Desde que tengo memoria, La Sirenita es una de esas películas que forman parte de mi identidad. No hay persona que me conozca y no sepa sobre mi amor por el film y por el personaje. En los últimos años, Disney se dedicó a hacer remakes de sus clásicos animados, pero con actores reales y efectos especiales modernos. En 2019 anunciaron la nueva versión de La Sirenita y desde el comienzo la propuesta estuvo envuelta en polémica: la actriz que iba a representar a Ariel es una mujer negra, y muchas personas no parecían muy contentas con la idea.
Basada en la historia de Hans Christian Andersen, La Sirenita es una historia sobre una joven sirena apasionada por el mundo fuera del agua, que colecciona objetos que caen al fondo del mar desde los barcos y que sueña con ser parte de ese mundo. La excusa perfecta llega cuando se enamora de un humano: en él puede proyectar todos sus deseos, y por él decide cambiar su voz -lo que la hace especial-, por un par de piernas. De todos modos, el final es feliz y puede recuperarla y también tener al príncipe.
Pero hay otra cosa que distingue a Ariel -ése es su nombre- además de una cola de sirena y una voz mágica: su pelo. No soy la primera persona en decirlo, y mucho menos la primera pelirroja en verse reflejada en la pantalla gracias a ella. Cuando era chica, era la única princesa con ese color, aunque fuera un tono muy poco realista. Era la princesa Disney pelirroja, y era una sirena, y era hermosa y además cantaba y además se casaba con Eric, que era re lindo y tan puro que se enamoraba de ella por su voz y no por su físico.
Así que sí, toda la vida me vi reflejada en Ariel. Siempre fue, es y va a ser mi princesa. Incluso hoy, con 25 años, cuando escucho la música de la película me largo a llorar, canto todas las canciones en el piano, la tengo de fondo de pantalla en el celular, me la paso diciendo que quiero ser una sirena. Un poquito obse, pero bueno, es lo que les digo. Es mi princesa, soy yo.
No soy fan de las remakes de Disney. No vi la de Aladdin, no vi El Rey León, ni Dumbo ni El libro de la selva. Me cansa un poco que repitan las mismas historias en lugar de contar nuevas, así que no esperaba entusiasmarme tampoco por la de La Sirenita.
Cuando anunciaron que Ariel iba a ser interpretada por Halle Bailey, me chocó un poco. De repente, el personaje en el que me vi reflejada toda la vida no se veía como quizás me la hubiera imaginado. Ya no podía reconocerme en ella. Pero después de parar a pensarlo un poco y razonar, el único motivo por el cual realmente me afectaba era por algo muy personal y completamente egocéntrico. “¿Por qué Ariel no puede ser negra? ¿Cambia en algo su historia? ¿Las sirenas no pueden tener cualquier tono de piel? Son seres fantásticos, después de todo. Pueden verse de todas las formas que imaginemos”. Y me calmé.
Pero también me di cuenta de qué lado estaba yo cuando vi las reacciones extremas de otros. En estos días, internet se llenó de mensajes de odio y de comentarios racistas en contra de la película, que todavía ni siquiera se estrenó y de la cual sólo conocemos un teaser, que en Youtube llegó al millón de “no me gusta”. Está repleto de personas que justifican su enojo en torno a una supuesta “causa pelirroja”, diciendo que nos discriminan, que ya no hay personajes colorados, que las series y películas “convierten a los pelirrojos en negros” en nuevas adaptaciones. Como si ser pelirrojo fuera equiparable a cualquier tipo de discriminación colectiva. Lo cual es ridículo.
Que hay gente que se burla de los pelirrojos, o hace bullying, o nos dicen yeta, mufa, o que no tenemos alma, la hay. De ahí a sugerir que hay algo sistemático como si nos afectara a nivel social, compararlo con racismo, es decir cualquier cosa. Todo para encontrar una excusa por la cual odiar a una Sirenita negra.
Pero además de estos comentarios ignorantes, empezó a aparecer otro tipo de contenido sobre la nueva versión de La Sirenita, que es mucho más positivo. Son videos de madres, tías, chicas, mostrándoles el trailer de la película a sus hijas, sobrinas, hermanas. Quizás ya son fanáticas de la película, quizás no. Miran la pantalla, se entusiasman con el océano, la música, la cola de una sirena que asoma. Y cuando ven a Ariel, esta vez, por primera vez, se parece a ellas. Y sonríen y dicen “¡es como yo!”.
Miran la pantalla, se entusiasman con el océano, la música, la cola de una sirena que asoma. Y cuando ven a Ariel, esta vez, por primera vez, se parece a ellas. Y sonríen y dicen “¡es como yo!”.
Y con eso sí puedo empatizar. Porque sé lo que es mirar a La Sirenita y verme a mí. Si eso siempre me hizo feliz, ¿por qué no querría compartir ese sentimiento con un montón de otras niñas que ahora pueden hacerlo también?
No sé si la película va a ser buena, si me va a gustar o no. Pero quiero poder ser parte de un mundo que tenga a mi Ariel, a la nueva Ariel, y a muchas Arieles más. Como dice la canción de mi película favorita, “allá lo entenderán, puesto que no prohíben nada.”
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