El Ministro de Economía y su equipo se encuentran de gira por Estados Unidos, entrevistándose con inversores, empresarios norteamericanos con intereses en la Argentina, funcionarios del BID, del Banco Mundial, del Departamento de Estado y del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos.
Por supuesto que siempre resulta útil que las autoridades argentinas mantengan este tipo de encuentros, destraben y amplíen los créditos que otorgan los organismos multilaterales -sobre todo cuando la Argentina no tiene acceso al crédito voluntario privado- , traten de mantener buenas relaciones con el poder de la principal potencia occidental, y que tanto los funcionarios argentinos como los representantes del sector privado puedan entender sus problemas comunes y, eventualmente, explorar alternativas, soluciones, etc.
Ahora bien, lo más importante de este viaje está en Washington, pero no en la Casa Blanca, ni en la Avenida Pensilvania al 1500, dónde “vive” mi amiga Janet Yellen, la Secretaría del Tesoro.
La clave es lo que suceda a unas cuadras de allí, en la sede del Fondo Monetario Internacional, y en las negociaciones técnicas que está realizando el gobierno argentino con el staff del Fondo, para mantener operativo el acuerdo firmado hacia fines de febrero de este año y que ya tuvo una “calibración” allá por junio.
Como sabemos, la Argentina obtuvo del FMI un crédito de aproximadamente USD 44.000 millones para pagar unos USD 41.000 millones que se debían del crédito obtenido por el gobierno anterior.
Este crédito nuevo se va desembolsando en cuotas trimestrales con las que se van cancelando los vencimientos del crédito viejo.
Para ser más preciso, con la firma del acuerdo, el Fondo desembolsó unos USD 9.600 millones, que sirvieron para pagar el vencimiento correspondiente del primer trimestre y para que sobraran unos dólares para hacer más liviano el bienio 2022-2023.
Luego, en cada vencimiento trimestral, el Fondo desembolsa para pagar, aproximadamente, la cuota que vence.
Como mencionara, gracias al excedente del giro inicial, al menos hasta fines del 2023, no hay que poner dólares adicionales. (Hay que recordar que, además del capital, hay que pagar intereses).
En otras palabras, si se cumplen los desembolsos pactados, la Argentina hasta fines del año que viene no tiene que aportar “esfuerzo propio” adicional para concretar los pagos. A partir del 2024 es otra historia.
Pero toda esta ingeniería de flujos de ingresos y pagos se armó bajo la condicionalidad de que en el período el Banco Central cumpliera con la meta de acumular reservas, y esta meta, a su vez, está relacionada con la meta fiscal y una meta monetaria light.
Sin embargo, durante el primer semestre del año, tratando de hacer buena letra en la interna del Gobierno para conservar su puesto, el Ministro Martín Guzmán, con la excusa de la guerra, incumplió la meta fiscal, mientras que el descalabro monetario generado por la emisión del Banco Central para cubrir el déficit y los vencimientos de deuda en pesos que no financió el “mercado de capitales local” impidieron acumular reservas.
Fue por eso por lo que hubo que redefinir las metas del primer semestre, pero manteniendo, aproximadamente, las de todo el año.
A estas alturas, mi amiga Kristalina y, sobre todo, el amigo Ilan (ojalá que como carioca por adopción sea hincha del Flamengo y esté de buen humor estos días), sospechan que va a resultar difícil que se cumplan los números del año, mientras el equipo económico tratará de convencerlos de lo contrario.
Y aquí está el punto central, porque si no se cumplen las metas del año, habrá que conseguir un “perdón”, para que los desembolsos continúen y la Argentina pueda pagarle al Fondo.
Y estar al día con el Fondo es la condición para todo lo demás, los préstamos del BID, del Banco Mundial, la renegociación pendiente con el Club de París, etc.
Es probable que con una carta de recomendación desde el Departamento de Estado y, sobre todo desde el Departamento del Tesoro, los desajustes de los números del acuerdo se vean con más benevolencia, y como el FMI también tiene su plan “durar” con la Argentina, a la espera de otro gobierno y otras circunstancias, tratará de no hacer olas.
Pero para ello necesita un cuentito más o menos verosímil, para conseguir el visto bueno del Directorio del organismo. Y ese cuentito todavía no tiene un final feliz.
Los números fiscales siguen inciertos, el ajuste tarifario no está todavía plenamente operativo y no se conoce claramente en cuánto se reducen los subsidios al precio de la electricidad, el gas, y el agua.
Lo único cierto es el anticipo del impuesto a las ganancias de algunas empresas, y el eventual recorte de algunas partidas presupuestarias. Pero estos recortes tienen como contracara el aumento de gastos nominales en jubilaciones y planes sociales.
En materia fiscal, entonces, parece que la apuesta sigue siendo que la inflación haga el trabajo sucio.
El otro capítulo del cuento, quizás el más discutido en estos días, se relaciona con la situación del mercado de cambios y las reservas del Banco Central.
El invento de un dólar transitorio de 200 pesos para que los productores y exportadores de soja adelanten exportaciones está dando resultado, pero se trata de un adelanto, no de un incremento neto.
Por otra parte, una porción de los dólares adelantados no puede ir a las reservas, porque hay que liberar algo de los pagos atrasados de importaciones para no trabar la actividad de varios sectores y, seguramente, los muchachos del Fondo discuten la política cambiaria del “día después”, y cómo encarecer el dólar tarjeta y anexos.
Al final del día, el tema es si hay que “generalizar” el dólar de 200 y bancarse las consecuencias inflacionarias. Si para moderar eventualmente estas consecuencias, el apretón fiscal y monetario debería ser mayor, aún a costa del nivel de actividad.
O si es posible acumular reservas, insistiendo con las minidevaluaciones diarias, usando la magia de los dólares sectoriales, garrotes regulatorios, más restricciones, créditos y adelantos.
En síntesis, y más allá de “jugar a las visitas”, lo que está sobre la mesa es si la política cambiaria de este mes sirve para ganar algo de tiempo, mucho tiempo, o resulta una pérdida de tiempo.
SEGUIR LEYENDO: