La crisis en Europa por la guerra entre Rusia y Ucrania encendió las alarmas en todo el mundo. Hoy en día, poco menos del 87% de la energía que consumimos en el país proviene de fuentes como el petróleo y el gas. Sin embargo, el uso de las renovables se asoma con prometedor impulso de la mano de grandes empresas.
Hace tiempo que la discusión sobre la transición energética hacia fuentes renovables ocupa un lugar central para los países de Europa. Se trata de la primera región del mundo en promover avances de manera holística, con políticas energéticas, climáticas y de infraestructura, cuyo objetivo es contar con un sistema basado en la sustentabilidad.
Por supuesto, un cambio de paradigma de estas características lleva mucho tiempo y la guerra entre Rusia y Ucrania ha cambiado drásticamente todos los planes. Los casi 250 días de conflicto bélico han tensado al máximo la relación de la Unión Europea con Moscú, proveedor de cerca del 40% del gas natural que consume la región. Esta fuerte dependencia obliga a los gobiernos a gastar miles de millones de euros para proteger a las empresas y a los consumidores a medida que se acerca el invierno. Ante esta crisis, la transición hacia fuentes renovables se volvió un necesidad urgente en todo el mundo, incluida América Latina.
Nuestra región es rica en diferentes tipos de recursos, de manera que podríamos depender menos de los combustibles fósiles que el promedio mundial. Esta circunstancia representa una ventaja ante los múltiples desafíos que la transición energética plantea en América Latina: armonizar las políticas energéticas, climáticas y regulatorias, replanificar las inversiones, eliminar subsidios a los combustibles fósiles, entre otros.
No obstante, para una correcta penetración de generación por fuentes renovables en el sistema eléctrico, resulta fundamental la integración de las distintas tecnologías y el impulso por adoptar nuevas soluciones para la región, las cuales ya tienen gran aceptación en los países del viejo continente, como por ejemplo el Storage (baterías de litio), y puntos distribuidos de generación de energía.
La implementación de proyectos con estas tecnologías nos permitirá contribuir a mantener la robustez del sistema eléctrico de nuestro país y nos dejará más cerca de cumplir el objetivo de una matriz energética con cero emisiones.
En la actualidad, la Argentina es responsable del 0,8% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI), lo que la ubica en el puesto 21 del ranking de emisiones a escala mundial, según el estudio recientemente publicado de E3G, Energy & Climate Intelligence Unit (ECIU) y World Resources Institute (WRI).
Este contexto y sus desafíos generan grandes expectativas para quienes apostamos por la sustentabilidad. Con ejemplos en el horizonte como España y Alemania, que tienen una matriz energética de entre el 20% y el 40% proveniente de energías renovables, la transición energética se asoma con fuerza en la Argentina de la mano de grandes empresas, que hacen importantes inversiones para profundizar este cambio de paradigma.
Estas medidas e inversiones van de la mano del enfoque paneuropeo para cumplir el sueño de alcanzar un sistema energético basado en recursos de energías renovables que reduzca la emisión de carbono. Un largo camino a transitar tanto por el Gobierno, mediante políticas que desincentiven el uso de combustibles fósiles; como por las empresas, con proyectos que fomenten el desarrollo sustentable; y también por los ciudadanos, que deben tomar acciones en la vida cotidiana para cuidar el medio ambiente.
Tenemos los recursos, la determinación y la capacidad necesarios para generar un cambio de paradigma. Que la transición energética en Argentina pasó de ser un sueño a una posibilidad depende de cada uno de nosotros. Confiamos en que vamos a lograrlo.
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