Se viaja a Qatar para ver el Mundial de cerca, presentir la posibilidad de que la Escaloneta (“Tenemos un muy buen equipo, pero no somos los favoritos”, dijo Lionel Messi) ofrezca torrentes de ilusión y aventura.
También será una tregua en nuestro país, afligido y a la deriva. Todos somos de la Selección. Aunque, llegar a Doha, la capital, puede llegar a costar, con escalas, unos 530.000 pesos desde Buenos Aires, como ejemplo en esta hora que incluyen el factor ‘dólar’, el ingenio para viajar en muchos tramos, o conseguir el pasaje por residentes en Europa, Estados Unidos y otros lugares de Asia.
Pero, ¿qué se sabe de Qatar? ¿Dónde está? Se trata de un emirato soberano en el Oeste asiático, que ocupa una pequeña superficie en el Este de la península arábiga. Ahí, manda de manera absoluta Tamim bin Yamad Al Thani, quien tiene tres mujeres y 13 hijos, con casi 10 años de reinado después de la abdicación de su padre y luego de formarse en la Sherbone School, en Dorset, Reino Unido, y en la Real Academia de Sandhurst como militar.
Allá lejos, y hace tiempo, era una aldea dedicada a la pesca de perlas y el comercio de baja escala. Quieren algunos que los primeros habitantes fueron cananeos -hay abundancia Biblia, con centro en un episodio protagonizado por Noé en complejo episodio de profanación y cólera acerca de Canaán-, luego llegó el Islam, ya con autonomía como protectorado británico, su independencia, el petróleo, el gas y la riqueza absoluta: solo en Gran Bretaña hay inversiones y bienes por cinco mil millones de libras, por dar una idea a la carrera.
La rama musulmana es la sunita y la religión es central en la vida de Qatar. Aparte de las tres millones de entradas para ver en el terreno el Mundial con 74 partidos -una localía que produjo discusiones y dudas en los métodos, y la primera en el mundo árabe-, la dinastía Al Thani lleva en el poder más de un siglo.
El jeque Nasser Al Khelaifi, dueño del Paris Saint Germain, tiene vínculos con la familia, como parte de una estrategia dinámica para ganar cada vez más influencia en el mundo occidental. Presidente del club, tenista destacado en las ligas asiáticas, ha comprado los mejores jugadores del mercado a grandes precios, pero no evita discusiones y polémicas ocasionales en relación con episodios de conflicto en el plantel.
Como es ya sabido, por razones religiosas, en Qatar hay leyes y reglamentaciones acerca de la exhibición del cuerpo: se usan polleras, pero siempre más allá de la rodilla, y se vetan los hombros con vestidos o camisetas, mientras las bermudas tienen que ser largas. La homosexualidad se pena con cinco años de cárcel. El alcohol está prohibido, pero serán flexibles con los visitantes durante el torneo, excepto en la calle. Hay pena de muerte, en particular en asuntos de espionaje o traición. Es que el cuidado de los asuntos políticos de Estado tiene parentesco con la condición de ser qatarí o extranjero: hay menos de tres habitantes “legítimos” y miles de trabajadores que acuden a Qatar en diversas actividades y se marca una dura diferencia en el tema.
Los que llegan, y consiguen algún empleo, lo hacen mediante el sistema kafala, considerado por Human Rights Watch y otras organizaciones -también se registran a menudo, sobre todo en El Líbano, porque se utiliza en varias naciones- una forma de relación laboral próxima a formas discutibles: un padrino, un aval qatarí, o una empresa grande o chica, ejerce una clase de padrinazgo para permanecer allí, con la promesa de lugar para vivir, un salario, un horario, sin que en la realidad se cumpla siempre lo asegurado. El trabajador inmigrante, en particular en la construcción o en tareas domésticas, queda como dueño de la voluntad de quien lo entra, con incumplimientos en pagos, jornadas largas, vivienda con solo imprescindible y sin permiso para cambiar de trabajo.
En un período, sus vecinos Arabia Saudita y Bahrein, más Egipto, acusaron a Qatar de tener vínculos con el terrorismo. La negativa y las negociaciones reanudaron relaciones. En un panorama social interno, ejerce diferencias con otras naciones islámicas, con mayor acceso a la mujer -hay una ministra, acceso a las universidades, derecho a voto-, desde luego en el marco del mandato religioso aceptado, sin la menor duda por el país en conjunto.
Nos alegraremos con los bravos de Lionel Scaloni y con menos grieta. Y, luego, se volverá a nuestro desafiante laberinto.
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