En Berlín la guerra rusa está más cerca de lo que uno se imagina en América Latina, no sólo por la distancia de las explosiones y las bajas, sino por la que sienten los corazones. Los niños de cuatro años conocen la muerte por los relatos de sus compañeritos de grado ucranianos, que les cuentan de sus papás desaparecidos, me decía un alto funcionario, que además me confesó avergonzado un toc: desde la juventud guarda en un cajón 30 camisetas, medias y otras ropas, “por si vienen los rusos”.
Concurrí invitado por la fundación Adenauer a la asamblea anual del Partido Democristiano que, tras cuatro mandatos de Angela Merkel, ahora milita en la oposición a la coalición gobernante encabezada por los socialdemócratas. El nuevo líder del partido y de su bancada parlamentaria, Friedrich Merz, expresó que estamos entrando a un conflicto sistémico y que los países que apoyan un orden basado en reglas y no en la fuerza, deben mostrar un modelo alternativo al de los países autoritarios.
En una reunión académica previa, el canciller ucraniano Dmitró Kuleba opinó: “La Europa pacífica que queremos bien vale nuestro sufrimiento y nuestro sacrificio; la invasión no se hizo por nosotros, sino para restaurar el imperio ruso, de modo que estamos obligados a luchar y a vencer”. Merz estuvo de acuerdo: “Si Rusia deja las armas, se acabó la guerra; si Ucrania deja las armas, se acabó su país; esa es la diferencia”. La presidenta moldava agregó que “Ucrania está peleando para mantener el sistema legal internacional y está luchando por todos nosotros”. El próximo canciller checo, a su vez, reflexionó que “nada será igual, pero no sabemos cómo será; debemos prepararnos para una guerra futura y tener un pensamiento estratégico y con empatía para entender al enemigo; los rusos van a amenazar nuestra unidad política, no sólo la militar”.
Especialistas parlamentarios en defensa consideran que, por el desafío chino, los Estados Unidos están concentrados en el Pacífico, lo que obliga a Europa a defenderse y a Alemania a liderar, por el peso de su economía. Coinciden con asesores del Consejo europeo en que eso exige fuerzas armadas con experiencia en la gestión de crisis y conflictos internacionales. Una idea flota en el ambiente: Europa se arrepiente de su dependencia de la energía rusa y, por más que manifiesta su deseo de mantener la relación económica con China, no quiere volver a generar otra dependencia de países no democráticos o que opten por la fuerza. Consideran el caso Taiwán como un test, en ese sentido, y cuando piensan en China, también lo hacen en la India. Mundo complejo.
Berlín sigue con su ritmo riguroso de orden y trabajo, con sus heridas urbanas y sus iglesias bombardeadas. Rusia cortó el gas y se preparan para capear su durísimo invierno. El adagio político anda dando vueltas: si quieres la paz, prepárate para la guerra. La Argentina debiera estar socorriendo con su gas de Vaca Muerta, pero la pequeñez política no lo permitió. Lo haremos en el futuro próximo.
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