Sé que nos atraviesan muchas otras cosas estos días de angustia. Pero me dieron ganas de escribir. Porque la vida tiene tantas facetas distintas. Y a veces también momentos únicos.
Como todo lo inexorable, iba a pasar. Hasta pensé que sería antes. ¡Que suerte que tardó más, que pena que llego el día! Roger Federer anunció su retiro.
Quienes amamos el tenis sabemos que vivimos una época única: tres tipos -Roger, Rafa y Novak- tirándose golpes imposibles durante más de quince años. Los tres con más títulos de Grand Slam de la historia. Los tres habiendo ganado los cuatro grandes, algo solo conseguido antes por Fred Perry y Donald Budge en los 30s, Rod Laver y Roy Emerson en los 60s (más Andre Agassi en los 90). Pero en las viejas épocas el tenis era más parecido en cualquier superficie, menos especializado. Y quizás conseguirlo podía ser un tanto más sencillo.
Hemos disfrutado un largo tiempo con quizás los tres mejores de la historia compitiendo entre sí. Cada uno tiene su opinión y su favorito, y elegirá las estadísticas que respalden su elección. Todos son monstruos. Pero para mí el mejor es Roger Federer. Conquistó cinco abiertos de Australia, cinco US Open y ocho Wimbledon. Y un Roland Garros, es cierto. Pero en 2005, 2006 y 2007 solo perdió ahí (dos semis y una final) con Nadal, el mejor por lejos de la historia en polvo de ladrillo. Si no hubiera sido por eso, hubiera ganado los cuatro grandes en el mismo año dos veces, algo que sólo ocurrió con Laver.
Los tres son de talentos inmensos. Pero el de Federer es tan inmenso que lo que hace tiende a parecer siempre normal. Me hizo exclamar de asombro, saltar de alegría, lagrimear de bronca. Me amargaba el día con las finales perdidas con Rafa. Pero como toda gran rivalidad a través del tiempo terminás primero queriendo, después respetando y finalmente admirando al adversario. Me pasó con Nadal lo que con McEnroe cuando Borg.
Roger ganó mucho. O todo. Supo ganar y supo perder. Para mí encarnaba en una cancha la lucha de lo que está bien, de las cosas que se extravían a veces en el tiempo, de lo clásico, de lo que nunca debe pasar de moda. Y por eso siempre me involucró emocionalmente cuando jugaba. Gracias, Roger Federer, por hacerme ver tenis y sentir que era más que tenis.
Se retira el que más me gustó ver jugar, el que más placer me dio ver ganar. Se va, para mí, el más grande. De todos. De todos los tiempos.
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