En la catequesis de la semana que pasó el Papa dijo que “el deseo” es la brújula que nos guía hacia la plenitud y nos invitó a “pedir al Señor que nos ayude a conocer el deseo profundo de Él, que Dios mismo ha puesto en nuestro corazón”.
“El deseo es la brújula para entender dónde me encuentro y dónde estoy yendo, es más, es la brújula para entender si estoy detenido o estoy caminando, una persona que jamás desea, es una persona estática, tal vez enferma, casi muerta”, dijo el Papa.
¿Qué nos falta para responder al deseo?
Hablando del “discernimiento” cristiano el Papa Francisco recordó el pasado miércoles 12 de octubre que “después de la oración y el conocimiento de sí, hay otro ‘ingrediente’ indispensable en el discernimiento cristiano que es el deseo. El discernimiento es una forma de búsqueda, y la búsqueda nace siempre de algo que nos falta…”. En términos coloquiales -y no psicológicos claro -debemos preguntarnos ¿Qué nos falta? Una primera respuesta sería que para sentirnos seres humanos plenos, nos falta “ser felices”.
Los seres humanos buscamos ser felices. Es fácil decirlo pero ¿cuántas veces nos perdemos en ese propósito de la vida? Se trata de un camino lleno de trampas en el cual creemos en forma frecuente que el rumbo correcto es la fama o la acumulación de riquezas. El cuento del magistral Tolstoi titulado “¿Cuánta tierra necesita un hombre? responde de modo implacable a los que confunden felicidad y riquezas. Y a los que creen que el estado de felicidad se logra con la fama, podríamos decirles que el deseo y la esperanza de fama se esfuman en cuanto se alcanzan.
Una palabra previa a la homilía
Sin desviarnos de nuestro propósito de comentar las reflexiones del miércoles de Francisco sus palabras nos traen a la mente algunas reflexiones sobre “el deseo” de Ortega y Gasset.
Dice Ortega: “La vida del hombre es sed “estancia, afán, deseo” y más adelante agrega “el hombre se mueve hacia su felicidad”, tiene sed de ser feliz. Tal es la “vocación general y común a todos los hombres”… “Ser feliz es en una primera aproximación “sentir” que la actividad propia se halla absorbida de modo a la vez puro y gustoso por la tarea a que se halla consagrada”… “Si algo en el mundo bastase a henchir el volumen de nuestra energía vital seríamos felices. Pero qué es lo que con tal plenitud puede llenar la actividad vital de un hombre. Indudablemente… “aquello que constituye su real y verdadera vocación”. Y más adelante afirma: “es feliz quien emplea la vida en aquello por lo cual sea capaz de morir…la actividad en que la muerte, si por su causa sobreviene resulte ser una muerte regocijada. Por esta razón -confiesa Ortega -”yo no he podido sentir nunca hacia los mártires admiración sino envidia. Es más fácil lleno de fe morir, que exento de ella arrastrarse por la vida”. La vida del ítalo argentino San Artémides Zatti, por poner un ejemplo de reciente fama, es una clara demostración de ello.
El Papa Francisco y la palabra “deseo”
El Papa Francisco remitiéndose a los maestros espirituales, como veremos, va mucho más allá. Se refiere al “deseo”, diciendo que, en la raíz, es una nostalgia de plenitud que no encuentra nunca plena satisfacción, y es el signo de la presencia de Dios en nosotros.”
“El deseo – señaló el Pontífice – no son las ganas del momento. La palabra italiana viene de un término latín muy hermoso, de-sidus, literalmente “la falta de la estrella”, la falta del punto de referencia que orienta el camino de la vida; esta evoca un sufrimiento, una carencia, y al mismo tiempo una tensión para alcanzar el bien que falta”.
El deseo dura en el tiempo y tiende a hacerse concreto
A diferencia de las ganas o de la emoción del momento, el Santo Padre precisó que, “el deseo dura en el tiempo, un tiempo también largo, y tiende a concretizarse. Si, por ejemplo, un joven desea convertirse en médico, tendrá que emprender un recorrido de estudios y de trabajo que ocupará algunos años de su vida, como consecuencia tendrá que poner límites, decir algún “no”, en primer lugar, a otros recorridos de estudio, pero también a posibles entretenimientos o distracciones, especialmente en los momentos de estudio más intenso. Pero, el deseo de dar una dirección a su vida y de alcanzar esa meta le consiente superar estas dificultades.”
El deseo y la voluntad de lograr lo deseado
Nos recuerda el Papa que “Jesús nos invita a aclarar el corazón: ¿deseas ser sanado?” pregunta antes de curar. Para recibir la donación de un bien es preciso querer ese bien.
“En efecto, indicó el Papa Francisco, “un valor se vuelve bello y más fácilmente realizable cuando es atractivo. Como alguno dijo, «más que ser bueno es importante tener las ganas de serlo». Llama la atención el hecho de que Jesús, antes de realizar un milagro, a menudo pregunta a la persona sobre su deseo: ¿quieres ser sanado? Y a veces esta pregunta parece estar fuera de lugar. Por ejemplo, cuando encuentra al paralítico nunca encontraba el momento adecuado para entrar en el agua. Jesús le pregunta: «¿Quieres curarte» (Jn 5,6).
¿Por qué? En realidad, la respuesta del paralítico revela una serie de resistencias extrañas a la sanación, que no tienen que ver solo con él. La pregunta de Jesús era una invitación a aclarar su corazón, para acoger un posible salto de calidad: no pensar más en sí mismo y en la propia vida “de paralítico”, transportado por otros. Pero el hombre no parecer estar tan convencido.
¿Deseamos dejarnos ayudar? ¿Deseamos ser sanos? ¿Acaso queremos seguir en la opacidad?
“Dialogando con el Señor, aprendemos a entender qué queremos realmente de nuestra vida!”
Las quejas son veneno, no dejan crecer el deseo
Luego el Papa Francisco advirtió “…las quejas son veneno, veneno para el alma, veneno para la vida, porque no te hacen crecer el deseo de seguir. Tenga cuidado con las quejas.
“Si te encuentras en la queja, ten cuidado, la queja es casi un pecado, porque no deja crecer el deseo”.
Valorar con calma lo que realmente deseamos
“A menudo, indicó el Santo Padre, es precisamente el deseo lo que marca la diferencia entre un proyecto exitoso, coherente y duradero, y las mil ambiciones y los tantos buenos propósitos de los que, como se dice, “está empedrado el camino del infierno”.
En suma, el Santo Padre nos dice que reduzcamos a su verdadera dimensión “los deseos-ganas del momento” con los que la sociedad actual es bombardeada, en especial por la cultura de la publicidad. Lejos de negar, sino al contrario, la belleza, el placer, la pasión del amor sexual y el consumo, tan necesarios, debemos permitirnos ver cuáles son los buenos y los malos deseos y los deseos profundos que le dan sentido a una existencia plena.
Para el deseo de la vida perdurable hay un camino
Finalmente, el Papa Francisco dijo que, “muchas personas sufren porque no saben qué quieren hacer con su vida; probablemente nunca han tomado contacto con su deseo profundo…”
“Si el Señor nos dirigiera, hoy, la pregunta que hizo al ciego de Jericó: «¿Qué quieres que te haga?» (Mc 10,51), ¿qué responderíamos? Quizá, podríamos finalmente pedirle que nos ayude a conocer el deseo profundo de Él, que Dios mismo ha puesto en nuestro corazón. Y darnos la fuerza de hacerlo concreto. Es una gracia inmensa, en la base de todas las demás: consentir al Señor, como en el Evangelio, de hacer milagros por nosotros.”
El deseo y el ver, evaluar y actuar
Seguro que el Santo Padre admitirá generosamente como siempre que en este breve comentario a sus bellas palabras digamos que, a esta altura nos parece oportuno recordarle al lector la fórmula de Ignacio de Loyola: En todo amar y servir (Ejercicios Espirituales, Editorial Sal Terrae, Santander, 1990, p. 134), para agregar con el criterio de la homilía que comentamos, que “en todo desear amar y desear servir”, especialmente para no olvidar, ese amar y ese servir a nuestro pueblo pobre, cuando con tanta frecuencia como hoy, en concreto, lo vemos caído a un costado del camino.
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