El funeral de la reina, visto desde Londres

El último adiós a Isabel II fue un fenómeno que abarcó a todas las clases sociales, pero también a todos los grupos étnicos que conviven en Gran Bretaña

Los grandes cambios en las tecnologías de la comunicación ocurridos en los últimos setenta años han dado una repercusión global a este funeral, mucho mayor que el de su padre, Jorge VI

El funeral de la reina Isabel II visto desde Londres, muestra las particularidades de la sociedad británica, al iniciarse la tercera década del siglo XXI.

Los grandes cambios en las tecnologías de la comunicación ocurridos en los últimos setenta años han dado una repercusión global a este funeral, mucho mayor que el de su padre, Jorge VI. Cien jefes de Estado y más de cuatrocientos invitados especiales (gran parte de los cuales también presidieron gobiernos), son una muestra de esta repercusión global sin precedentes.

Un cuarto de siglo atrás, el funeral de Lady Di llevó a que muchos analistas plantearan apresuradamente que la repercusión alcanzada por la Princesa de Gales iba a quebrar el sistema monárquico británico. Posiblemente, ese fue el momento más difícil del reinado de Isabel II. Pero su combinación de paciencia, perseverancia y habilidad le permitieron superarlo plenamente.

A las 21 horas del domingo 18 de septiembre se instituyeron dos minutos de silencio para conmemorar su fallecimiento. Todos los británicos lo guardaron con exactitud. En las calles de Londres, quienes no eran ciudadanos británicos se sumaron igualmente y de buena gana y participaron del aplauso posterior. Incluso se respetó dentro de bares y restaurantes, y lo mismo se repitió a las 12 horas del lunes 19, mientras la gente se agolpaba para dar el último adiós a quien fuera su soberana durante tantos años.

Hay quienes en el Reino Unido propugnan la abolición de la monarquía, pero son pocos y eludieron cualquier tipo de manifestación, conscientes de la amplitud de la congoja de la sociedad.

Los distintos sectores de la vida británica se sumaron con múltiples manifestaciones. Las librerías exponían decenas de títulos sobre la reina, que fueron editados y publicados en las últimas décadas, y también muchos otros sobre su extinto marido, el príncipe de Edimburgo. Las casas de moda de la Avenida Sloane (Chanel, Versace, Prada y otras) se sumaron poniendo en sus vidrieras solo vestidos negros. En la mañana del funeral, aproximadamente la mitad de quienes se agolpaban para ver pasar el féretro llevaban alguna prenda negra en señal de luto. En la noche del lunes 19, todos los canales de televisión interrumpieron su programación cada 15 minutos para poner en pantalla la foto de la reina en su plenitud y exaltar su dimensión histórica.

El funeral es un fenómeno que abarca a todas las clases sociales, pero también a todos los grupos étnicos que conviven en Gran Bretaña. Cientos de miles de personas hicieron colas de entre 14 y 24 horas para inclinarse un instante frente al féretro de la capilla ardiente. A simple vista se podía observar que muchos de ellos claramente no provenían del tronco étnico británico: indios, pakistaníes, iraníes e iraquíes, todos de países donde el Imperio se desarrolló con intensidad. De África también hubo nacidos en Kenia, Sierra Leona, Ghana y otros países. Los caribeños tuvieron lógicamente una presencia menor. Pero también podían observarse otros que nunca pertenecieron al Imperio, como coreanos y chinos, ajenos en su mayoría a Hong Kong.

Hay quienes dicen que eso no es nuevo y que tiene sus raíces en que el Imperio más grande del mundo daba, en el siglo XIX, un trato especial a sus leales en las colonias. Para fundamentarlo se han publicado distintas obras, incluso una que sostiene que marinos africanos provenientes del Caribe lucharon bajo órdenes del Almirante Nelson en Trafalgar.

Pero la realidad es que el gran cambio se ha dado en el Gabinete proveniente del partido conservador y que fue designado por la Primera Ministra Liz Truss dos días antes del fallecimiento de la reina. Las Secretarías de Interior y de Comercio; el Ministerio de Relaciones Intergubernamentales; la Secretaría de Negocios, Energía y Estrategia Industrial; la Secretaría del Tesoro y, tal vez el más relevante, el Ministerio de Relaciones Exteriores (Foreign Office), están presididos por británicos cuyos padres no nacieron en el Reino Unido. Se trata de una participación inédita para cualquier gobierno británico, que supera lo que se veía en las calles respecto a la multiplicidad étnica de la sociedad británica.

Para la sociología política quedará explicar cómo este Gabinete ha surgido de una Primera Ministra electa por los 170.000 afiliados al partido conservador, de los cuales solo el 4% proviene de migrantes no europeos.

Para algunos especialistas muy específicos sobre el futuro de la monarquía, no pasan desapercibidos algunos riesgos geopolíticos hacia el futuro. Catorce países del mundo reconocen al monarca británico como su Jefe de Estado. A Canadá, Australia y Nueva Zelanda se suman tres islas en Oceanía y ocho islas-estado del Caribe. Cuatro de ellas son miembros del ALCA, fundado por Chávez y Fidel Castro en la primera década de este siglo; dos, San Vicente y las Granadinas y San Cristóbal y Nieves, votaron en la OEA meses atrás, contra la suspensión de Rusia como observador en este organismo internacional; y otro de ellos, Antigua y Barbuda -que tiene solo 100.000 habitantes-, ha convocado a un referéndum en 2023 para definir si desconoce o no la autoridad de la monarquía inglesa.

En última instancia, se trata de temas que corresponden a Carlos III y que seguramente pondrán a prueba su habilidad y pericia como nuevo monarca del Reino Unido.

SEGUIR LEYENDO: