Abel y Caín: la verdadera historia

Estos dos hermanos no son sólo los primeros de la historia. Son la misma persona. Los dos viven dentro del alma de todas las personas

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Pintura de Adán y Eva,
Pintura de Adán y Eva, de Hendrik Goltzius

“Y conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió (Va-tahar) y dio a luz (Va-teled) a Caín, y dijo: he adquirido (Caniti) un varón, por voluntad de Dios.

Y agregó y dio a luz a su hermano, Abel.” (Génesis 4:1-2)

Esta es la descripción del nacimiento de los hermanos más famosos de la Biblia en el comienzo de la historia. El verbo que utiliza el texto para describir la primera relación sexual es exquisito: “Y conoció Adán a Eva…”. El encuentro amoroso es de conocimiento. Ellos se saben, y entonces generan nueva vida. La sexualidad es retratada como un acto de saber el interior del otro. Ingresar dentro para compartir la interioridad, y así conocer el alma.

El siguiente verbo, el utilizado para el embarazo de Eva, es una imagen. “Va-tahar” (concibió), tiene como raíz la palabra hebrea “Har” que significa “montaña”. Ella se “enmontañese”. Es tan bellamente gráfico como simbólico. Debemos recordar que la Torá es un libro en el que cada vez que aparece una montaña, sucede una conexión con lo divino. El cielo se une a la tierra y trae un mensaje. Todo eso le sucede al crecer su panza y hacerse monte.

El verbo que sigue Va-teled, no es solamente “dar a luz”. Su raíz es la palabra hebrea “toldot”, que significa “historia” y también “generaciones”. Es una palabra que habla de todos los tiempos, del pasado y a la vez del futuro. Ella siente en ese instante, que todos los tiempos hablan el nacer de su hijo.

Pero es el nombre de Caín, el que describe la esencia del personaje y de la historia que vendrá. Eva misma explica el significado y la raíz de ese nombre: “Caniti: he adquirido.” Caín significa adquirir, tener, comprar, poseer. Caín era el hombre que lo tenía todo. Dueño de toda la tierra. Heredero del cosmos. El centro del Universo.

Pero no solamente lo tiene todo. Lo que adquiere Caín es la identidad de la existencia. Hasta ese momento el único que había creado era Dios. Dios era el Creador, y el Hombre el Creado. La distancia es abismal, la diferencia los hace opuestos en su totalidad. El Creador es hacedor y dador, mientras que el Creado es pasivamente apenas un receptor. Si el Creador es la Fuente de todo, el Creado se hace Fuente de nada. Si Dios es la Fuente de todo lo bueno y de la Luz, el Hombre será todo lo opuesto. El destino de esa creatura es una tragedia. La de nunca llegar a ser. Sólo será en relación a aquél que lo creó. Es por eso que el nacimiento de Caín transforma la identidad de la misma existencia. Ahora ese ser también es un Creador. Un hacedor de la realidad. Al crear se hace a sí mismo.

Caín asesina a Abel
Caín asesina a Abel

Podría haber sido el fin de la historia. Un mundo en paz con un ser humano que lo ha logrado y alcanzado todo. Dueño del universo y creador de la realidad. Caín podría haber sido el mismo Mesías. Pero no funcionó. Un ser que se cree el centro del mundo carece de todo sentido de misión. Pierde el propósito. El para qué. Sin dudas es el fin, pero de su propia historia. Caín ya no tenía objetivos. El objetivo era él. No hay peor deseo a alguien a quien uno ama que desearle que se le cumplan todos sus deseos. En el momento en que todos los deseos se cumplen, se termina la búsqueda y el sentido de la vida. Es el deseo y la falta, lo que genera propósito.

“Y agregó y dio a luz a su hermano, Abel”.

La descripción del nacimiento de Abel es dramáticamente diferente. Ya no hay saber del otro, ni milagros, ni montañas con mensaje, ni tiempos que hablan. Tampoco explicación de su nombre. Ni siquiera Dios. El segundo es un agregado. Además ella no tiene un hijo, sino un hermano para el otro.

La palabra “hermano” en hebreo es “Aj”. La onomatopeya lo dice todo. Al dueño del Universo le traen de regalo un otro, un agregado. Un otro que llega con una misión: enseñarle a Caín que no está solo en el mundo. La palabra hermano “Aj” es raíz de palabras muy interesantes. “Otro” en hebreo se escribe “Ajer”. Y la palabra “Responsable” es “Ajraí”. Todo eso trae Abel con su llegada. Abel viene a decirle a aquél que se cree dueño de todo, al que cree que lo merece todo, que existe un “otro”, y que es “responsable” también de su existencia.

De pronto Caín deja de ser el centro. Tener un “Aj” lo baja dramáticamente de su trono. El siempre había sido un “hijo”, nunca un “hermano”. Y sólo le queda una posibilidad para volver a ser “hijo”. No tiene otra opción. En el instante en que lo entiende, se hace asesino. La palabra “asesino” en hebreo se escribe “Rotzeaj”. Son dos palabras unidas: “Rotze Aj”. El que “Quiere al Hermano”. Ya todos sabemos qué es lo que quiere de ese hermano.

Prueben el siguiente ejercicio con un niño que tenga un hermanito más pequeño. Pregúntenle cuántos hermanos tiene. Les responderá: “Uno”. Después pregúntenle: ¿y cuántos hermanos tiene tu hermano?. Les responderá mirándolos firme a los ojos: “Ninguno”. Es muy difícil reconocerlo. El primero nace “Hijo”. Sólo el segundo nace “Hermano”.

Me suelen preguntar si acaso las historias de la Biblia son verdaderas. Si algo le sucedió a una persona alguna vez puede llegar a ser posible y hasta interesante. Pero una historia verdadera es la que sucede todo el tiempo, a toda persona. Es por eso que las historias bíblicas son tan ciertas. Y la historia de Abel y Caín es una de las más verdaderas.

Estos dos hermanos no son sólo los primeros de la historia. Abel y Caín son la misma persona. Los dos viven dentro del alma de todas las personas. Tenemos dentro al Caín que se cree el centro del universo. El que cree merecer tenerlo todo. El que se cree el dueño de la verdad, de los demás, del mundo entero. Y tenemos también un Abel. Abel en hebreo “Hebel” significa “suspiro”. Es la voz interior que nos susurra que no estamos solos en el universo. Que tenemos una responsabilidad con el otro. El susurro que nos recuerda que lo que tenemos y logramos es gracias a un sinfín de variables, personas, historias y realidades que van más allá de nosotros mismos. Que somos mucho más que nuestro ego. Y que tenemos un compromiso con ese mundo.

Amigos queridos, Amigos todos.

En este año que empieza, en este nuevo libro que abrimos debemos saber que dentro nuestro, Abel y Caín siguen peleando como hace 5783 años.

La pregunta es: ¿cuál de los dos ganará esta vez la batalla?

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