Se publicó el Informe de Estadísticas de la Seguridad Social para el primer trimestre del año, de donde surge que en Argentina la mayor tasa de desempleo para quienes están trabajando de manera formal impacta en quienes tienen entre 45 y 50 años. Siguen de cerca los que tienen entre 50 y 55 años. Mientras tanto, en el mundo se toma nota de la compleja crisis demográfica que se avecina y las empresas junto a los gobiernos comienzan a trabajar en la reconversión laboral de los adultos mayores de 40 años.
Días atrás Elon Musk publicó en su cuenta de Twitter una alarmante advertencia: “El colapso de la población debido a la baja tasa de nacimientos representa para la civilización un riesgo mayor que calentamiento global”.
El crecimiento de la población mundial se está desacelerando. Al mismo tiempo, se está invirtiendo la pirámide demográfica. Según la ONU, actualmente el 17,1% de la población mundial la representan menores de 9 años y el 13,6% son mayores de 60 años. En 2036, los menores de 9 años caerán al 15,2% y los mayores de 60 años los superarán alcanzando el 18% del total. La población mundial crece a una tasa del 0,8%, mientras que los mayores de 60 años crecen a un ritmo del 3,2% anual. Es decir, en apenas 15 años habrá más adultos mayores de 60 años que menores de 10 años.
Tal como plantean Lynda Cratton y Andrew Scott en “La vida de 100 años”, los modelos previsionales contemplan un esquema de existencia de solo tres etapas: formación, trabajo y retiro alrededor de los 60 años. Si naciste en 1945, con una expectativa de vida de 75 años, este modelo ha sido un éxito para tu planificación de vida. Por su parte, quienes nacieron en 1975, con una expectativa de vida de 85 años, viven una realidad distinta.
El mercado laboral cambia rápidamente, la evolución tecnológica genera la desaparición de puestos de trabajo, pero al mismo tiempo crea nuevas oportunidades. Esto los impulsa a reinventarse a mediana edad, abandonando el concepto de formación en la etapa inicial de la vida y dando lugar al concepto de “aprendizaje continuo”.
Según Florencia Nicolett, fundadora de SeniorITy, una empresa dedicada a la reconversión de adultos +40 a puestos de tecnología, “la revolución de la industria 4.0 ha generado una marcada demanda de puestos de trabajos en tecnología que conviven con el peligro de la automatización de otros tantos. Según un informe del foro económico mundial, con la adopción creciente de nuevas tecnologías, para el 2025 el 50% de los trabajadores van a necesitar re-entrenarse en nuevas habilidades. La realidad cada vez más exige esta adaptación”.
Los modelos previsionales contemplan un esquema de existencia de solo tres etapas: formación, trabajo y retiro alrededor de los 60 años
¿Pero está nuestro cerebro preparado para esta adaptarse a estos cambios? Según Marcos Apud, psicólogo y bioacker, está comprobado que “mediante la neuroplasticidad, el cerebro muestra su capacidad de cambiar su estructura y funcionamiento durante toda la vida. Por eso, somos capaces de modificar hábitos y aprender cosas nuevas, tanto en la niñez como en la adultez. El cerebro nunca deja de cambiar y, si bien la reserva neuronal disminuye con la edad, podemos potenciar nuevas conexiones que aumenten nuestra capacidad de aprender y de reinventarnos día a día”.
Estas reconversiones pueden ser llevadas adelante tanto por personas desde su necesidad como individuos, pero también deben ser abordadas por empresas que necesiten capitalizar años de experiencia de sus colaboradores para potenciar sus negocios en este desafiante contexto actual y que se extenderá seguramente, en el futuro. En la reconversión de trabajadores mayores de 40 años hay una oportunidad, un diamante en bruto.
Deberemos trabajar por más tiempo, reconvertirnos laboralmente a mediana edad y planificar financieramente nuestro retiro. El cambio es inexorable y la capacidad de adaptación será una condición imperante.
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