Ucrania ha recuperado unos 6.000 Km2 en la región de Kharkiv, numerosas ciudades y poblados. Sin duda han sido batallas importantes, pero nadie aún ha ganado la guerra. Es interesante refrescar la frase, muy usada en geopolítica: Rusia nunca es tan débil ni tan fuerte, como parece. Su resiliencia ancestral, es bien conocida. Pero es evidente que las FFAA rusas han cometido varios errores y no han actuado con eficiencia; Putin estará seguramente trabajando en un rápido proceso de reorganización y fortalecimiento. Pero necesita tiempo. Por eso la OTAN decide ahora no darle tiempo y empuja a Ucrania hacia posiciones más ofensivas, al tiempo que alienta a Zelensky y a los europeos para que sigan aguantando la crisis derivada del conflicto.
El resultado de la actual iniciativa de las FFAA ucranianas también depende del grado de apoyo material de EEUU, el que ha sido intermitente y limitado, pero eso habría cambiado en los últimos tiempos. Lo más avanzado han sido sus unidades de cohetes de artillería HIMARS, de alta movilidad, muy exitosos en varias batallas. A EEUU tampoco le es tan fácil proveer de sistemas de armas modernas a Ucrania, porque no puede desproteger sus stocks, y debería realizar compras a las empresas proveedoras, dándole más capacitación a los ucranianos. Aún no queda claro si los nuevos aportes de EEUU serán lo suficientemente grandes para hacer posible una modificación del rumbo de la guerra, dado que deben contar con la aprobación del Congreso.
La nueva fase del conflicto ha asumido la naturaleza de una guerra en toda regla, diferente a la anunciada como “operación especial”. Una guerra es algo más difícil de detener; normalmente se debe luchar hasta el final; hasta la victoria o la derrota, y todo indica que ya estamos en un estado de guerra “oficioso” entre Rusia y la OTAN. Tanto EEUU como Rusia tienen mucho en juego en esta escalada del conflicto; si Putin mantiene la ocupación del Donbass se fortalecerá definitivamente. Si la pierde, arriesga la estabilidad de su régimen, además podría perder su vulnerabilidad estratégica, ya que las fuerzas de la OTAN llegarían a su frontera. Intentar derrotar a Rusia tiene un mensaje claro para China, relacionado a una eventual invasión a Taiwan. EEUU razona que, si Rusia se estabiliza en el Donbass, China podría aventurarse a intentar una escalada sobre las fábricas de microprocesadores taiwaneses. Por ello EEUU está impulsando esta iniciativa táctica de Ucrania, con la mirada estratégica de disuadir a China, en relación a una recuperación rápida de Taiwán.
EEUU busca ese efecto disuasivo a muy corto plazo. Recordemos que el 20º Congreso del PCChino se desarrollará en octubre 2022, donde probablemente confirmarán al presidente Xi Jinping en todos sus cargos actuales (Presidente del País, Jefe de sus FFA y Secretario General del partido). Xi Jinping, ha dejado muy en claro que la “reunificación” de Taiwán con China continental es un legado que él quiere dejar, algo que pretende lograr bajo su mandato a través de medios políticos y económicos o, si es necesario, a través de la fuerza militar. Tal vez su plan no sea inmediato hasta asegurarse un mayor poderío económico, pero seguramente lo intentará en los próximos cinco años. EEUU sigue manteniendo su política de “ambigüedad estratégica” sobre Taiwán, pero le convendría provocar ahora alguna tensión (visita Sra Pelosi) para fortalecer su posición negociadora y eventualmente para pautar ciertos criterios de retirada consensuada. EE UU está jugando el juego de la “disuasión preventiva”; tampoco quiere provocar un gran conflicto, que en caso de ocurrir se extendería más allá de Taiwán. Finalmente, el gran negocio para lograr la paz, es prepararse para la guerra (si vis pacem para bellum) y eso implica cuantiosas ventas de sistemas de armas.
La administración Biden presentó al Congreso, una nueva versión de su “Estrategia de Defensa Nacional”, la cual enfatiza un nuevo marco de “disuasión integrada”, “aprovechando todos los instrumentos del poder nacional, así como las contribuciones de sus aliados y socios, para disuadir futuros conflictos que puedan ocurrir en múltiples regiones y dominios”. Señala una serie de tecnologías que serán fundamentales para mantener la ventaja de sus FFAA en las guerras del futuro: I.A., dispositivos autónomos, capacidades espaciales y la tecnología hipersónica. En Ucrania ya se están ensayando y probando algunas tecnologías emergentes, que están cambiando el carácter de la guerra: imágenes satelitales, drones autónomos, comunicaciones celulares y la guerra cognitiva sobre las redes sociales, que son hoy el ámbito donde se busca desmotivar a otros pueblos, desmoralizar a sus soldados, levantar el ánimo propio o lograr la aprobación popular de las medidas gubernamentales.
Las empresas privadas chinas, líderes mundiales en la fabricación de drones y telecomunicaciones avanzadas, trabajan en estrecha colaboración con el Ejército Popular de Liberación (EPL) para acelerar el desarrollo y la adopción de nuevas tecnologías. Eso le permite reducir más rápidamente las asimetrías que aún tienen con los EEUU. Han avanzado sustancialmente en desarrollos de I.A. para impulsar enjambres de drones; en vehículos autónomos submarinos; en guerra electrónica; en capacidades sofisticadas de inteligencia, vigilancia y reconocimiento y en tecnologías de realidad virtual para capacitación rápida. El reciente lanzamiento del gran proyecto de realidad virtual de la empresa norteamericana Meta (Facebook) no es una casualidad. La simbiosis entre los desarrollos comerciales privados y la demanda de la defensa permiten abaratar increíblemente los costos del desarrollo de tecnologías con requisitos y especificaciones militares, ya que unifica proveedores, estandariza procedimientos, hace competir a los innovadores y permite un mejor seguimiento de los proyectos.
Las disyuntivas estratégicas de Rusia
Pese a las noticias reproducidas por los medios masivos, Putin eligió inicialmente su avance sobre Ucrania con una estrategia de “gradualismo militar”, tratando de infligir el mínimo daño a los civiles y especialmente a la infraestructura crítica (energía y comunicaciones) ucraniana, en la idea que sus aliados internos iban a tener que seguir gobernando. Pero eso fue cambiando a lo largo del conflicto. El rápido avance sobre Kiev, con el uso de armas convencionales propias del siglo anterior, no funcionó para lograr el derrumbe psicológico del régimen ucraniano. Una entrada a “sangre y fuego” hubiese significado otra Dresden (II GM).
A partir de ese hecho, la OTAN desarrolló, dentro del concepto de guerra híbrida, el plan de las sanciones económico-financieras y sobre las ventas de gas; las que tampoco funcionaron, y que resultaron totalmente contraproducentes; Rusia terminó mejor posicionada económicamente y fortalecida con la creación de nuevos mercados para la exportación de gas; el rublo se valorizó y Europa está en un atolladero. Hasta “The Wall Street Journal” advirtió sobre una “nueva era de desindustrialización en Europa”. EEUU y China, agradecidos.
Ante el fracaso del “bloqueo económico” a Rusia, la OTAN incorpora una nueva fase del conflicto, la escalada militar; vía el contraataque ucraniano, con armas más modernas. Esto le plantea a Rusia nuevas encrucijadas: mantener la guerra con Ucrania (fortalecida con armamentos más sofisticados y destructivos) de manera indefinida; llevar adelante allí una escalada utilizando armas más poderosas y destructivas, incluida las armas nucleares tácticas; o bien atacar otros flancos de los EEUU. Todas variantes complejas y difíciles de pronosticar. Pese a los aires de guerra, Rusia no cree que sea el momento de una movilización total pues sería muy costosa para su economía.
La primera opción (una guerra prolongada) desgasta económicamente, y sin tener un horizonte victorioso claro, el pueblo comenzaría a inquietarse, a desmoralizarse y dejar de apoyar la guerra. En fechas recientes, Kissinger, sostuvo que la guerra entre Rusia y Ucrania podría equipararse a una nueva “Guerra de 30 años”; un mortífero conflicto iniciado en 1618, que terminó sin vencedores claros, pero con el acuerdo denominado “Paz de Westfalia”, en 1648, que sentó las bases del principio de la soberanía nacional, por el cual los Estados deben sentarse a discutir como iguales y cooperar para encontrar soluciones; es lo que hoy llamamos el multilateralismo. Pero poco se cumple.
La segunda opción para Rusia es también problemática, pues una escalada militar rusa (ya ensayada con ataques a la generación de energía; siguiendo con nodos de la red eléctrica, instalaciones de purificación de agua, o instalaciones de comando con personal “voluntario” de la OTAN) podría justificar otra avanzada en gran escala por parte de Occidente; una guerra destructiva en toda Europa sería su consecuencia (¿recuerdos de la II GM?). Está claro que los EEUU está decididamente interesada en debilitar y fraccionar (al estilo de los Balcanes) a Rusia, para que no siga siendo el pivote central del continente euroasiática. Por ello los dirigentes de la OTAN no tienen intención, por ahora, de negociar la paz.
La tercera está relacionada con Siria, donde se conjugan intereses estratégicos de EEUU, Israel, Turquía y Rusia. La alternativa de generar una guerra proxy por parte de Rusia, por vía de sus aliados sirios, produciría un desbalance de la actual situación crítica, que podría constituir un tema de negociaciones directas entre Rusia y EEUU. Tampoco el pueblo norteamericano vería con agrado un nuevo involucramiento de sus tropas oficiales en Medio Oriente.
La guerra irrestricta es multifacética y ocurre en todos los planos y en todos los espacios. Su resolución depende en gran medida de la claridad de las estrategias nacionales, de las decisiones y determinaciones de los dirigentes, de la resiliencia popular, y de las grandes inversiones estatales, cuya derivación son los grandes negocios de las élites tecnológicas y empresariales.
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