Georges Simenon fue un escritor incesante – 192 novelas leídas en 55 países y 40 lenguas- cuya vida, 1903-1989, se convirtió en uno de los protagonistas del siglo XX, con demanda aún hoy de sus historias opresivas y llanas aunque de gran captura psicológica, donde el crimen puede producirse como parte de la gran colmena. En particular aquellas en las que se incluye al inspector Jules Maigret, entre 1929 y 1972, integrante de la policía judicial en París. El primero con Maigret fue “Pietr el Letón”. Sus Memorias Íntimas presentan a Maigret como un golpe de iluminación y de impulso, como parido ya con su pipa, gozador de la buena comida y los alcoholes si se trata sobre todo de calvados, coñac y pastís. Calmo, pero cuando se dirige a los culpables, en general provenientes de hechos pasados que el inspector detecta, percibe con una mirada áspera entre las gentes de provincia muchas veces, y apariencia con cierta apacible de manera burguesa y formal, será implacable al revelar el crimen. Hay, sin embargo, quienes que Maigret fue fruto de un proceso minucioso y reflexivo, que Simenon se tomo tiempo hasta dar con el inspector.
Solo en el cine francés se cuentan más de 50 películas basadas en su obra. Nacido en Bélgica, Lieja, no dejan de notar sus biógrafos que los padres mostraron una preferencia casi despiadada por su hermano Patrick- al punto del desprecio- “Le fond de la bouteille”, novela corta es explícita- , se educó con jesuitas del colegio Saint- Louis, al tiempo- reveló- de su iniciación sexual a los 11 años con una chica de 15 .La dificultad de seguir con los educadores y su disciplina rigurosa lo alejó de la religión o, quizás, mejor, de los curas como educadores.
Llegó el Saint Servais- especializado en ciencias, donde sintió la diferencia de trata entre los alumnos de familias pudientes y su origen de una clase media modesta. Dos alimentos para el resentimiento: los curas y los ricos. Porque los días y su asombrosa capacidad de obrar otra detrás de la siguiente, cada una en quince días y después de dejar cinco kilos en cada una de ellas lo convirtió en un hombre de fortuna por su fecundidad casi irreal, fue siempre succionado por los ambientes marginales, el humo de los bares dudosos, los jugadores de cartas, los puertos, la calle, las prostitutas, la gente corriente que de pronto puede matar como alimento de muchos relatos. El estilo Simenon - con cima cuando entra Maigret - empezó a venderse sin parar, después de encontrar el consejo esencial de Colette, la excéntrica y admirable artista que supo desde relatar con erotismo hasta crónicas periodistas y ser vedette de cabaret: “No hagas literatura. Escribí”.
Un hombre célebre y extraño
Simenon dedicó sus días a escribir urdimbres negras con furia prolífica sino a la obsesión por el sexo. En charla con Federico Fellini, que lo admiraba y era lector constante, aseguró haberse relacionado con 10.000 mujeres. Con prudencia y alguna ironía, pero sin dejar el tema al costado, la segunda mujer del escritor la cifra a mil. La obsesión por la mujer y el sexo era conocida y aceptada por Denyse Quimet- porque Simenon se casaba: necesitaba volver a alguna parte siempre-, una personalidad centro de episodios turbulentos. Denyse y Georges tuvieron tres hijos y firmaron un matrimonio transgresor sin ocultarse nada: concurrían a burdeles juntos y sumaban dos o tres mujeres a sus noches.
Cuenta él mismo en sus Memorias íntimas: “Las mujeres, la mujer es lo que más me ha fascinado en la vida . Tenía hambre de mujeres con quienes me cruzaba y cuya grupa ondulante bastaba para enardecerme hasta el dolor físico. ¿Cuántas veces aplaqué este hambre con jovencitas mayores que yo, en el umbral de una casa o en un callejón tenebroso?”.
Subestimado en los principios fueron admirados estilo y penetración en las entretelas de los hombres André Gide, premio Nobel 1947, García Márquez, William Faulkner, Dashiell Hammet, Patricia Highsmith y John Banville entre los más notorios.
La sombra, el tabú
La primera señora Simenon fue fugaz y sin sobresaltos mayores. Pero Denyse fue en aumento el alcohol hasta dos botellas de vodka diarias, mientras daba indicios de desequilibrio mental. A la vez, la editorial Gallimard incorpora a su prestigiosa colección La Pléiade-con los grandes- y Simenon viaja sin detenerse por buena parte del mundo, aunque no como turista: exploraciones a través de la gente.
Sombra y tabú, también. Se sospechó de simpatizar con el invasor nazi- al menos colaboró con seudónimos en revistas de esa tendencia-, lo que lo llevó una temporada en los Estados Unidos sin acusaciones al regreso, a Lausanne, Suiza, donde empezó a aquietarse y a sentir cansancio luego de habitar un gran número de sitios en qué vivir por elección, sin excluir un castillo. El tabú lo destruyó y lo precipité a una terca soledad llena de amargura: su hija Marie-Jo, de gran belleza y psique laberíntica, se suicidó de un tiro en el pecho a los 25 años, no sin antes echarse a rodar la idea de que eran amantes incestuosos. Patricia Highsmith, novelista excepcional que trazó – también, se diría- las tinieblas de nuestra condición, mantuvo que la correspondencia, abundante entre padre e hija, tenía el sello de los que se quieren como un hombre y una mujer.
El que escribe estos párrafos aún no ha sido destetado de la fecundidad y genio de aquel hombre. Como millones en toda época. Como los clásicos.
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