Traigamos la burocracia del Estado al siglo XXI

Las nuevas capacidades que debe generar el Estado son resultado de los avances tecnológicos, la diversificación de la matriz laboral por las nuevas demandas de puestos de trabajo, la crisis producida por el COVID-19 y la necesidad de repensar rutinas, procesos y la incorporación de tecnología en su gestión

Pensar el futuro de la burocracia implica pensar en quienes la componen. Millennials y centennials ya forman parte de la administración pública, como mostró el Informe Trimestral de Empleo Público del INAP de junio de 2021, ya que estos servidores públicos de entre 24 y 40 años son cerca del 35%. Las generaciones jóvenes ganan terreno y la administración pública tendrá un relevo generacional, como todos los ámbitos.

La pandemia mostró que la gestión del empleo público es rígida, mientras que en el mundo privado hay alta movilidad, flexibilidad y cambio a nuevos proyectos. Esto atenta contra una política de empleo público acorde con los desafíos de la era exponencial y dificulta atraer a las nuevas generaciones al servicio civil. Uno de los principales retos es comprender las nuevas visiones y necesidades de una fuerza laboral cada vez más joven.

El avance de la tecnología, la inteligencia artificial y las herramientas de automatización llevan a repensar las actividades del empleo público para agregar valor e incorporar habilidades digitales. Por tanto, el Estado en la era exponencial debe atender dos procesos simultáneos: atraer nuevos perfiles para un relevo generacional, y lograr nuevas capacidades en aquellos agentes que ya están dentro del servicio civil.

Se necesita incorporar especialistas digitales y profesionales con habilidades en alta demanda, fortalecer los mecanismos de atracción y retención del talento digital especializado, además de asegurar la inversión de la capacitación digital masiva para manejar cualquier disrupción que genere la transformación digital en el trabajo. De lo contrario, deberemos hacer frente a un atraso digital constante y a una competencia desleal con el sector privado por los recursos humanos, donde el Estado termine siendo una bolsa de trabajo marginal.

Capacitarse para los avances del gobierno digital e implementar soluciones tecnológicas adaptadas a cada área será la clave para la formación de los nuevos digiworkers, híbrido entre trabajador cualificado y software, protagonistas de la transformación del sector público. Los digiworkes constituyen una nueva fuerza laboral, formada y motivada, que permite avanzar a un nuevo modelo de servicio público.

La incorporación de nuevos saberes y la integración de nuevos perfiles especializados al Estado debe darse de forma colaborativa e innovadora, ya que las nuevas capacidades trascienden lo puramente digital y virtual y deben centrarse en nuevas formas de comprender la relación con la tecnología. Esto incluye la adquisición y fortalecimiento de capacidades blandas, incluyendo la creatividad, trabajo en equipo, escucha activa y fomento de habilidades directivas.

La capacitación para la profesionalización y adaptación del servicio a la nueva era requiere entender el rol fundamental de los agentes públicos como impulsores y líderes de la innovación. Los millennials y centennials entran en acción, se suman al mercado laboral y son centrales en la cultura del trabajo, por lo que los Estados deberán buscar una estrategia que les permita compatibilizar sus aspiraciones y necesidades, apostando a sumar tecnología y una rápida digitalización que evite la presencialidad.

La generación y publicación de datos y su aplicación a las políticas basadas en evidencias forman un ecosistema laboral que el Estado debe desarrollar y sostener. Los datos crean un nuevo mercado laboral y nuevos perfiles estatales, además de reconfigurar el trabajo al no necesitarse la presencialidad plena en las oficinas públicas. Pero el cambio no debe reproducir las lógicas del apego los procedimientos y la desconexión con las demandas públicas, sino que el desafío es lograr acoplar el teletrabajo y la modernización administrativa generando una nueva cultura del trabajo estatal en función de las nuevas coyunturas.

En una reciente nota el Secretario General del CLAD Francisco Velázquez se preguntaba “¿Están los directivos públicos preparados para la inteligencia artificial?” La respuesta es: No, pero hay una idea de hacia dónde debemos orientar los esfuerzos de los próximos años: El relevo generacional, la incorporación de TIC, y la generación de nuevos perfiles con competencias digitales. Si queremos un Estado del siglo XXI, no podemos gestionarlo con una burocracia anclada en el siglo XX.