Hace un tiempo conocí a un chico en una fiesta. Luego de esa noche, nos seguimos chateando por varios días. Ambos nos escribíamos seguido y nos respondíamos historias diciéndonos cosas lindas, divertidas y en donde siempre se notaban las ganas de vernos lo más pronto posible. Al mes, me animé a romper el hielo: lo invité a salir. Él parecía contento y ansioso por verme, pero sin embargo esbozó un balbuceo donde expresaba que sí… pero que en concreto era un no. Sin embargo, seguía respondiéndome historias, likeando y rondando por mi mundo virtual. A mí todo eso me generaba mucha confusión. ¿Qué quería? No entendía cuál era entonces el propósito de nuestras interacciones meramente virtuales. Dejé pasar unos días, pero todo seguía en ese terreno ficticio de redes. Entonces lo volví a intentar y pasó lo mismo, otra vez el sí pero no. Así que me corrí. Pero no pude dejar de preguntarme: ¿será que algunes solo quieren vincularse virtualmente?
El orbiting es una conducta que vemos cada vez más en redes sociales. En teoría el concepto surge a partir de conductas en parejas que se separan: mirar historias de Instagram, dar me gustas, reaccionar al contenido e incluso entablar una conversación. Es decir, seguir presente de forma virtual en la vida de la otra persona pero no de forma real. A mi parecer, este fenómeno no ocurre solo entre quienes tuvieron una relación, sino muchas veces también entre quienes no se vincularon (aún). Escuché este concepto por primera vez hace poco en un video que encontré en Instagram y me pareció de lo más acertado; muchas veces sucede que nos hablamos con una persona en términos sexoafectivos, es decir, hablamos con alguien que nos gusta y que, “en teoría”, está claro que al otre también le gustamos, pero, aún así… no se concreta el encuentro. ¿Es entonces el orbiting otra forma de decirle a la histeria? No lo sé, puede ser. Pero más allá de esto, me interesa pensar por qué nos encontramos cada vez más con estas formas de relacionarnos.
Personas con las que une se habla, te merodean y hasta incluso te dicen que te quieren ver, pero… cuando les proponés concretar nunca pueden o patean el encuentro poniendo excusas vagas. No todes tenemos los mismos tiempos, ni las ganas, ni la personalidad. Entiendo que incluso también une puede cambiar de opinión mil veces. Pero, lo particular de este fenómeno no es la no concreción en sí, sino que, a pesar de eso, el otre siga “estando ahí”. Esa persona trata de mantenerse en tu órbita o, mejor dicho, de mantenerte en su órbita, estar presente, pero con cierta distancia.
Esto genera confusión y ambigüedad debido a los constantes mensajes contradictorios. La pregunta es: ¿para qué? Las razones por las cuales alguien puede decidir no concretar un encuentro pueden ser muchas y válidas. Pero cuando empezamos a ver que estas acciones se repiten con distintas personas y en distintas circunstancias, entonces es que empieza a armarse un patrón, y que es importante preguntarnos qué nos genera esta “falsa presencia” y cómo nos afecta.
El orbiting consiste en “tenerte ahí” por las dudas. Algo muy parecido a lo que sucede al cocinar un pollo al spiedo: tener varios pollos asándose a la vez, pero no comer ninguno en particular. Tenerlos “por si acaso”. Suena raro, pero al mismo tiempo vivimos cada vez más en una realidad en la que nos “comunicamos” con miles y miles de personas a la vez sin comunicarnos verdaderamente con nadie. “Compartimos” más que nunca sin compartir, y somos testigos de las vidas privadas de las personas sin participar.
No es tan extraño entonces que la idea de concretar, de tener encuentros reales, de verse cara a cara sea algo que se vuelva cada vez más difícil. Tampoco me parece extraño que la ansiedad y el vacío que nos generan las redes sociales nos haga creer que tener muchas personas “ahí”, “por las dudas”, puede ser el antídoto para la soledad que sentimos. Estamos atravesando un momento en el que da pánico el contacto directo y el compromiso del presente.
No digo que no puedan existir relaciones o vínculos virtuales, que se sostengan y construyan desde ahí, el problema sería que las dos partes (o cuantas sean) quieran lo mismo y acepten ese mismo código. Que las intenciones sean claras.
Porque ese “estoy ahí”, pero sin estar verdaderamente puede resultar muy frustrante. Y hasta, a veces, mantener cierto contacto y vínculo por si en algún momento hay un cambio de opinión, también puede resultar humillante.
Sabemos cómo son las reglas de las redes sociales hoy, sabemos que eso que pensábamos que no significaba tanto, hoy en día puede significar un montón. Sabemos que lo que ocurre en el mundo virtual nos afecta de manera real y que del otro lado siempre hay una persona de carne y hueso. Por más que no nos demos cuenta, nada de lo que hacemos en las redes es gratuito y todo, aunque tal vez no lo pensemos de manera clara y consciente, significa algo.
Lo importante entonces para mí es poder comunicar cuando alguien nos está haciendo orbiting y nosotres no queremos eso. Incluso si notamos que nosotres mismes estamos teniendo estas conductas, poder preguntarnos qué queremos realmente y qué le estamos proponiendo a la otra persona. Qué estamos poniendo por delante a la hora de relacionarnos: ¿nuestro terror a la soledad?, ¿nuestra inseguridad a la hora de exponernos? Ante todo, creo que no debería darnos miedo preguntarle al otre qué quiere y, más importante, aún: decirle qué queremos nosotres.
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