En la Argentina nos hemos acostumbrado al corto plazo, vivimos en un vértigo permanente por la inestabilidad y se nos hace muy difícil levantar la cabeza de la coyuntura y poder pensar en el futuro. Las reiteradas crisis económicas, la inflación que ya roza los tres dígitos, la inseguridad y la falta de reglas claras nos arrastran a un cortoplacismo que justamente dificulta la salida de ese espiral descendente en el que venimos cayendo.
Lo paradójico es que para lograr un camino de desarrollo es imprescindible implementar políticas públicas de largo plazo. Debemos hacerlo con un sentido de urgencia, porque el presente es trágico y no hay tiempo que perder, pero entendiendo que las reformas estructurales que la Argentina necesita llevan tiempo y los resultados no serán inmediatos. Esta tensión se da especialmente en el ámbito de la educación.
En la Fundación Pensar abrazamos este desafío. Por eso desde hace meses comenzamos a diseñar políticas educativas nacionales y provinciales para salir de la crisis que venimos arrastrando desde hace décadas y que el kirchnerismo ha profundizado con sus malas políticas: extendió en exceso el cierre de las escuelas y convirtió a la educación en un ámbito de política partidaria, en el que ya no se valora ni la excelencia ni la meritocracia.
Para pensar la Educación desde una mirada federal, hemos armado equipos de trabajo en todas las provincias, e invitado a participar a personas que han estado en el gobierno, legisladores, directores y maestros. En el proceso, vamos aprendiendo de jurisdicciones como CABA y Mendoza, que están hace tiempo llevando adelante reformas valiosas. También analizamos las nuevas oportunidades que surgieron a raíz de la tragedia de la pandemia, que aceleró cambios y transformó el mundo profundamente.
La educación argentina está sobrediagnosticada. Contamos con sobrada evidencia empírica de la crisis y miles de comentarios de analistas que han hecho su carrera de elaborar diagnósticos y teorías sobre los problemas. Por eso, los planes de la fundación se centran en las soluciones y las propuestas.
Partimos de objetivos concretos y desarrollamos cada detalle para lograr su implementación: el presupuesto que demandan y la disponibilidad de recursos, la normativa que debe respaldar cada reforma, el análisis del mapa de actores implicados, las resistencias que puede despertar la política, la comunicación y difusión, entre otros aspectos.
Algunos de los ejes de trabajo que estamos abordando se enfocan en la carrera docente y la importancia de los resultados de calidad educativa, la alfabetización, las evaluaciones sistemáticas, el acceso a la información, la acreditación de los trayectos de educación superior, el funcionamiento del Consejo Federal de Educación y la integración de los programas de educación y trabajo, hoy dispersos en once dependencias nacionales, y con poco impacto.
Para fortalecer nuestro trabajo, los primeros días de septiembre realizamos el Encuentro Federal de Educación en Mendoza, en el que referentes nacionales como Soledad Acuña, Alejandro Finocchiaro y José Thomas compartieron su visión y su experiencia. Más de ochenta referentes de todas las provincias, legisladores, líderes políticos, docentes, directores, nos encontramos durante dos días con una agenda que atravesó todos los temas que venimos trabajando. El encuentro permitió fortalecer la red de trabajo federal y dar cuenta de la importancia que la educación tiene para nuestro espacio. Y a su vez, empezar a armar y consolidar equipos de trabajo.
Los desafíos que enfrentamos en la Argentina serán más profundos que aquellos del 2015, porque el kirchnerismo nos ha hecho retroceder en todos los sectores, pero muy particularmente, y pareciera que con intencionalidad, en educación. Esta realidad se acentuó en los últimos meses por los recortes de presupuesto que han hecho y que planean sostener en el 2023. Para enfrentar estos retos harán falta ideas, pero también los mejores equipos, personas con vocación por transformar, con pasión por mejorar la educación y con audacia para enfrentar tantos grupos de interés conservadores que hace décadas priorizan sus privilegios por sobre los aprendizajes de los alumnos.
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