En Argentina, los límites a la acción de los custodios son puestos por quienes son (o hemos sido) custodiados. A partir de la facilidad con la que el agresor pudo acceder a Cristina Kirchner, se han desatado una serie de debates sobre el incumplimiento de los protocolos por parte del personal de custodia de la Policía Federal Argentina. Un aspecto no analizado tiene que ver con las instrucciones de los custodiados respecto de la actitud que esperan por parte del personal que tiene la tarea de protegerlos.
Más allá de la dependencia funcional, no es el ministro de Seguridad, sino el personaje protegido, quien decide los límites que pone a quienes la rodean y hasta los policías que trabajan allí.
Raul Alfonsín, en el atentado de 1991, fue protegido por el cuerpo de su custodio, pero no retirado del lugar, porque se negó. Y luego de un rato continuó su discurso.
Jerry Parr, el hombre que salvó la vida de Ronald Reagan, sostenía que ”lo que más le molesta al Servicio Secreto es cuando el Presidente o el Vicepresidente se acercan al público o cuando cambian lo planificado”.
La cercanía a desconocidos constituye una fuente inagotable de peligros: ¿el sobre que el protegido recoge tendrá una bomba? ¿La lapicera que le dan para firmar un autógrafo o la gorra que le piden que se ponga podrá tener veneno? ¿Qué hay bajo una mano enguantada? Por otra parte, el custodiado/a carga sus baterías con el amor de los que lo siguen. Puede aceptar algunas limitaciones, pero no todas.
Lo que hubiera correspondido en esta ocasión era cubrir a CFK con los chalecos antibalas y el propio cuerpo de los custodios, hacerle agachar la cabeza y llevarla a toda velocidad a su casa o al vehículo (si este es blindado).
¿Hubiera aceptado un procedimiento tan invasivo? O aún más importante, ¿pensaban sus custodios que podían adoptar ese procedimiento sin ser criticados?
Las últimas informaciones indican que la novia del imputado estaba en las inmediaciones. Si hubiera tenido la actitud y las armas para un ataque, el protocolo que acabo de describir podría haber salvado la vida de la vicepresidenta.
Para una persona que inspira sentimientos profundos, de amor por un lado y de rechazo por otro, vivir en una zona densamente poblada y estar en contacto permanente con tantos desconocidos es y será un riesgo significativo.
El anillo que separa a Potus (nombre asignado al presidente de USA) del público tiene tanta importancia como el ubicado a cuatro metros de la multitud, con sus anteojos ahumados especiales Su tarea es buscar un hostil dentro de la “cobertura de masa”, notificarlo a los francotiradores, cuyos visores pueden permitirle percibir los detalles y prepararse a neutralizarlo. Siempre se trata de evitar detenciones de la caravana, ir a lugares que previamente se controlaron y volver al útero de la Casa Blanca.
En el mundo entero se ejerce actualmente un chequeo constante de las redes sociales para buscar amenazas creíbles y relaciones entre grupos extremistas de diversas ideologías y credos. Custodiada y custodios deberán cambiar sus hábitos. También otros hombres públicos.
Es muy importante tener en cuenta en el futuro inmediato el llamado” efecto imitación”, esto es, personas desequilibradas, con determinadas características psicológicas, que pueden intentar otro atentado a un personaje notorio, buscando la popularidad que recibe el actual imputado.
La dirigencia política de todos los sectores debe hacer un esfuerzo para sacar la disputa política del campo de los agravios personales. La actual polarización solo fideliza a las fuerzas propias. El inmenso electorado independiente no se siente atraído por el mensaje violento. Buscan saber en quién pueden confiar para vivir mejor.
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