Un nuevo bloque histórico: la economía del conocimiento y la CABA

La economía del conocimiento hoy se posiciona como el tercer sector exportador más importante: genera un total de USD 6400 millones, y creó casi medio millón de puestos de trabajo. Buena parte de esas empresas están radicadas en los centros urbanos más grandes del país

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 Economía del conocimiento
Economía del conocimiento

Nuestro país atraviesa una etapa de capitalismo atrasado, y está en una crisis multidimensional, con los efectos de la pandemia, más la recesión, la debacle energética global y la crisis política doméstica. Todo esto sobre un piso de problemas estructurales que no se pudieron resolver en las últimas décadas.

En este marco, es necesario proponer alternativas viables que contemplen la flexibilidad que demanda el escenario actual y, a la vez, que considere prioritariamente un horizonte de desarrollo productivo. Tenemos sectores, alianzas, instrumentos y capacidades con enorme potencial para tal fin. Estos ecosistemas se desarrollan, principalmente, en los grandes centros urbanos; la ciudad de Buenos Aires, es ejemplo de ello, con el conjunto de actividades que conforman la economía del conocimiento: software, gaming, producción audiovisual, biotecnología, servicios de electrónica y de telecomunicaciones, servicios profesionales, nanotecnología e industria aeroespacial.

Ese conglomerado productivo tiene el conjunto de fortalezas, ideal para generar empleo, riqueza y desarrollo. Por un lado, requiere un aporte intensivo del conocimiento y de los saberes de las personas que, con su experiencia y talento, transformen una idea en un producto o servicio con un modelo de negocio escalable, y derive en la creación de nuevas empresas.

Por otra parte, estas industrias son nativas tecnológicas, de manera que pueden, incluso, transferir valor a otros sectores industriales más tradicionales, y ampliar las posibilidades de nuevas propuestas de valor, o de abrir nuevas unidades de negocio. En este sentido, la horizontalidad tecnológica le otorga a la ciudad de Buenos Aires, una referencia territorial de la economía del conocimiento, que pueda replicarse en otros distritos.

Además, estos sectores hoy demandan un gran volumen de personal, con una formación adecuada para potenciar sus productos y servicios, y hay un amplio sistema académico público y privado, capaz de satisfacer parte de esa demanda de la industria del conocimiento. Las escuelas técnicas también entran en el capítulo de la oferta educativa y preparan a los/as jóvenes en oficios concretos vinculados a la electrónica y la informática como puentes con la industria, aunque aún faltan desarrollar herramientas para vincular a los jóvenes con su primer empleo.

Otro componente esencial es nuestro sistema científico-tecnológico, con uno de los entramados de instituciones científicas más robusto de Latinoamérica, tanto en institutos de investigación como en centros y polos tecnológicos. En articulación con el aparato productivo resultan experiencias de investigación y desarrollo (I+D) virtuosas creando innovaciones de punta, divisas y mejoras en la calidad de vida para nuestra sociedad. En el ámbito porteño, se da una de las tasas más altas de investigador/a por cada 1000 habitantes, pese a que no tiene un ministerio, una agencia o un instrumento de política pública científica.

La evidencia más contundente de esta industria, son las empresas unicornios con las que cuenta nuestro país y que, todas ellas, están dentro de la economía del conocimiento, que superaron la valuación de mercado de los mil millones de dólares en menos de diez años, y fueron creadas por profesionales argentinos con preparación académica y técnica, como Mercado Libre, Globant, Ualá, Despegar, TiendaNube, entre otras. A ellas, se suman empresas que prometen ser futuros unicornios, como Bioceres, experiencia de articulación público-privada en unidad con el universo científico-tecnológico, que tuvo como reciente hito el desarrollo del trigo HB4 resistente a la sequía.

Por otra parte, la economía del conocimiento no detiene su crecimiento, y hoy se posiciona como el tercer sector exportador más importante del país después del complejo del agro y el automotriz. Actualmente, en términos de exportaciones, genera un total de USD 6400 millones, y creó casi medio millón de puestos de trabajo. Buena parte de esas empresas están radicadas en los centros urbanos más importantes del país, como es el caso del Distrito Tecnológico porteño, radicado en Parque Patricios.

Sin embargo, en el debate público, del que la clase media porteña no es ajena, se habla de buscar nuevos horizontes en otros lados, de emigrar en busca de oportunidades, cuando éstas se encuentran a la vuelta de cualquier esquina de nuestra querida ciudad. La clase media urbana, en estos nuevos tiempos, demanda mucho más que un modelo municipalista que se ocupe de las veredas, el barrido, el alumbrado y la limpieza. La demanda de hoy es por más oportunidades laborales, de desarrollo, de ingresos de calidad, de mayor bienestar y de crecimiento económico.

El sistema político porteño, en sus distintas expresiones, no logra comprender que la Ciudad de Buenos Aires tiene en la economía del conocimiento, a un modelo productivo con mucho potencial, que debe expandirse y dejar que las ideas, la voluntad de superación, lo aspiracional, la formación educativa, la creación de nuevas empresas como instancia de encuentro entre el capital y el trabajo, sea el camino lógico de una gran transformación productiva y tecnológica. Por todo esto, es imprescindible recrear un nuevo bloque histórico y redefinir el rol de la CABA para ubicarla en el lugar de protagonismo, como parte de la solución, que el país hoy necesita.

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