21 de octubre: Día del Seguro

El dueño de una cafetería llamada Lloyd’s comenzó a publicar en 1698 las Lloyd’s News, una especie de periódico en el que brindaba información sobre los viajes más recientes y los mercados en el mundo. Así nació la primera asociación de aseguradores particulares: Lloyd’s Underwriters

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Lo que comenzó como el Lloyd's Café en Londres dio lugar a una gran mutual de seguros (REUTERS/Hannah McKay)
Lo que comenzó como el Lloyd's Café en Londres dio lugar a una gran mutual de seguros (REUTERS/Hannah McKay)

21 de octubre de 1811. Virreinato del Río de la Plata. En un clima marcado por la Revolución de Mayo y el despertar de una nación que buscaba su rumbo, Bernardino Rivadavia presentó ante el Primer Triunvirato una iniciativa para que se creara la primera Compañía Argentina de Seguros Marítimos. Es por este motivo que desde 1944, se celebra en nuestro país el Día del Seguro.

Desde sus inicios, la actividad aseguradora ocupó un lugar fundamental en el desarrollo de las sociedades. Para analizar sus orígenes, debemos remontarnos a la Antigüedad. En ese entonces, los individuos se organizaban en pequeños grupos y hacían una colaboración para afrontar los infortunios que los afectaran. De esta forma, lograban proteger los intereses personales y los de la comunidad. Detrás yacía un gran principio: la idea de que juntos era más sencillo enfrentarse a las adversidades.

Hacia el año 2250 A.C., la ayuda comunitaria y la seguridad ante cualquier eventualidad tomaron forma legal con el Código de Hammurabi. Esta legislación reguló la creación de organizaciones de socorro mutuo que preveían indemnizaciones por accidentes de trabajo y también estableció indemnizaciones a las esposas y descendientes ante el fallecimiento de un padre de familia. Una vez más, el derecho siguió al hecho y, entonces, una costumbre que se basaba en la solidaridad vecinal se convirtió en una ley escrita.

Hacia el siglo XVIII en Londres, un café se convertiría en una auténtica bolsa de seguros. En esa época, los bares solían ser el centro de reuniones de comerciantes y hombres de negocios. El dueño de una cafetería llamada Lloyd’s comenzó a publicar en 1698 las Lloyd’s News, una especie de periódico en el que brindaba información sobre los mercados y los viajes más recientes. Si alguien quería asegurar un barco, se acercaba al café, se redactaba un contrato y el asegurador firmaba. Así nació la primera asociación de aseguradores particulares: Lloyd’s Underwriters. El crecimiento continuó dándose a pasos agigantados y en 1802, en Toulouse, se creó una gran mutual de seguros que dio origen a los acuerdos entre las aseguradoras y al reaseguro.

De esta manera, si hay algo que caracteriza al mercado asegurador es que vemos oportunidades de crecimiento en situaciones en las que otros solo verían problemas. Se trata de capitalizar los vaivenes de la historia y utilizarlos como motor para una mejora social.

<b>Desafíos actuales en nuestro país</b>

Al igual que ocurre en otros sectores productivos, la cuestión de género es uno de los grandes desafíos actuales del mercado asegurador. Si bien en las últimas décadas ha ido cambiando la relación de mujeres y hombres en el mundo laboral, la presencia femenina en puestos de alto mando sigue siendo aún escasa. El famoso techo de cristal, nombre con el que los estudios de género hacen referencia a la limitación impuesta a las mujeres en sus carreras profesionales, se resiste a ser destruido.

A nivel general, apenas el 4% de las mujeres asalariadas ocupan cargos gerenciales. En el mercado asegurador, la estadística indica que solo el 11% de los altos puestos directivos de las compañías están ocupados por mujeres. Desde la Superintendencia de Seguros de la Nación, se llevan a cabo una serie de políticas que buscan concientizar sobre estas cuestiones y fomentar la mayor participación femenina en nuestro mercado. Es necesario también que desde el sector privado y el público actuemos de manera conjunta y planifiquemos medidas de alto impacto para lograr una actividad más equitativa e igualitaria.

Un segundo desafío está relacionado con la situación económica que atraviesa el país. En el último año, la producción logró superar los efectos negativos de la pandemia, estabilizarse y crecer en términos reales. Aún así, las aseguradoras cerramos con balances deficitarios. Los resultados financieros generaron un alto impacto negativo que en algunos casos llegó a revertir los resultados operativos.

De un tiempo a esta parte, las compañías no podemos adquirir divisas extranjeras para atesorar y es por esa razón que debemos buscar nuevos destinos para que nuestras cuentas de inversión no sufran la depreciación de la moneda. El problema radica en que ninguna de las inversiones disponibles presenta tasas de interés que nos resguarden de la inflación.

El hecho de que los títulos públicos sean valuados a valor técnico y no a valor de mercado es un hecho necesario para que las compañías no suframos en la acreditación de nuestros capitales mínimos. Sin embargo, esto no hace más que generar una ilusión sobrevaluada ya que los segundos suelen ser sustancialmente menores. El otro problema vinculado a la tenencia de bonos es su constante reprogramación. Esto fue lo que sucedió con el reperfilamiento de la deuda en 2019 y el canje del 2021. Estas reprogramaciones golpean las tasas de interés y dilatan las amortizaciones de capital. Pese a esto, el ministerio de Economía destacó que el mercado asegurador fue el actor que más aportó en dichos momentos.

La palabra seguro significa: “Libre y exento de riesgo / Que no falla o que ofrece confianza”. Los últimos años nos demostraron que el riesgo siempre existe y que está en nosotros capitalizar estas oportunidades y convertirlas en crecimiento. Como compañías de seguros, no podemos prometer el fin de los riesgos, pero sí darles a nuestros clientes la seguridad de que allí estaremos para acompañarlos y de que, como creyeron nuestros antepasados, juntos es más sencillo enfrentarse a las adversidades.

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