Los datos son contundentes. Sólo en lo que va de septiembre (19 días) la leche aumentó un 12% y el yogurt un 9%. La variación interanual del precio del azúcar fue del 190%. La proyección de inflación de la canasta básica anual es del 105%. Hasta el 2014 la Secretaría de Comercio Interior analizaba los costos de las empresas. Todo ese andamiaje fue desarmado. Hoy los empresarios describen cómo llegan al precio de sus productos y el Estado no puede más que creerles porque no tiene manera de cotejar. El 80% del vidrio para envases lo proveen dos empresas. El 85% de los packs de larga vida, una multinacional sueca. La hojalata, una empresa que vende en dólares un 20% más caro que en el mercado internacional. El 50% de los productos que venden los supermercados los producen entre sólo 36 empresas. En el país existen 200 mil puntos de comercialización de alimentos donde realmente compra la población más vulnerable cuyos precios no son cotejados por el INDEC.
Esta semana se conoció el índice de inflación de agosto, el primero que se le puede adjudicar entero a la gestión de Sergio Tomás Massa. En ese sentido hay que reconocer el profesionalismo de Marco Lavagna. El 7% que publicó el Instituto Nacional de Estadística y Censo terminó dejando atrás a todas las consultoras y dejó tibio por no decir frío el índice de la Ciudad publicado por Horacio Rodríguez Larreta que arrojó un módico 6,2% para el termómetro de la oposición.
Esta semana, la clase política argentina hizo onanismo intelectual con una agenda en las antípodas de los problemas de la gente
El gran tema es que, salvo por requerimientos periodísticos, la clase política argentina esta semana no sólo miró para otro lado sino que estuvo haciendo onanismo intelectual con una agenda que está en las antípodas de los problemas de la gente.
El kirchnerismo se apasionó protagonizando una de espías y jugando a descifrar el mosaico de relaciones y contactos detrás de la banda de los copitos. Está claro que pueden aún estar sufriendo una crisis emocional post traumática en una estructura cuya líder fue la víctima y cuyo lugarteniente principal es su hijo. Es decir, una pirámide cuya punta late, para bien y para mal, al ritmo de las relaciones intrafamiliares.
Cristina parece estar intentando un antes y un después del día fatídico
Pero es justamente Cristina la que parece estar intentando un antes y un después de ese día fatídico más allá del hecho en sí. Su reaparición pública rodeada de monjas y curas villeros, con un tono calmo sin levantar el dedo acusatorio y dando las gracias por estar viva y el implícito mea culpa al reconocer que está dispuesta a sentarse a hablar con el propio Mauricio Macri siete años después de haberse negado a entregarle el bastón y la banda, son señales más que claras. El problema es que debajo de ella todos se quedaron pegados en los detalles del episodio en tono de crónica policial.
Bueno sería que en algún momento se detuvieran también a pensar por qué la bala que casi le destroza la cara a Cristina no la intentó disparar un cheto de San Isidro o Recoleta (caricatura del histórico y tradicional odio gorila) sino un integrante del sector social que tradicionalmente representaba el peronismo.
En la otra punta del mapa político las cosas tampoco parecen estar mejor. La oposición esta semana también estuvo ocupada y preocupada por temas más que lejanos a la gente. El tiempo y la energía fueron consumidas por la pelea interna por los lugares a ocupar en el Consejo de la Magistratura, el órgano que controla la disciplina del Poder Judicial y que remueve jueces.
En el radicalismo, un encontronazo casi termina en ruptura, pero por una intromisión directa de Mauricio Macri
Ahí el encontronazo que casi termina en ruptura se vivió dentro del radicalismo pero por una intromisión directa de Mauricio Macri. Todo empezó con la elección de las listas que competirán para elegir los representantes de los abogados para el Consejo. En abril, Patricia Bullrich, Larreta y Gerardo Morales habían acordado un esquema de reparto para ir con una lista común en las elecciones del Consejo de Abogados. El problema se suscitó cuando el radicalismo capitalino que representa la minoría a nivel nacional (Lousteau, Yacobitti y Daniel Angelici) propusieron ocupar su lugar con un abogado cordobés que hasta hoy integra la Magistratura pero como representante del PRO, es decir, como hombre de Mauricio Macri.
Morales puso el grito en el cielo (“a mí Mauricio no me va a manejar el partido”, repetía a los gritos) y el jueves en una reunión para alquilar balcones donde de un lado y del otro amenazaron con la ruptura, el gobernador jujeño logró ganar la pulseada y dejar afuera a Carlos Matterson (el abogado cordobés en cuestión).
Desde ya que no lo hizo solo. Tuvo una gran ayuda de Lilita Carrió. Enterada de los pormenores del entuerto, la líder de la coalición cívica no tuvo reparos en meterse de lleno en la interna radical al gritar por tuiter que el intento de designación de Matterson “una persona que representa los intereses y negocios de Daniel Angelici y el juego es una violación a la República y al modelo de justicia que se pretende llevar como bandera” (sic).
Queda claro que la interna de la oposición está lejos de ser color de rosas. El enfrentamiento entre el radicalismo y los sectores más duros del PRO pero, sobre todo, con Macri, lejos de morigerarse va in crescendo.
Cuando analiza qué hacer el próximo año, si presentarse como candidato a presidente o quedarse en su cómodo sitial actual, Mauricio alega que los radicales “no lo dejarían gobernar ni hacer las transformaciones que se necesitan para el país”. Ese argumento, al parecer, le pesa tanto como los pedidos de su esposa, Juliana Awada, quien próxima a publicar su propio libro, tiene poco interés —dicen— en volver a vivir en la residencia de Olivos.
Por ahora el intento de levantar las PASO es solo una especulación, pero los gobernadores peronistas siguen hablando del tema
Pero si faltaba tema para que definitivamente la agenda de la dirigencia política argentina se disociara totalmente de la de los ciudadanos de a pie, era que empezaran a moverse los hilos tras la especulación acerca de si el gobierno quiere o no levantar las PASO para la próxima elección presidencial. A simple vista la jugada aliviaría al oficialismo y generaría una tensión aún mayor en la oposición. Pero, por lo que quedó demostrado esta semana en Chubut, donde se está dando la misma discusión a nivel provincial, Juntos estaría pensando separado en este tema.
Si bien todos los líderes nacionales del PRO salieron a pronunciarse en contra del levantamiento de las PASO al igual que muchos radicales, el radicalismo chubutense se cortó solo y sumará sus votos al oficialismo local para eliminar las primarias.
Por ahora el intento de levantar las PASO a nivel nacional es solo una especulación. El gobierno formalmente lo desmintió a través de su portavoz. Pero los gobernadores peronistas a los que se les suma el cordobés Juan Schiaretti y un sector del gobierno (Wado de Pedro por su interlocución con el interior y Massa porque necesita más tiempo para estabilizar la economía) siguen conversando en privado sobre el tema.
¿Aguanta la fragilidad económica, política y social del país cinco meses de traspaso de mando?
Aún no se sabe qué piensa Cristina ni la Cámpora. Serán finalmente quienes inclinen la balanza. Lo que sí es cierto es que el año electoral de finalización de mandato presidencial con PASO incluida implica que en marzo ya estarán todos en ritmo elección. Y que de acuerdo al resultado en agosto, como le pasó a Macri en el 2015, podría empezar el velatorio del gobierno.
Si se repitiera la historia, ¿aguanta la fragilidad económica, política y social del país cinco meses de traspaso de mando?
Quizás ese sea el argumento más fuerte para pensar en un posible levantamiento de las PASO. Hoy el gobierno trabaja y acciona con los pies en la tierra. Saben que es muy probable que el año que viene pierdan las elecciones.
Más que especular con el daño que le pueden hacer a la oposición si levantan las primarias están analizando con instinto de supervivencia. El objetivo hoy es que Alberto llegue a entregar la banda presidencial el 10 de diciembre del 2023.
Si en el mientras tanto Sergio Tomás logra estabilizar la economía, bajar al menos tres puntos mensuales la inflación y da señales de mejora real para los asalariados quizás puedan volverse a ilusionar. Hoy la continuidad habita la esfera de las utopías.
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