Momentos

No hay lugar para gorilas ni marxistas, necesitamos radicales, peronistas, socialistas o liberales de verdad y bien formados para recuperar un proyecto patriótico

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Magdalena Ruiz Guiñazú
Magdalena Ruiz Guiñazú

Nos dejó Magdalena Ruiz Guiñazú, una persona de las pocas que defendió los derechos humanos sin ninguna cercanía ideológica con los perseguidos. No tuve el honor de ser su amigo, pero me invitó muchas veces a su reflexivo programa y pude compartir algunas cenas. Alguien que fue ejemplo en la virtud del compromiso por la verdad y la dignidad al margen de una orientación política, no estará más entre nosotros. Magdalena fue valiente en su defensa de los derechos humanos en tiempos difíciles, cuando por convicciones muchos de los victimarios eran más cercanos a su pertenencia social que a la de los perseguidos. Supo honrar su profesión y su vida misma cuando muy pocos de su mundo se animaron a cuestionar los asesinatos. Vaya en estas breves palabras, mi respetuosa despedida a una admirable humanista.

Casualmente se anuncia el estreno de una película que reivindica al fiscal Julio Strassera en ese difícil período histórico. Otro gesto que destaca la defensa del otro, apoyado en lo esencial que es el respeto por la persona humana. Importa insistir en la defensa de los derechos humanos como propiedad de toda la sociedad y no como expresión de los deudos, que merecen todo nuestro respeto mientras no intenten honrar la ideología de la violencia que portaban gran parte de los caídos. El mero hecho de que algunos pretendan imponernos el número “treinta mil” como un dogma lastima el valor de un derecho con la autoritaria imposición de una limitación. La democracia necesita valores compartidos, la apropiación sectorial limita toda expresión a su acotado espacio de la grieta.

La oposición actualmente reclama un ajuste, y como de costumbre, siempre frente a una concepción oficialista cercana a lo que exigen, se ocupa de acusar al Gobierno por llevarlo a cabo. Hay una enorme imposibilidad de compartir. Todo lo que uno haga merecerá la reprobación del otro. El atentado pudo haber sido un lugar de encuentro y coincidencias, de hecho hubo una foto en el Senado que amagó madurez. El Presidente apuró su agresión y el feriado, decidido a convertir ese triste hecho en un elemento movilizador agregó un nuevo asueto a su pasión por el sinsentido del día improductivo y la ausencia en la educación. Aman el desorden, el caos les resulta una matriz revolucionaria. El peronismo se asentaba en el trabajo, mientras que el kirchnerismo empodera los feriados. La muerte de la reina nos sacó del monotemático magnicidio, y el parricidio nos alivió la obsesión. Apabullan los expertos en reinados, monarquías y rituales, olvidando los desmanes que ese oscuro imperio inglés produjo en los pueblos que logró o intentó dominar. Pareciera que el fin de la era colonial no debilitó las glorias de la reina. La admiración que merecen los ritos ajenos, confronta con los desmanes que hasta en la misma lengua generan los progresismos autóctonos. Un imperio dañino y agresivo que por suerte para la humanidad transita una imparable decadencia. Demasiados admiradores para quienes nos dejaron tanto dolor. Vocación de cipayos, pocos hechos la dejaron tan al desnudo.

El lugar de Sergio Massa implica sin duda una distancia con la izquierda que constituye La Cámpora y allegados. Logró calmar los mercados y expresa a un sector empresario. Eso implica un cambio esencial porque asumir el capitalismo no está en la idea del resto del Gobierno. El jefe de Gabinete, Juan Manzur y el Ministro de Economía nos alejan de Venezuela, Nicaragua y Cuba. Ambos se definen a favor de una relación amistosa con Estados Unidos. Pareciera que la misma Cristina Kirchner terminó compartiendo esta decisión, tuvo gestos que así lo muestran. Lo absurdo resulta ser que cuando coincidimos en temas esenciales no dejemos de agredirnos. El vicio de denunciar y acusar los arrastra y lo consideran más trascendente que proponer y coincidir. Tienen el talento y la creatividad fuertemente asociadas al odio y el exceso de mediocridad los inhibe para apostar a la ilusión. La debilidad del Gobierno es absoluta. El Presidente va ocupando cada vez más el lugar de una figura decorativa. Acostumbrados habitantes de tribunas, todavía nos enfrentaba el talento de los cánticos. Actualmente, las grietas se volvieron profundas y una vez hundidas las tribunas, la oscuridad las hizo trincheras.

Un puñado de amnésicos se ocupa de buscar los discursos agresivos de Perón, asumiendo al hacerlo la defensa de los dictadores que lo sucedieron. Perón fue duro en sus discursos, pero no arrastra muertos o asesinatos como sus enemigos. Fueron los golpes quienes generaron centenares de vidas arrasadas en el cincuenta y cinco, miles en el último y siniestro derrocamiento. El General tuvo en su retorno discursos de paz que ellos, los vendedores de moralinas de elegantes, nunca fueron capaces de producir. Hubo un Lonardi que intentó la grandeza de “ni vencedores ni vencidos”, pero ganaron los otros, abuelos de quienes hoy intentan devaluar la paz que Perón supo dejarnos. Lo mismo vale para los kirchneristas que no entienden que ser peronista obliga a pacificar. Ellos se asumen marxistas y al igual que sus primos gorilas están cebados por la sangre de todo tipo de agresión. Los hombres dejan un legado, el de Perón es pacificador y les queda grande a gobernantes y opositores. No hay lugar para gorilas ni marxistas, necesitamos radicales, peronistas, socialistas o liberales de verdad y bien formados para recuperar un proyecto patriótico. No hay ley que supere el resentimiento de los mediocres. Solo la sabiduría y la grandeza nos permitirán salir de esta confrontación sin estatura. Hay salida, cuesta, es hora de intentarlo.

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