La industria fintech vivió en los últimos años un ciclo de crecimiento exponencial. Inicialmente, las fintech aparecieron como producto de la innovación disruptiva que estos nuevos actores trajeron a un mercado financiero muy tradicionalista, dominado por grandes bancos que, por diferentes razones, dejaron fuera de sus estrategias comerciales a un porcentaje no menor de la población, como las nuevas generaciones o las personas ubicadas en la base de la pirámide.
Más cerca en el tiempo, las fintech se beneficiaron en los últimos dos años por el tremendo impulso que la pandemia le dio al uso de billeteras virtuales y plataformas de pagos digitales, como alternativa para resolver transferencias, pagos y otras operaciones financieras en momentos es que las restricciones por el aislamiento hacían imposibles las transacciones basadas en la prespecialidad, por entonces las más utilizadas por la mayoría de la población.
En paralelo a este proceso, la época dorada de la industria fintech terminó de tomar forma a partir de una gran liquidez del mercado de capitales, que encontró en las compañías de tecnología financiera el ámbito ideal para canalizar inversiones en busca de ganancias. Angel investors, inversores institucionales, administradoras de pensiones y firmas de capital de riesgo hicieron “subir la espuma” de un mercado que por un momento generó cuantiosas inversiones en empresas cuyos fundamentals estaban descalzados de las millonarias valuaciones que lograron por esas rondas de inversión.
En el duro escenario actual, juegan con ventaja las compañías que lograron desarrollar un modelo de negocios sólido, pueden demostrar ser viables aún a pesar de las complicaciones para acceder al financiamiento y cuentan con margen para enfrentar mayores costos de operación por la suba de las tasas y aun así ser rentables
Esta euforia por las fintech y el apetito inversor, combinado con un exceso de liquidez global por el dinero barato disponible alimentó la burbuja y la aparición de nuevos startups que se vieron sobrevalorados, aun cuando sus modelos de negocios no habían logrado madurez o siquiera un mínimo de sustentabilidad.
Hasta que la inflación comenzó a ser un problema para muchos países y esta amenaza derivó en la suba de las tasas de interés que, junto con las perspectivas de una desaceleración de la actividad económica en Estados Unidos y otras economías desarrolladas, secaron abruptamente el financiamiento, desencadenando un factor de corrección que impactó de lleno en la industria fintech global.
Entre esos impactos vimos un proceso de corrección a la baja de las valuaciones, tanto de empresas cotizantes, como Upstart, Paypal o Block, como de empresas de capital privado, como Klarna y SumUp, que para fondearse debieron ajustar sensiblemente su capitalización respecto de rondas de inversión anteriores. Sin ir más lejos, las acciones de las empresas de tecnología financiera cayeron más del 50% en promedio desde principios de año, según un análisis del Financial Times, en comparación con la caída del 29% del Nasdaq Composite.
En el mismo sentido, el cambio de ciclo tomó dimensión en los despidos de personal, algo inédito en una industria con demanda de talento siempre creciente, como los casos de Robinhood y Coinbase a nivel global y de Bitso y Buenbit en la región.
Las acciones de las empresas de tecnología financiera cayeron más del 50% en promedio desde principios de año, según un análisis del Financial Times, en comparación con la caída del 29% del Nasdaq Composite
Como parte de este mismo de ajuste, a nivel local se anunció recientemente el cierre definitivo de las operaciones de la billetera virtual de uno de los principales bancos de origen brasileño y lo mismo sucedió con la fintech de uno de los procesadores de pagos más importantes del país.
Frente a la escasez de fondos, todos los jugadores de la industria fintech están hoy ante la necesidad de adecuarse a las nuevas condiciones, en las que la expansión ya no puede fondearse con dinero barato y los modelos de negocio deben soportar la prueba ácida de los beneficios reales.
Podríamos decir que estamos comenzando un nuevo ciclo en el que veremos, darwinismo puro mediante, un reacomodamiento y consolidación del mercado y la supervivencia de los más aptos.
En este contexto juegan con ventaja las compañías que lograron desarrollar un modelo de negocios sólido, pueden demostrar ser viables aún a pesar de las complicaciones para acceder al financiamiento y cuentan con margen para enfrentar mayores costos de operación por la suba de las tasas y aun así ser rentables.
A fin de cuentas se trata de volver a las bases y centrar los esfuerzos en generar valor para captar el interés de los clientes y así ganar dinero con una visión de largo plazo, en lugar de focalizar prioritariamente en la expansión y en ser atractivo para los inversores en el corto plazo.
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