Estoy convencido: la Argentina necesita construir una nueva mayoría. Tenemos que dejar atrás las miradas políticas que solo apuestan a activar minorías intensas, para recuperar una forma de hacer política que genere los consensos mayoritarios, para dar el salto que nuestro país necesita para meterse de lleno -y con todos adentro- en el siglo XXI.
El atentado contra la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner traspasó un límite que no se podía cruzar. Desde el retorno de la democracia en 1983, uno de nuestros consensos básicos era el nunca más a la violencia política. Ese acuerdo que se viene resquebrajando en los últimos años debe ser restituido de forma urgente. Es parte de la responsabilidad colectiva que tenemos quienes formamos parte de la dirigencia política: mostrar templanza, serenar los ánimos, reconstruir el clima de convivencia y fortalecer la calidad del debate público. Este llamado al diálogo no solo tiene como objetivo garantizar la vigencia plena de la democracia, sino también superar el clima de parálisis y de empantanamiento que percibe nuestra sociedad.
Quiero aquí exponer la urgencia de pensar de modo colectivo y romper con la política del marketing, de la política que busca nichos electorales con una rentabilidad de corto plazo, de la política que tiene como principal y única estrategia la exacerbación de minorías intensas, enfrentando a los ciudadanos entre sí.
Sé que hoy no se puede pensar en las sociedades integradas y supuestamente homogéneas de mediados del siglo XX. Sé que hoy hay aspiraciones heterogéneas, formas de trabajo diversas, fragmentación de gustos a escala global. La pregunta que tenemos que hacernos es qué nos une, cuáles son nuestros intereses y objetivos comunes.
La sociedad argentina actual muestra, por un lado, a un mundo de pymes que ha incorporado tecnología y genera fuentes de trabajo, pero llega al mercado en condiciones críticas por la falta de precios de referencia y las fuertes dificultades para acceder al crédito. Las clases medias profesionales se han modernizado, generan fuentes de trabajo y valor agregado. Pero también requieren certezas y un funcionamiento activo y creciente del mercado interno.
Las clases medias con trabajo formal tienen dificultades para mantener sus niveles de ingreso y se enfrentan a un fenómeno de endeudamiento creciente con el sistema bancario, y con el sistema no bancario, peleando contra intereses usurarios. Con la recuperación de la actividad económica de los últimos años, el sector informal integrado logra sostener su trabajo, pero cada vez le cuesta más llegar a fin de mes, en especial por el alza continua en el precio de los alimentos. El mismo problema sufren los cuentapropistas, quienes viven de la changa y luchan por sostener sus ingresos de forma diaria, en algunos casos con la ayuda de los planes sociales, y en otros no.
Una parte importante de los jóvenes siente que acá no tiene futuro y que vivimos en el día de la marmota, chocando siempre contra la misma piedra. Desde una mirada globalizada, creen que se vive mejor en otros países y por eso quieren buscar experiencia en el exterior. Las personas mayores, por su parte, sienten que la sociedad los considera “descartables”, como bien ha señalado el Papa Francisco.
Entre estos sectores hay contradicciones, conflictos, tensiones. Y no solo por sus expectativas políticas, sino también porque ven a los otros como potenciales competidores de sus fuentes de trabajo y de ingreso. Pero más allá de estas distancias y disputas, también se revela que tienen objetivos comunes: la necesidad de un mercado interno fuerte, de un esquema económico que estabilice precios y promueva la producción y el consumo.
Nuestra tarea política es construir esa nueva mayoría, acercando intereses (en vez de agudizar las contradicciones sociales) y poniendo en marcha políticas públicas que permitan motorizar esas energías y expectativas de nuestros ciudadanos y ciudadanas. Tenemos que reconstruir la idea de que la Argentina vale la pena y tiene futuro, de que es el mejor país para llevar adelante nuestros proyectos de vida.
Acá hay recursos humanos y económicos, capacidades y condiciones muy potentes. Y vamos a crecer mucho en los próximos años, porque tenemos lo que el mundo demanda: alimentos, energía, litio, capacidad y talento. Estoy convencido de que, si ese desarrollo potencial se combina con una mirada de largo plazo y desde la dirigencia política logramos brindar certezas sostenibles, estamos ante una gran oportunidad. Mi compromiso es contribuir a la construcción de mayorías amplias que generen un nuevo horizonte de futuro para la Argentina.
SEGUIR LEYENDO: