bancos mundiales más poderosos pueden fallar. Resaltó la fragilidad del sistema financiero moderno y permitió la descentralización de las transacciones financieras. Bitcoin fue la primera opción real y tangible fuera del sistema financiero tradicional para que el público participara, sin intermediarios, en ese mismo sistema.
Las criptomonedas como Bitcoin o Ethereum generan confianza entre sus usuarios, garantizando seguridad, transparencia y previsibilidad… algo que particularmente en América Latina echamos en falta desde los anales de nuestra historia compartida.
Hoy el país tiene la gran posibilidad de subirse definitivamente al desarrollo de la Web3 que está revolucionando la economía y atrayendo nuevas inversiones
Si en un rapto de iluminación la Argentina hubiera incorporado Bitcoin a las reservas del país en los primeros años de la década pasada, hoy tendríamos una macroeconomía mucho más sana, pujante y reservas para enfrentar cualquier revés que el mundo pusiera delante nuestro.
A diferencia de las monedas fiduciarias, como el peso argentino o el dólar estadounidense, divisas nacionales no vinculadas al precio de una materia prima como el oro, sino que basadas en la confianza pública del emisor de la moneda (habitualmente los bancos centrales o gobiernos de un país), el Bitcoin es un activo que es imposible de ser manipulado en su emisión monetaria y con un tope de emisión prefijado lo que lo torna un activo deflacionario que con el tiempo adquirirá relevancia como reserva de valor.Lo cierto es que hoy por hoy y dada su creciente popularidad, el Bitcoin comenzó a ser adoptado por el sistema financiero tradicional, lo que alteró en cierta medida su dinámica natural. La aparición de mercados de futuros y productos financieros derivados hirieron su naturaleza escasa, creando una percepción de que el Bitcoin, tanto como otras criptomonedas son activos de riesgo (risk-on assets).Esto es lo que ocurre cuando el sistema interviene en algo donde no se suponía que lo hiciera. Lo que toca, lo rompe y lo intenta fagocitar para neutralizarlo. Por eso es fundamental educar a la población y fomentar su adopción. Cuanto más Bitcoin haya en poder de la gente de a pie, menos injerencia tendrán los actores tradicionales en su dinámica económica.
Latinoamérica es una de las regiones del planeta que más ha entendido la premisa de Satoshi y otros notables que lo siguieron en sus pasos, como Vitalik Buterin, el creador de Ethereum.
Bitcoin fue la primera opción real y tangible fuera del sistema financiero tradicional para que el público participara, sin intermediarios, en ese mismo sistema
La industria argentina cripto y blockchain es de las más prósperas de América Latina y de las más prometedoras en el mundo. Sus empresas, sus talentos, sus emprendedores y sus proyectos son muy valorados y tienen un presente de expansión global muy alentador. La irrupción de los proyectos Web3 también prometen un cambio radical en la forma en que se maneja y comparte la información en la web tradicional y es otro espacio donde Argentina está haciendo punta.
De la misma manera que hace 15 años Argentina desarrolló con éxito una industria del software muy exitosa a nivel mundial -y actualmente es una de las que más talentos aportan en el mundo-, hoy el país tiene la gran posibilidad de subirse definitivamente al desarrollo de la Web3 que está revolucionando la economía y atrayendo nuevas inversiones (proyectos sobre blockchain, NFTs y gaming).
La economía del conocimiento tiene un nuevo aliado y es el ecosistema cripto. Es un potencial enorme sobre todo si uno deja de lado el habitual cortoplacismo y la gratificación instantánea a la que ha sido empujada nuestra sociedad y se piensa en una mirada a largo plazo.
Muchas veces se critica al Bitcoin y las criptomonedas que utilizan la minería (mecanismo de consenso de Prueba de Trabajo) por el consumo energético y sus huellas de carbono. En un mundo signado por las limitaciones energéticas, en particular luego de la invasión rusa a Ucrania y la siempre presente amenaza del calentamiento global antropogénico, se ha utilizado al Bitcoin como chivo expiatorio para socavar su creciente relevancia tanto en la esfera económica como la social.Lo cierto es que Bitcoin, por un lado, permite expandir la matriz energética de los países, generando planes de inversión en infraestructura a largo plazo y hacer rentable el desarrollo de proyectos de energía en distintas zonas rurales remotas o donde resulta imposible llegar con el cableado debido a sus costos.
La irrupción de los proyectos Web3 también prometen un cambio radical en la forma en que se maneja y comparte la información en la web tradicional y es otro espacio donde Argentina está haciendo punta
Por otro lado, la minería ha sido en el último tiempo una gran impulsora de la generación de fuentes de energía renovables, tales como la energía eólica, geotérmica y solar.
Muchas veces las críticas responden más a intereses de grupos económicos que a realidades fácticas.
El ecosistema cripto, en todas sus expresiones, se ha convertido en un catalizador a gran escala que ha permitido el desarrollo de nuevas fuentes de trabajo, financiamiento, libertad económica para transaccionar por sobre las restricciones que impongan los estados y mucho más importante aún, una vía para educar a un gran segmento poblacional para el que antes del surgimiento de la tecnología blockchain, las finanzas eran rocket science. El mantener al grueso de la población en la ignorancia que favorecía a unos pocos; hoy, ya no más.
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