El mundo avanza hacia una jornada laboral inferior a cuarenta horas

Discutir una nueva estructura, con una mayor y mejor distribución de los puestos de trabajo en pos de una ecuación que satisfaga tanto a empleado como empleador, sin resignar márgenes empresariales ni salario y sumando calidad de vida es la meta que debiera aparecer en el horizonte cercano de los países.

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Aunque la jornada laboral reducida
Aunque la jornada laboral reducida no necesariamente contribuye a la generación de empleo, sí podría ayudar a una mejor distribución social del trabajo (EFE/Woo He/Archivo)

Las 48 horas semanales que se trabajan en Argentina ubican al país entre los de jornada laboral más extensa del mundo junto a Colombia y México, también con esa carga; Chile y Turquía, donde la semana de un trabajador puede comprender hasta 45 horas semanales; y Grecia, donde cada trabajador debe completar por ley semanas de hasta 42 horas.

Según la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) son esos países, precisamente, los de menor crecimiento de su PBI y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sostiene en su último informe que a causa del estrés laboral se genera mayor ausentismo y se pierde productividad, por lo cual advierte que las naciones pueden dejar de crecer hasta un 3% de su PBI.

La idea de reducir la jornada laboral ya es materia de estudio en muchos países y hasta se aplica con éxito en algunos puntos del globo. En Alemania, por ejemplo, un trabajador tiene una carga media de 35 horas semanales y solo puede llegar a 40 en tareas específicas y durante un determinado tiempo mientras que Canadá establece las 40 horas como media, con media hora de “recreo” cada cinco laboradas de manera continua.

Aunque aún es prueba piloto, el caso del Reino Unido y España son los más significativos. Reino Unido plantea cuatro días de trabajo semanales en una prueba piloto que abarca a 60 de las empresas más importantes. Y, contrariamente a los agoreros, los trabajadores no sólo mantuvieron su nivel de ingresos, sino que mejoraron su calidad de vida, redujeron su ausentismo y elevaron la productividad.

Caso similar es el de España, que invertirá 10 millones de euros, extraídos del fondo de recuperación instaurado por la Unión Europea durante la pandemia, y que supondrán una ayuda de hasta 3.500 euros por trabajador a aquellas empresas (entre 200 y 400) que implanten la semana laboral de 32 horas o 4 días. Un proyecto del que se espera que no solo genere un aumento en la productividad sino también un impacto medioambiental y de salud laboral positivos.

El puntapié inicial en tierras españolas lo dio Software Delsol, empresa ubicada en Jaén, ciudad andaluza de poco más de 400 kilómetros cuadrados y 100 mil habitantes, que en 2020 invirtió 400 mil euros de recursos propios para reducir el horario de sus casi 200 trabajadores. ¿El resultado?: bajó el 30% el ausentismo, la productividad y las ventas se incrementaron un 20% y se registraron 0 renuncias en el lapso de esos doce meses. Todo en tiempo de pandemia.

Gabriel Boric
Gabriel Boric

En el modelo privado español la compañía de telecomunicaciones de alcance global Telefónica, también se sumó a la semana reducida, pasando de las 37,5 actuales a las 32 horas semanales. La medida suponía una reducción proporcional en sueldo, con una bonificación de un 20% por parte de la empresa. Si bien el plan no ha sido aceptado por los trabajadores.

El “modelo japonés” de la semana laboral reducida también puede considerarse exitoso: Microsoft Japón redujo la jornada de sus empleados a cuatro días y 32 horas semanales (8 horas por día) durante cinco semanas y tras la prueba, constataron que la productividad de la empresa creció casi un 40%.

En nuestro continente la discusión recién comienza. En Chile, por ejemplo, el propio Gabriel Boric, su Presidente, puso en foco la discusión de la jornada y la semana laboral: el mandatario aseguró que en ese país la carga horaria es 12% superior al resto de las naciones socias del OCDE, organización con 34 países miembros y 40 horas trabajadas de promedio semanal y donde Austria y Bélgica, con 38; y Francia, con 35 horas; son los países de menor carga laboral.

Y aunque la jornada laboral reducida no necesariamente contribuye a la generación de empleo, sí podría ayudar a una mejor distribución social del trabajo. En economías golpeadas y emergentes, como la nuestra, ya ese solo factor debiera bastar para comenzar a discutir seriamente la posibilidad.

Discutir una nueva estructura, con una mayor y mejor distribución de los puestos de trabajo en pos de una ecuación que satisfaga tanto a empleado como empleador, sin resignar márgenes empresariales ni salario y sumando calidad de vida es la meta que debiera aparecer en el horizonte cercano de los países.

Esa es mi convicción por la que aplaudimos la medida que nos llevará a un mayor progreso. Siempre afirmo que el trabajo dignifica al ser humano, y para ser efectivo y ofrecer los resultados que toda compañía espera y merece, debe considerar las condiciones óptimas para su realización. El ser humano tiene, frente a las máquinas, la necesidad de descansar, y es con ese descanso con el que llega lo que ninguna máquina puede ofertar: innovación, creatividad y pasión.

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