Después de más de 2 años de la crisis sanitaria global, en Latinoamérica las consecuencias inflacionarias (excepto Brasil, que en agosto que tuvo deflación), se hicieron notar de diversas formas y una de ellas es el aumento generalizado de los precios.
La impresión de moneda local para sobrellevar los gastos de emergencia, deuda externa, desahorro nacional, desinversión, etc., le han hecho regresar el mal de la inflación en toda la región. En este sentido, los países de la región mostraron datos interanuales diversos, los cuales los dividiremos en tres grupos: Primer grupo, con menos de 5% de inflación en los últimos 12 meses: Ecuador (3,7%) y Bolivia (1,6%); Segundo grupo, con más de 5% de inflación: Chile (14,1%), Colombia (10,8%), Perú (8,8%), México (8.7%), Uruguay (7,7%) y Paraguay (7,2%); y el Tercer Grupo, con crisis inflacionarias: Venezuela (153%) y Argentina (83%).
Para ver con más detalle las cuestiones inflacionarias y entender más a detalle cómo es que nuestro país ante mismas situaciones como la del COVID, guerra en Ucrania, problemas económicos y políticos es el único (después de Venezuela que continua con una crisis política) que este año, según el REM (informe de Relevamiento de Expectativas de Mercado elaborado por el BCRA), finalice con una inflación cercana a los 3 dígitos.
A pesar de las medidas de políticas laxas del gobierno para enfrentar la batalla contra los precios, esta continúa fracasando. Para ver la magnitud del problema inflacionario observamos que países como Chile y Colombia llegarían en 5 y 6 años respectivamente a tener una escalada de precios de 100%. Mientras que países como Ecuador y Bolivia demorarían 19 y 43 años. Aunque hay países con un grave problema de precios, estos se encuentran combatiéndola con medidas fiscales y monetarias, por lo cual se espera que en los próximos meses los escenarios proyectados muestren mejoras significativas para estos países.
Otra forma de ver el problema inflacionario es partiendo de un escenario base en donde suponemos que un niño que nació en Argentina en 2012 acumuló 4253,6% de inflación. Si hacemos el mismo ejercicio, pero para los demás países de Latinoamérica, veremos que para alcanzar el mismo dato de inflación, un niño de Bolivia tendría que vivir 135 años, en Ecuador 116 años y Paraguay 59 años. Lo que nos pasa en 10 años en otros países lleva hasta un siglo.
Bajo estas circunstancias, está más que claro que el problema inflacionario comparado es grave.
Para ver lo complejo de la situación, si tomamos datos del Indec desde el 2012, en algunos bienes como el pan, la leche y hasta un auto, en una década, el precio del inicio de la serie subió entre 4 y 5 veces.
Si tomamos bienes diversos en países vecinos en Latinoamérica, en una misma década veremos que por ejemplo en Bolivia un champú que cuesta 38,21 boliviano, al ritmo inflacionario actual, demoraría 21 años en duplicar su precio. Para casos en Uruguay y Paraguay, serían 9 años; para Brasil, 7 años; y para Chile, 4 años.
Estos números dejan a nuestro país frente a una dinámica inflacionaria explosiva.
Comparado con los países de la región, el problema ya no es solo ver cuestiones de shocks externos, sino que la misma dinámica interna nos envuelve en una crisis inflacionaria que, sumada al deterioro de variables macroeconómicas y la pérdida de confianza en el gobierno, ponen mucho ruido para lograr equilibrios en un año eleccionario.
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