Ese pibe que todavía me acompaña, ese joven aprendiz de periodista que se topó con tu sencilla sapiencia de maestro-compañero de laburo, cuya inexperiencia supiste orientar con generosidad, estará siempre eternamente agradecido. Sé que adeudo mucho y agradecí poco.
Sé que nunca llegaré a subir ni al nivel de tu tobillo como profesional, que entregó sin mezquindad toda su experiencia a sus compañeros, hasta en talleres de periodismo que vos mismo dictaste junto con otro maestro, Don Luis Clur. “Camino al reportaje” se llamó la serie de charlas de las que nos íbamos con la convicción de que sólo sabíamos que no sabíamos nada. Hasta un manual de estilo surgió de esos encuentros, que con tu experiencia, se transformaron en un curso de grado y posgrado de periodismo.
Tu estilo marcó toda una generación y tu rigor profesional nos elevó la vara de tal manera que creo que nunca lo vamos a alcanzar. Es por eso que tenemos que seguir aprendiendo todos los días, aquello de informar para transformar. Que el periodismo está para contar lo que hace falta, para hacerle mejor la vida a la gente, para cambiar las cosas, para mejorar el mundo. Diciendo incluso lo que algunos no quieren o se niegan a escuchar. Preguntando lo que algunos no quieren responder y se molestan cuando les preguntan.
En lo personal, en las horas de mayor incertidumbre me rescataste junto con Mónica de la pesadilla de no saber si iba a tener trabajo o no. “Tranquilo Luisito, acá estamos nosotros”, fue la frase, con una sonrisa y mucho afecto. Y unos días después arrancaba la nueva versión de Telenoche en la década del 90, que me puso al lado de ustedes.
Ese aprendiz jamás incorporó todo lo que ustedes sabían y compartían generosa y abnegadamente, pero estará eternamente agradecido y comprometido a ayudar a otros de por vida. Porque ese es el camino... Acompañar a tus compañeros y consolidar el espíritu de equipo para que todos den lo mejor de sí con un único objetivo: estar al lado de la gente.
Título y bajada. Hablá corto y preciso. Sin adjetivos... Un hecho contalo claramente, con palabras simples y sin sobreactuar... Si preguntás, no afirmes, preguntá sin contextualizar... Y lo mejor, escuchá, porque si no no podés repreguntar y en la repregunta está el título que te va a dar el entrevistado para la nota.... Parece que te escucho. Sé que no aprendí nada, pero prometo seguir practicando. Y en cada nota, en cada presentación, vas a estar ahí con una sonrisa y aliento, para que todo salga bien.
¡Gracias, maestro querido! ¡Gracias, Gaucho! Te abraza Luisito, que nunca te va a olvidar.
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