Jueces, salarios y ganancias: la masoquista manía de escupir al cielo con saliva K

Podría buscar el aplauso fácil que despiertan las proclamas demagógicas, denunciando “privilegios”, pero...

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Reunión de la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados. Carlos Heller y Marcelo Casaretto
Reunión de la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados. Carlos Heller y Marcelo Casaretto

Podría buscar el aplauso tuyo, de vos que me estás leyendo, como mero acto de autosatisfacción, si digo algo del estilo “hay que abolir el privilegio vergonzoso por el que los jueces no pagan ganancias”.

¿O no aplaudirías?

Permitime decirte que si eso escribo te estoy menospreciando con demagogia sin contar que estoy escupiendo hacia arriba.

La movida kirchnerista de hacer pagar ganancias a los usías federales de este país no es más que una burda maniobra de apriete a los mismos jueces que osan juzgar y, ¡cómo se atreven!, condenar a sus partidarios.

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Me explico. Nadie que trabaje debe tributar de su salario una sola parte del mismo como impuesto a las ganancias. Porque el salario no es ganancia. Ni un empleado de una caja de supermercado, ni el mejor pago como CEO de una compañía top, ni vos que me estás leyendo. Ningún trabajador en relación de dependencia ni autónomo (los parias del sistema) debe pagar ganancias por definición. Luego, ese mismo ciudadano pagará los cientos de tributos por cuestiones específicas existentes, como IVA, ingresos brutos, etc. etc. etc. Pero por producir y obtener un rédito no se puede desde la lógica pagar otra vez. Pura filosofía de base.

¿Por qué entonces en Argentina y en muchos lugares del mundo se paga? Restrinjámonos a nuestro país. Década del 30, presidencia de Agustín P. Justo. Crisis económica y, claro, de las arcas del Estado. El Presidente propone sólo para fortunas enormes un impuesto extraordinario y temporario a las ganancias. Juan Domingo Perón pocos años más tarde es más explícito: “Es un por un tiempo breve y servirá para redistribuir la riqueza de los argentinos”, dijo el General. ¿Te suena?

Agustín P. Justo: bajo su presidencia (1932 - 1938) se instaló el impuesto a las ganancias, como tributo extraordinario. Pasaron 90 años
Agustín P. Justo: bajo su presidencia (1932 - 1938) se instaló el impuesto a las ganancias, como tributo extraordinario. Pasaron 90 años

El paso del tiempo no valida las anomalías. La Argentina va camino a 100 años de injusticia con el tema. Y eso sigue siendo injusto. Merece indignación. Pero los indignados no deberían insultar para que los jueces con sus buenos sueldos paguen ganancias sino gritar a voz en cuello porque un laburante soltero que lleva a su bolsillo poco más de 230.000 pesos paga ese ilegítimo impuesto y si osa casarse y tener un hijo tributa desde los 260.000. Se trata de no nivelar con rencor hacia abajo sino hacia arriba.

Pedir que los jueces paguen ganancias es escupir amargura (¿envidia?) hacia arriba creyendo que la ley de gravedad ha dejado de funcionar.

Sergio Massa, en campaña para el 2015, dijo que “el salario no es ganancia y no debe pagar impuesto”. Asumo que es el mismo que hoy firma como Ministro de Hacienda pero esta columna no es un trabajo de investigación exhaustivo capaz de monitorear los zigzagueos profusos de su carrera política. ¿Mauricio Macri y Daniel Scioli no dijeron lo mismo? Lo dijeron, cuando uno decía que bajar la inflación era fácil y el otro era ex futuro kirchernista como siempre.

Hay un gran sector, muchos, no todos, del poder judicial federal que no se resigna a perder privilegios propios de las monarquías absolutas medioevales. Privilegios variados, por cierto. Desde negarse a ser republicanos y transgredir la norma de dar cuenta de sus actos al estilo siglo XXI y creer que sólo hablan por sus sentencias hasta reclamar estacionamiento privilegiado en las calles porque firman proveyendo de conformidad. Hay jueces (muchos) que creen que son funcionarios “especiales” y no servidores públicos especiales. Cómo no.

De ahí a creer que la embestida kirchnerista es para igualar esfuerzos de los argentinos para que cualquiera que trabaje sea idéntico ante la ley es un infantilismo preocupante o de una jodedura bestial.

Cuenta el original diputado K Marcelo Cassaretto, el justiciero con bolsillo ajeno, con el testimonio del ministro de la Corte Carlos Rosenkrantz que pedía en la audiencia de discusión de su candidatura a supremo que los jueces pagasen ganancias.

Casaretto lo cuenta y lo exhibe a diestra y siniestra. Se insiste aquí que lo que está mal no se valida con la afirmación repetida. ¡El salario no es ganancias!, sabe bien el hoy ministro que, quizá, estaba guiñando hacia la tribuna popular de la demagogia que venía de ver su silencio cuando fue propuesto por decreto para integrar el Tribunal máximo.

Aquí se trata, otra vez, de un apriete a los jueces. Esos que con procesos ditirámbicos andan metiendo lupa a la revolución nac and pop. A los mismos que hay que reclamarles mucho, pero mucho pero no con esta escupida celestial.

No hay que ser funcional al movimiento “redistruibucionista” liderado por quien cobra dos jubilaciones de 4 millones de pesos, no apelada por la “revolucionaria” directora del ANSES, favorecedor en medio del atentado a las torres de jueces amigos, movimiento que, nunca se olvide, va por todo. ¿Sigo? ¿Hace falta? Se nota mucho.

“Quedás como defensor de los oligarcas jueces”, me dice un amigo que lee el borrador de estas notas. Será, pienso mientras busco el poema de Martin Niemöller, atribuido a Brecht, y tan mal memorizado por mí. No dije nada, porque yo no era juez. O algo así.

Carlos Rosenkrantz en la audiencia de su postulación a la Corte

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