Estamos frente a un escenario de extrema complejidad que empieza a minar las posibilidades de éxito de un nuevo gobierno. La combinación de los problemas económicos que se acumulan y profundizan junto a la institucionalidad democrática que es cada día más frágil ante la presión oficialista ofrecen una perspectiva de futuro muy negativa
Si proyectamos la estrategia política electoral, que hasta ahora la coalición opositora ha venido construyendo, no parece que de ganar las elecciones, a la hora de asumir el gobierno vaya a estar en condiciones de enfrentar la tremenda crisis con la que se va a encontrar.
La única posibilidad para que un nuevo gobierno pueda revertir el derrumbe de la economía y la sociedad argentina, es cambiar de plano esa estrategia de política electoral y presentar en sociedad, en primer lugar, la profundidad de la crisis que enfrentamos. Lo que está a la vista es gravísimo pero es peor si mostramos lo que hay “debajo de la alfombra”. Todos los argentinos tienen que conocer el estado de la Nación. No hay ningún margen para apelar a la falsa muletilla de “..si les decía lo que iba a hacer no me votaban”. Menem no tenía la menor idea de que dos años después de asumir iba a implementar el plan de convertibilidad de Cavallo. Hubo que sufrir a Roig, Rapanelli y a Erman Gonzalez hasta llegar a Cavallo.
Cuando hablamos de presentar la crisis no se trata de “comentarios espasmódicos” sobre las noticias que van ocupando la agenda de los medios. Por el contrario, se trata de “construir una nueva agenda” que vaya presentando en sociedad la gravedad de los problemas que nos están llevando al derrumbe de la Nación. La educación pública hace años que no enseña más, la salud pública está devastada y las obras sociales y las Prepagas están destruyéndose paulatinamente. La seguridad pública está amenazada por el avance del narcotráfico y la presión de la RAM en el sur del país significa un desafío para el Estado Nacional. Pese al tremendo deterioro en los servicios del Estado, el gasto público está desbordado y la presión fiscal es cada vez más alta. Con las jubilaciones en un piso histórico, los salarios públicos más bajos de los últimos 20 años y la deuda pública que no para de crecer, no parece que la cuestión se solucione con un programa tradicional de estabilización. Hace falta mucho más que “un plan”.
Los dirigentes de la coalición opositora tienen la llave de la única posibilidad que tiene hoy la Argentina para revertir el derrumbe. Es necesario comenzar a presentar en sociedad las ideas y las políticas públicas a implementar para recuperarnos. Un nuevo gobierno nunca tendrá la capacidad política para enfrentar exitosamente a los grupos de presión que impiden los cambios. Solamente con el apoyo de la sociedad es que se pueden doblegar los intereses corporativos que defienden el status quo. Podemos seguir despotricando contra el déficit que significa sostener una línea de bandera ineficiente como Aerolíneas Argentinas, pero ese debate hay que darlo ahora para obtener el crédito social respecto a la necesidad de que el Estado deje de hacerse cargo de pagar la cuenta de una empresa inviable.
El régimen de exenciones impositivas para Tierra del Fuego, es otro ejemplo de ventaja corporativa insostenible. Lo mismo ocurre con todas las rémoras de un Estado que se construyó hace 80 años. Télam, Radio Nacional, la Televisión Pública, son tan insostenibles como inapropiadas para los desafíos que enfrenta la Argentina en el siglo XXI. Podríamos señalar muchos ejemplos más a nivel del Estado Nacional, pero lo mismo ocurre con otros temas también fundamentales que no pasan por la estructura del Estado, como la necesaria modernización de la legislación laboral así como la justicia laboral. El régimen previsional, las jubilaciones de privilegio, son desequilibrios estructurales fundamentales que deben comenzar a ser removidos para poder construir una alternativa superadora para la Argentina.
El pesimismo que se respira en nuestra sociedad respecto al futuro es consecuencia de la sensación de que nuestros dirigentes no tienen la convicción necesaria como para recorrer el camino de las reformas estratégicas que el país necesita. Faltan 10 meses para las PASO. Es poco tiempo, pero la posibilidad de transformación todavía está. La sociedad perdió la esperanza y va a premiar a aquellos dirigentes que expliquen qué van a hacer, cómo lo van a hacer y con quién lo van a hacer.
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