Así transcurren estos días en la Argentina. A lomo de tigre. Situación no solo difícil de mantenerse sin caer al romper la paz, vulnerar la Constitución y las instituciones.
Desde que el fiscal Luciani pidió doce años y la inhabilitación perpetua para ejercer cualquier cargo público después de ofrecer toneladas de pruebas de que la acusada Cristina Fernández de Kirchner era la jefa de una asociación ilícita, se produjo el contragolpe. Todo en un ámbito donde el tribunal se mueve en la resuelta convicción de que CFK parece desconocer el tribunal por obra de una conspiración: ”El partido judicial”.
La Justicia –los jueces son diversos, incluso con sus convicciones personales- se ha pronunciado muchas veces a favor de Cristina, como consta. Este es un juicio oral y público esperado y demorado, cuyo centro es un plan para desviar la obra y el erario público en beneficio personal y de otros acusados. Se siguió con la respiración suspendida. Pudo verse y experimentarse. Esa es una parte: la acusación.
Pero el peronismo, en el poder, irrumpió de manera pública y explícita para suscribir cuánto se expuso en la apasionada acción de los fiscales: no vale, es nulo. De los diversos rostros del peronismo, hoy luce el del kirchnerismo, aunque haya distintas posiciones dentro de la pelota de trapo que conforma el presidente en el exilio de Olivos, mientras entretiene el ejercicio de la caja chayera y la guitarra hasta a los más antiguos, ortodoxos y mayorcitos que alcanzaron a darle la mano a Perón cuando era coronel.
Tutti frutti. Se pone en claro que el papel más poderoso lo ejerce Cristina con la mayor amplitud y verticalidad -a su manera-. La Justicia, dice, es enemiga de todo gobierno popular y nacional, tal como se define con más énfasis que de costumbre, en un embate donde molinos de viento embistieron contra gigantes con el olvido de absoluciones, postergaciones, decisiones favorables a lo largo de los doce años que declara y quiere hacer como símbolo coincidir con los años de condena pedida.
El peronismo es el kirchnerismo, aún con enormes diferencias entre posiciones y pensamientos, diferencias conceptuales y preocupaciones por el presente y el 2023 -es mucho y es poco-, y no resulta razonable dentro del conglomerado llegar a pensar que Cristina siempre fue y es una peronista químicamente pura.
Se supone que al ceñir y guardar el domicilio de la vicepresidente, entre la doctrina vigorosa, el enamoramiento sin ocultamiento y la seguridad de obstaculizar a “la derecha”, quienes concurren día y noche hasta Juncal y Uruguay, Federal, pasan a la historia por las intimidades y no reconocen en aquel militar, inteligente, a un hombre de derecha en serio, al dar cimientos al 17 de octubre de 1945. Un omelette mental, ideológico, y fanatizado, tanto rentado como fanático, militantes emocionales, rodeó sin descanso la casa de Cristina. Incondicionales, que en un discurso sobre una tarima en la calle el último sábado recibieron la guerra entre quién hablaba contra una justicia unánime, adversa al pueblo, y contra ella, que refutaba y ofrecía amor. Mucho. Casi demasiado.
Pero comparado con el 17 de octubre del 45 -hay mucho para leer y estudiar sobre aquella fecha y cambio histórico- este fue un remedo pobre en número y sobrado en desorganización. Será difícil uno, otro, y así, porque el proceso seguirá y aún falta la probada idoneidad de los abogados a cargo. Solo que será difícil deshacer lo presentado y es probable que se opte por desconocer la carga de las pruebas para tomar otros caminos y un nuevo 17 de octubre, muchedumbre no igualada, aunque, es probable, con formas de conseguirlo y aún planificarlo para no resolverlo entonces en caos ni violencia. Hay pocas fotos de la fecha, obreros convocados, muchos que se sumaron espontáneamente. No solo surgió el peronismo -no había llegado Perón-, sino también el poderoso sindicalismo corporativo.
Ahora, en la gran extensión social y política, la Argentina se encuentra en la pobreza, retrocede –no produce: retrocede- se aísla, la sociedad se muestra enconada y dividida, se reflotan al viento slogans y cantitos viejos para jóvenes adoctrinados y con poca lectura (“Che gorila, che gorila” y compañía). Como una línea paralela, se abre paso al recorte y al ajuste, no porque se lo hace necesario como consecuencia de una política anunciada, sino, como suele argumentarse, por causa del Imperio.
Quizás pueda, como consecuencia de estas horas, aspirarse a contener y disminuir la corrupción que aparece como descomunal y a la vez como sistema filtrado en cualquier parte.
Politizar y encender un proceso que está en desarrollo y cuyo fin no se sabrá hasta que se pronuncien los jueces -allá, lejos- con la idea de una persecución y complot, como montar a lomo de tigre en procura del poder, puede ser comido por quien esté arriba.
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