El mundo es un escenario y la monarquía también. El mismo día en que la Reina Isabel II hacía su salida de escena según el guión de la Historia, el Rey Carlos III, su hijo, se abría paso a su tardío papel protagónico como monarca de Inglaterra. En el primer discurso del Rey se engarzaba como gema una cita de Shakespeare. ¿Qué dice del nuevo dueño de la corona la línea de Shakespeare que eligió en su debut?
“Que el vuelo de los ángeles te cante en tu descanso”, fue su última frase. Si en vez de escucharlo y verlo, también hubiéramos leído el texto, habrían aparecido las comillas que delataban la cita. A muchos, probablemente, les pareció sólo la emocionada irrupción de la última ternura hacia su madre: desearle una partida escoltada por querubines celestiales. Pero en los hechos, la primera cita de Carlos como Rey, es una cita de William Shakespeare. Y no es cualquier cita.
Quizás conmocione al lector descubrir que se trata de la despedida a Hamlet de su fiel amigo Horacio. Ese otro estudiante de Wittenberg, que descubre antes que él, la presencia terrorífica del fantasma de su padre, e incapaz de saber el porqué de la aparición de ese espectro ante los guardias, le informa del hallazgo al príncipe de Dinamarca. Aunque Horacio, como se verá, dice mucho más que eso en la obra.
Veamos. El nuevo Rey de Inglaterra, entró al escenario de su reinado con un segundo personaje escondido en el pliegue de su discurso. ¿Por qué lo hizo?
Puede decirse que nada más británico que mencionar a Shakespeare. Sin embargo, por empezar, delata a un meticuloso lector la dulce selección, que procede de la escena más funesta de la obra. Entre espadachines con la punta envenenada y copas de vino untadas con la misma pócima letal, no queda nadie vivo en la familia real de Dinamarca. Y allí es que Horacio, sintiéndose más un “antiguo romano que un danés”, intenta seguir el mismo camino bebiendo la ponzoña, pero Hamlet no lo deja. Porque él debe ser su testigo, el que le reporte al mundo la verdad de lo que ha pasado, para que su nombre no quede sin honra ante “los oídos incrédulos”.
Dice el crítico Harold Bloom que “Horacio es nuestro puente a lo que viene” luego de la tragedia y que también representa el amor de la audiencia por Hamlet. Tanto amor que por momentos quiere compartir el destino de la muerte, pero acepta estoico permanecer como guardián de la verdad, con una misión tan pesada como solitaria.
La gravedad del mensaje del Rey renovando el compromiso de por vida de su madre, tiene los ecos de la voz grave de Horacio. Carlos III, también citó uno de los primeros discursos de su madre antes de ser reina. “En 1947, al cumplir 21 años, en una transmisión desde Ciudad del Cabo, ella juró dedicar su vida, sea larga o corta, al servicio de su pueblo”, recordó Carlos, luego de ofrecer lo mismo: su vida.
Sin dudas, unas de las más arduas tareas del nuevo Rey será estar mínimamente a la altura de la memoria de su madre. ¿Es ella en su grandeza también un fantasma que lo interpela y lo obliga como el padre de Hamlet? Para ningún hijo resulta sencillo suceder a un padre o a una madre excelsos. Pesa el éxito en la espalda de los herederos. Pesa la corona en la cabeza de Carlos. Eligiendo a Horacio como su propia voz, el rey declara por un lado su propia elección de estoicismo ante su misión inexcusable, y por otro, elige a uno de los personajes más excepcionalmente nobles de espíritu en la obra de Shakespeare. Fiel hasta el fin y más allá, como debe ser él, no sólo con su madre, sino con la corona. “La hueca corona que ciñe las sienes mortales de un rey”, como define dramáticamente Shakespeare, y como acaba de demostrar la partida mortal de Isabel, y la inmediata invocación de “Larga vida al Rey”, sin solución de continuidad.
“Amigos”, es la primera palabra que dice Horacio en la obra Hamlet. Es sin duda lo que define su relación con el príncipe Hamlet de quien ha sido compañero de estudios en Wittenberg. “Hay más cosas en los cielos y la tierra, Horacio, que las que sueña tu filosofía”, le dice Hamlet ante los hechos fatídicos que revela y presagia el fantasma. La muerte de la Reina también ha dejado a su hijo entre la tierra y el cielo, entre lo lógico y lo insondable. En ese intersticio existencial en que nos deja a todos la muerte.
Carlos III ha elegido el personaje de Horacio, al mismo tiempo que empezaba a actuar como Rey. Casi como en una escena oculta dentro de la escena. Nada más shakesperiano. Se conoce su avidez por la lectura y su placer por escribir. Y hay quienes arriesgan que sin duda la pieza discursiva fue de su puño y letra. Como para que a la irrupción escénica no le falten suspicacias, esa misma línea de los ángeles está además en la letra de un famoso himno cantado durante el funeral de la Princesa Diana. Sí, de Lady Di. Cuando su cortejo fúnebre partía de la Abadía de Westminster el 6 de Septiembre de 1997, la Canción de Atenas, de fondo, coreaba: “Aleluia, y que el vuelo de los ángeles te cante en tu descanso” ¿Fue la forma sutil de tener presente a la madre de sus hijos en su primer mensaje? ¿Ni siquiera se percató de ello? Las conjeturas quedarán para el misterio o para Freud.
La otra firma de autor, aunque sin tinta, fueron los ojos llorosos del monarca. Emociones, esas que tanto se restringen en los modos británicos, pero que el rey de mayor edad en ser coronado hasta ahora en estas “antiguas islas”, ha decidido no desterrar para sí.
Al final de la tragedia Hamlet, Horacio le habla a lo que llama “un mundo aún desconocido”, porque es el que sobreviene a un cambio profundo como lo es la muerte del príncipe. Eso también le espera al nuevo rey, un mundo desconocido por la muerte de su madre. Un mundo en el que deberá encontrar su propio rol, para lo único que importa: la continuidad de la corona y de la Casa de Windsor en el trono.
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