Carta de un padre a un hijo que deja la Argentina: “Suerte en Qatar, Marco”

Se estima que hay cerca de un cuarto de millón de residentes argentinos trabajando directamente para el exterior: sea como programadores, asistentes, editores de texto, video o sonido, ilustradores y miles de tareas que pueden ser remotas

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Doha, la capital del Qatar
Doha, la capital del Qatar (REUTERS/Hamad I Mohammed)

- “¡Buena suerte en Qatar, Marco!,” le dije. Pero mi hijo de 20 años no se fue a jugar con la Selección. Ni siquiera le gusta el fútbol.

Con una mezcla rara de orgullo, tristeza y algún miedo que trataba de ocultar lo despedí porque se fue a cocinar a Medio Oriente, siguiendo con su ambiciosa carrera, dejando un trabajo genial en uno de los mejores restaurantes del país. De tal palo tal astilla.

Poco antes de salir para Ezeiza, me encontré con un informe que asegura que el 70% de los alumnos de la ciudad de Buenos Aires piensa en trabajar fuera del país y solamente 7,7% está seguro de no hacerlo. ¿Qué pasará en el resto del país?

Hay básicamente cuatro grandes tendencias que llevan a que los jóvenes argentinos piensen en irse del país; de lo general a lo particular son:

- Globalización de la información: sabemos cada vez más de otros países. Ya no solo los estudiamos un poco en Geografía, nos cuenta algo un tío viajero o recibimos los fascículos de “24 husos 24 tomos”, sino que hasta vemos sus series, seguimos a sus influencers e interactuamos con gente a la que nunca vimos. Eso sin duda nos abre la cabeza: el mundo está mucho más cercano de lo que estaba cuando nuestros bisabuelos pasaban toda su vida a no más de veinte kilómetros de donde habían nacido -excepto los que migraban, que lo hacían una vez y para toda la vida.

El 70% de los alumnos de la ciudad de Buenos Aires piensa en trabajar fuera del país y solamente 7,7% está seguro de no hacerlo

- Globalización del transporte: “Nos vamos”, dijo mi abuelo a mi abuela y a mi mamá en Austria en 1938. La decisión fue escapar de los nazis. Terminaron en Buenos Aires, después de semanas de viaje, sin hablar el idioma, sin dinero. Nunca se les cruzó por la cabeza volver o migrar a otro lado. Hoy, ir es mucho más simple. Igual que volver. Más allá de las chicanas de uno y otro bando, la experiencia de trabajar en otro país, otra cultura, construir relaciones y aprender es cada día más valiosa -y valorada.

- Epidemia de mediocridad: algunos mensajes habituales (“¿De qué te quejás, si cobrás el sueldo todos los meses?”, “En este país la guita no se hace laburando”, o la demodé y católica frase que promete el reino de los cielos para los pobres) más las críticas a los ricos o exitosos y el creciente empleo estatal (en donde casi no hay premios ni castigos) dan la señal de que hacer las cosas bien no genera resultados positivos. Así, un joven que realmente quiere destacarse por lo bueno pensará que no vale la pena… O buscará otro mercado en donde hacerlo.

- Falta de oportunidades: mientras la población creció, desde 2012, al 1% anual, el empleo privado lo hizo al 0,1% anual. Así, vamos viendo cómo las puertas de las empresas se cierran y las posibilidades de tener un negocio se alejan. Quienes hoy tienen 17-20 años nacieron entre 2002 y 2005, son los hijos de la crisis: está demostrado que nacer en una crisis económica tiene consecuencias negativas sobre la longevidad y los ingresos de esos futuros adultos.

Los primeros dos motivos que llevan a que más jóvenes quieran irse no pueden ser cambiados sin hacer cosas inaceptables, como cerrar las fronteras o internet. El foco debe estar en los otros dos.

Mientras la población creció, desde 2012, al 1% anual, el empleo privado lo hizo al 0,1% anua

La falta de oportunidades y la epidemia de mediocridad plantean un escenario muy pesimista: quisimos hacer un país hospitalario, con una Constitución generosa en la que invitamos a “todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”, y parece que cada vez menos personas desean aceptar esa invitación. ¿Quién elegiría nuestro país, en el contexto actual, para desarrollarse y continuar con su vida? Ese es un desafío que debería ser política de Estado: que la Argentina sea, nuevamente, atractiva para todas las personas del mundo.

¿Qué hacer mientras tanto? Frente al desinterés de nuestros políticos, solo enfocados en su corto plazo, sólo nos queda arremangarnos y tomar decisiones para estar mejor individualmente y como familias.

Una opción es buscar trabajo en el exterior. Marco hace años quiere ser cocinerochef. Empezó una carrera afín y, en paralelo, buscó empleo… por Instagram. “¿Cómo no me pediste ayuda?”, le dije casi indignado. Es que su camino sonaba absurdo para alguien nacido en el siglo XX. Pero él tuvo varias entrevistas y consiguió trabajo en un restaurante… Y a los cinco meses ya estaba trabajando en otro, uno de los mejores de la Argentina. “¡No podés quedarte tan poco tiempo en un lugar, hijo!”, quise decirle. Pero recordé algo que repito a otros: a medida que la expectativa de vida se alarga, la de las empresas se acorta y pasaremos menos y menos tiempo en cada lugar. Aprendió muchísimo, pudo experimentar y, en algún momento -también sin contarme-, aplicó para ver si conseguía empleo como cocinero en Qatar. Tres entrevistas más tarde, ya tenía su puesto en un restaurante argentino en un hotel increíble que inaugura en septiembre en Doha.

También, claro está, existe otra posibilidad, de la que se habla poco pero aparece cada vez más. La de “irse sin irse”, supliendo la falta de personal en otros países. Cada vez más empresas multinacionales aprovechan los bajos costos argentinos para instalar aquí sus centros de servicios para la región -y a veces para todo el mundo. Los sueldos en esos entornos suelen ser más atractivos, acercándose a niveles internacionales y, muchas veces, ofrecen trabajos híbridos (con home office).

Quienes hoy tienen 17-20 años nacieron entre 2002 y 2005, son los hijos de la crisis

Irse sin irse no requiere de una empresa en el país. Se estima que hay cerca de un cuarto de millón de residentes argentinos trabajando directamente para el exterior: sea como programadores, asistentes, editores de texto, video o sonido, ilustradores y miles de tareas que pueden ser remotas. Estas personas cobran en dólares y se encuentran con el laberinto de traerlos al país sin que el Estado se los quede (sí, hasta cierto límite ahora es más simple pero la operatoria no está aceitada). Y, mientras operan con criptomonedas y buscan otras opciones para que su esfuerzo no se pierda en un barril sin fondo, la cantidad de personas en esta situación se hace imposible de medir. ¿Cómo encontrar estas oportunidades? LinkedIn es una posibilidad, en donde podemos buscar empleos a nivel global que sean 100% remotos y muchas veces ni siquiera pidan el requisito de saber inglés (en este link, por ejemplo: leopiccioli.com/remotoenlinkedin).

¿Qué sucede cuando un hijo se va? Mezcla de emociones: orgullo por el coraje y el logro, tristeza que anticipa todo lo que lo extrañaremos, más la clara preocupación por estar lejos físicamente de ese niño que olvidamos que ya es adulto. Y sentir, en carne propia, lo que implica vivir en un país que prefiere no ofrecer oportunidades a los jóvenes.

Buena suerte en Qatar, Marco.

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