De Bergoglio Papa a Zatti Santo
Este cronista se encontraba del centro hacia adelante de la Plaza San Pedro en Roma, aquel lluvioso 13 de marzo de 2013, era ya noche cuando, tras el anuncio del nombre del nuevo Papa, se oyó a la multitud corear su primer reclamo,… “¿Chi é? ¿Chi é?” Palabras que se confundían con el “¿Quién es? ¿Quién es?” de los fieles de lengua española y con menor intensidad los “¿Who? ¿Who?” de la lengua inglesa, sin embargo, la diversidad de idiomas, se unían en un mismo gesto de desconcierto y alegría en un único significado.
Entre los argentinos, mucho más entre los extranjeros, intuimos que se produjo un suceso análogo, cuando se anunció la canonización de Artémides Zatti. Sólo los muy bien informados recordarían que era de la Patagonia argentina, un hermano (laico) salesiano que había sido beatificado por el Papa Juan Pablo II, hasta que el 27 de agosto de este año Francisco anunció que proclamaría su santidad.
Nosotros publicamos en este medio algunas referencias biográficas. A esta hora del domingo 9 de octubre la profusión de noticias que generó en nuestro país en la prensa escrita nacional y local es bien grande. En la web, este medio es uno de los que, junto a portales católicos como AICA, Zenith, Aleteia, Vida Nueva, cadenas de radio como Radio María, la Cope de España, cuenta con más artículos publicados sobre el hasta ayer desconocido Artemides.
Cuando las imágenes valen más que mil palabras
La Orden Salesiana realizó recientemente una breve película sobre dimensiones de la vida de Artémides Zatti. Película que trasmite con veracidad testimonial el profundo sentido de la vida vivida por el santo; la historia nos explica quién fue, con que pasión desarrolló una vida ejemplar de hermano salesiano y de prójimo. Se titula “Zatti, hermano nuestro” escrita y dirigida por Ricardo Cámpoli y Pedro Narambuena, se la puede encontrar en su sitio web.
La prensa local anunció la canonización y acompaña hoy al santo de la Argentina
Sí, Artémides Zatti fue un ciudadano argentino. Un hermano salesiano. Un real samaritano, enfermero, farmacéutico, un sanador extraordinario, de “bajo perfil”, entregado a asistir a los demás, un hermano callejero.
Entre los “milagros” que Artémides realizó fue demostrada de manera contundente la curación de un individuo con un “ictus isquémico irreversible” agravado por una fuerte hemorragia que había sido desahuciado por los neurólogos y médicos clínicos que lo examinaron. Le dijeron a la familia del paciente “llévenlo a su casa porque se muere”. Una familia muy creyente, un hermano salesiano que conocía el poder sanador de Artémides Zatti, como él discípulo de Don Bosco, rodeando al filipino rezaron con gran fe por la intercesión ante el Señor del Beato Artémides Zatti y a los pocos días el enfermo milagrosamente se recuperó.
Artémides Zatti
Hijo de una familia del norte de Italia llegó a la Argentina a los 16 años con sus padres y hermanos. Siendo un joven de poco menos de 20 años ingresó por una fuerte vocación en la familia salesiana en Bernal. En el Aspirantado contrajo una tuberculosis cuidando a un sacerdote. No se había graduado aún. Fue trasladado, por esa circunstancia al hospital salesiano de Viedma donde Artémides aceptó su enfermedad y se puso en manos de la Virgen María Auxiliadora. A fines del siglo XIX y comienzos del XX era una enfermedad que solía tener un desenlace fatal. El capellán del establecimiento, padre Evasio Garrone, le dijo: “Si Ella te cura, te invito a que te dediques durante toda tu vida a estos enfermos”. Artémides prometió dedicarse a los enfermos de ese hospital, se curó y cumplió con su promesa renunciando a ordenarse sacerdote. Se consagró a ellos y a la administración del Hospital que llegó a dirigir a partir de la muerte del salesiano Garrone en 1911. A partir de entonces Zatti será el enfermero, administrador y farmacéutico del Hospital Salesiano.
“Su deber es llamarme y mi deber es acudir”
Su servicio en el hospital trascendió y se supo de sus condiciones en la ciudad, entonces frente a las necesidades extremas a cualquier hora lo llamaban y él concurría. Siempre lo hacía en bicicleta. Su fama de enfermero santo se propagó por los confines del territorio más austral del mundo y le llegaban pacientes de toda la Patagonia. Se repetía a diario que los pobres hombres que no podían levantarse de la cama lo reclamaban. Cuando Zatti llegaba en la madrugada y los enfermos se disculpaban por haberlo mandado a llamar desde tan lejos y a esas horas, casi siempre con viento y frío, él respondía con entusiasmo: “¡Su deber es llamarme y mi deber es acudir!”
Veía en los rostros de los enfermos el rostro de Jesús
Artemides Zatti amaba a sus enfermos. Seguía sin esfuerzos aquel consejo de Don Bosco a sus primeros misioneros enviados a la Argentina: “Cuiden especialmente a los enfermos, a los niños, a los ancianos y a los pobres, y se ganarán la bendición de Dios y la simpatía de la gente”. Veía en los rostros de los enfermos, de los pobres, de los descartados, el rostro de Jesús. Cuando pedía a las monjas ropa para un muchacho recién llegado les decía: “Hermana, ¿tiene ropa para un Jesús de 12 años?” Estudia en la ciudad de La Plata y regresa graduado en farmacia para proseguir con su misión. Cuando falleció, el 15 de marzo de 1951, eran incontables los enfermos que Don Zatti había sanado.
“El dinero sirve para hacer el bien o no sirve para nada”
Cuentan que en Viedma todos sabían: si Zatti salía de delantal blanco, iba a atender enfermos; si se ponía el sombrero, iba en busca de plata. “¿No querría prestarle al Señor cinco mil pesos?” – preguntaba en casa de quien sabía que podía dar algo por los demás. Cuando visitaba a algún enfermo en apuros, dejaba disimuladamente unos billetes dobladitos junto a las medicinas. “El dinero sirve para hacer el bien o no sirve para nada” , afirmaba convencido.
Cuando iba al banco a pedir un crédito, en la declaración de bienes ponía a sus enfermos. “¿O acaso cada ser humano no vale más que mil ovejas”? Si alguien le reprocha que gasta demasiado en remedios, respondía: “La Providencia es rica”.
Cuando en el Hospital no había más camas y había que internar un enfermo Don Zatti dormía en el suelo y cedía la suya. En cuanto a la tarifa, siempre repetía: “El que tiene poco, paga poco; el que no tiene nada, no paga nada”.
El Papa Juan Pablo II lo beatificó -y al cabo de un largo trámite -el Papa Francisco este domingo lo canoniza, es decir, lo declara “santo” de la Iglesia católica.
¿Qué es la santidad hoy en día?
El pasado jueves 6 de octubre el Papa Francisco habló precisamente a los participantes de un congreso titulado “La santidad hoy” y dio algunas orientaciones para comprender qué es la santidad. Dijo:
La santidad se descubre en “el pueblo santo de Dios”
“…es importante descubrir la santidad en el pueblo santo de Dios: en los padres que crían con amor a sus hijos, en los hombres y en las mujeres que realizan con dedicación su trabajo cotidiano, en las personas que sobrellevan una enfermedad, en los ancianos que siguen sonriendo y ofreciendo sabiduría. El testimonio de una conducta cristiana virtuosa, vivida hoy por tantos discípulos del Señor, es para todos nosotros una invitación a responder personalmente a la llamada a ser santos”.
Es preciso comprender -decimos nosotros -que no todo lo popular es santo, pero lo santo se encuentra en el “pueblo” y no en el solipsismo o ensimismamiento del individuo aislado.
Cristianos ejemplares como lo fue el nuevo santo argentino son -dice Francisco - “como modelos, intercesores y maestros” después declarados por la Iglesia cuando oficialmente reconoce esa calidad.
No se llega a la santidad haciendo “gimnasia espiritual”
“De hecho, la santidad…(no resulta de) una gimnasia espiritual, es, ante todo, la experiencia de ser amados por Dios, de recibir gratuitamente su amor, su misericordia.”. Este estar ligado a Dios y en consecuencia, capacitado para recibir su mensaje, este don de tener una voluntad y acción permanentes de ser fieles a la Palabra del Evangelio es la que enciende la llama de la santidad. Y ello nos da -dice Francisco “la certeza de poder afrontar todo con la gracia y la audacia que provienen de Dios”. Gracia, audacia y alegría.
Humor, santidad y el valor del juego compartido
Otro testimonio sobre Don Zatti dice que la mejor medicina que suministraba era él mismo con su actitud, las bromas, la alegría, el cariño. No solo quería administrar medicamentos, sino ayudar a los pacientes a ver su situación, un signo de la voluntad de Dios”. Y otros cuentan que cuando ingresaba a la mañana temprano a la sala de los internados preguntaba sonriendo “¿ Respiran todos?” y repartía las medicinas del día cama por cama. Después de un café con leche, comenzaba la vuelta en bicicleta por toda la ciudad. Sus únicos descansos eran a la hora de las comidas y al final de la tarde cuando podía pasaba un rato en la cancha de bochas, junto a los pacientes.
Dice Francisco que “una dimensión de la santidad es el sentido del humor. Alguien solía decir: ‘Un santo triste es un triste santo’: no cuenta. Saber disfrutar de la vida con sentido del humor porque el humor aligera el alma”.
Los santos no provienen de un “mundo paralelo”, dice el Papa
“Los santos… son creyentes que pertenecen al pueblo fiel de Dios y que están insertados en la cotidianidad, compuesta por la familia, el estudio, el trabajo, la vida social, económica y política” dice el Santo Padre, son reconocidos por el pueblo en el que se desenvuelven y luego por la Iglesia de Roma. Y eso mismo es lo que sucedió con el llamado “enfermero de los pobres” o “enfermero de la Patagonia”.
“La fama sanctitatis” o consenso del pueblo de Dios
En el mismo sentido de lo dicho en el párrafo anterior el Papa afirma que “La fama sanctitatis no proviene en primer lugar de la jerarquía, sino de los fieles”. En el caso del nuevo santo argentino, más allá de que siendo laico formaba parte de la orden salesiana, no fue la jerarquía eclesiástica la que descubrió la santidad de Artémides sino los pobladores de la Patagonia a favor de quienes de modo incondicional los ayudó con pasión samaritana, con fe y alegría.
Por otra parte, el Papa dijo que “un elemento que comprueba la fama sanctitatis o la fama martirii es siempre la fama signorum.” Esto último ocurre cuando los fieles, convencidos de la santidad de un cristiano, recurren a su intercesión celeste. Como cuando las novias piden a San Antonio que les de un novio. O cuando en circunstancias de un pariente, amigo o personales con riesgo de vida invocamos, por ejemplo a San Juan Bosco o a Artémides Zatti, para que Dios acoja nuestras oraciones y cure al dolido.
La vida de los santos es un catecismo con imágenes
La vida de los santos -afirmó Francisco- “es como un catecismo con imágenes, la ilustración de la Buena Noticia que Jesús trajo a la humanidad, que Dios es nuestro Padre y ama a todos con amor inmenso y ternura infinita”.
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