Entramos en tiempo de descuento

Necesitamos rebelarnos ante el tutelaje del FMI, porque si no, nuestro Gobierno se terminará agotando en la lógica del ajuste hacia las mayorías populares imposibilitando cualquier tipo de mejora genuina para la sociedad argentina

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Alberto Fernandez y Kristalina Georgieva
Alberto Fernandez y Kristalina Georgieva en Nueva York

La directora general del FMI, Kristalina Georgieva, manifestó esta semana que en nuestro país “hay presión de la población para que se aumente el gasto, pero no se puede pagar”.

Hagamos un poco de historia, para entender cómo llegamos a esta situación en la que el FMI decide por nosotros: a mediados de 2018, Mauricio Macri firmó un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional por 57 mil millones de dólares. Su objetivo, dicho por él mismo, era “pagarle a bancos comerciales que tenían miedo de que volviera el kirchnerismo”, financiando así, la fuga de capitales más grande de la historia argentina.

Con ello, Macri garantizó ponerle un grillete a nuestra autonomía y soberanía. El FMI le dio a la Argentina este préstamo, el más grande de toda su historia, violando sus estatutos y con la misión de garantizar la reelección de Macri. Y, además, asegurándose que cualquiera fuera el resultado electoral, sus autoridades, como ahora lo hace Georgieva, tendrían un poder de tutelaje sobre los próximos años del país.

Podemos arribar a la conclusión de que la estafa macrista descrita tuvo dos dimensiones: la económica y la política. De más está decir que ningún argentino o argentina vio los beneficios económicos de este acuerdo, ni encontró una Argentina con mayor infraestructura o más bienestar después del préstamo que acordaron hace tres años y medio. Por otro lado, la espada de la extorsión se cierne sobre nuestros hombros, obligándonos a tomar un rumbo que está lejos de ser autónomo. Macri configuró, con este acuerdo, una especie de gendarme que nos vigila, nos condiciona y va a estar presente en nuestras vidas durante décadas.

Hoy podemos ver con más claridad cómo esa situación de extorsión imperante emerge con claridad. Kristalina Georgieva sostuvo que en nuestro país “hay presión de la población para que se aumente el gasto, pero no se puede pagar”. Cuánto cinismo emerge de esta frase. Había dinero para financiar la fuga de capitales macrista, pero no lo hay para acompañar a los sectores más postergados de la sociedad. Uno de los resultados de “no se puede pagar el gasto” es el crecimiento de la indigencia, con niveles incluso más altos que los observados a finales de 2019.

No podemos tolerar que esa situación se extienda en el tiempo. Mucho menos, en momentos en los que el accionar extorsivo del campo les permitió maximizar de forma evidente su rentabilidad. Es urgente reforzar la situación de los que menos tienen con medidas que mejoren su poder adquisitivo y lleven a cero la situación de indigencia. Se debe avanzar ya con una asignación correspondiente al equivalente de la canasta básica y así garantizar el acceso a una adecuada alimentación de estas personas que se encuentran en situación de extrema vulnerabilidad. Además, debemos dar prórroga a la emergencia alimentaria que vence a finales de año y con ello asegurar las partidas presupuestarias destinadas a políticas públicas nacionales de alimentación y nutrición.

También necesitamos lograr más rápido que tarde un acuerdo de congelamiento de precios que incluya a todos los sectores de la sociedad. Hoy en día hay grandes sectores económicos que están teniendo enormes márgenes de rentabilidad, que deben limitarse para cuidar el bolsillo de todos los argentinos y argentinas. No podemos seguir viviendo sumergidos en niveles inflacionarios tan elevados que comen día a día los bolsillos de nuestra gente. Urge dar una respuesta para ponerle un coto a la destrucción del poder adquisitivo, que desde 2015 ya se redujo en un 25 por ciento. Y también debemos avanzar en la ejecución de un bono para los trabajadores que tenga un impacto real.

Por último y como ya lo he dicho en los últimos días, estamos en tiempo de descuento. Necesitamos rebelarnos ante el tutelaje del Fondo Monetario Internacional, porque si no, nuestro Gobierno se terminará agotando en la lógica del ajuste hacia las mayorías populares imposibilitando cualquier tipo de mejora genuina para la sociedad argentina. Sin congelamiento de precios, sin mejora salarial y sin un plan que lleve a cero la indigencia, estamos condenados al hastío, la apatía y el desánimo del pueblo argentino.

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