La trampa macro: el ajuste fiscal necesita más inflación y el ajuste cambiario, menos

El ajuste anunciado hasta el momento, luce insuficiente dado el desequilibrio original y “obliga” a mantener una tasa de inflación alta para aumentar la recaudación

Sergio Massa y Gabriel Rubinstein

Desde que asumió, a principios de agosto, el ministro de Economía Sergio Massa tiene dos misiones.

La primera, reencausar el descalabro fiscal que heredó de Martín Guzmán y que obligó a redefinir metas con el FMI.

La segunda, reordenar el problema de deuda interna, monetario y cambiario, que generó el financiamiento del descalabro fiscal y que dejó como corolario una brecha entre el precio del dólar oficial y el del dólar libre bien arriba del 100% y un Banco Central sin reservas líquidas.

En otras palabras, el problema cambiario es hijo del problema monetario y el problema monetario es consecuencia del desorden fiscal, y que incluyó la emisión para comprar los bonos de la deuda pública en pesos que rechazó el mercado local en junio-julio.

El exceso de pesos aceleró la pérdida de reservas en un semestre de oro, más allá de las importaciones de energía.

Pero si bien el problema cambiario fue consecuencia del déficit fiscal y su financiamiento, ahora, ambas cuestiones están empezando a correr por carriles separados, aunque mantienen, en el fondo, una relación inquebrantable.

Me explico.

Desde el punto de vista de las cuentas públicas, el objetivo es acercarse al déficit renegociado con el staff del Fondo a mediados de año.

Un FMI que, siendo “partícipe necesario” del acuerdo light firmado en marzo, ahora está tratando de apretar sin ahorcar, pero poniéndose más duro, dada la magnitud de los desvíos, y con cara de “yo no fui”.

De lo anunciado hasta aquí, hay medidas que hacen caja, y medidas que dan señales.

Dentro de estas últimas, las señales, se inscriben el anuncio de congelar vacantes en el sector público nacional y sus empresas (el problema son los que ya están, no los que podrían venir, por eso es sólo una buena señal). Y la segmentación de los subsidios a los precios de la energía. También un pequeño paso en la dirección correcta, pero con formas y plazos de instrumentación complejos que darán “poca plata” este año y que dependerá de lo que pase con los costos de producir energía de aquí en más.

La reducción de subsidios es un “blanco móvil”, en función de los precios internacionales de los combustibles y del tipo de cambio, entre otras cosas.

En cambio, dentro de las medidas que hacen caja, se encuentran los aumentos de impuestos, netos de los bonos y compensaciones a jubilados y planes sociales, los recortes presupuestarios -aunque el monto no está claro, dado que parte de lo “frenado” igual no se iba a gastar- y, sobre todo, la recaudación del impuesto inflacionario que “cierra” el déficit.

Banco Central de Argentina

No está claro, todavía, si estas medidas serán suficientes para llegar al número que hace falta, para lograr el visto bueno del Fondo y moderar la emisión.

Y esto último es lo que se vincula con el segundo objetivo, frenar la sangría de dólares del Banco Central y recomponer reservas.

Como le decía, el problema de la brecha y de la falta de reservas se originó en el exceso de emisión de pesos de los primeros siete meses del año.

El ajuste fiscal y los canjes de deuda interna podrán lograr moderar sustancialmente la emisión de los próximos meses, pero en términos de atraso cambiario, brecha y falta de reservas, el “daño ya está hecho”.

Ahora, habrá que conseguir que la demanda de pesos se recomponga algo y la brecha se achique hasta un valor razonable, con un rejunte de medidas y maniobras.

“Adelantos” de liquidaciones de exportadores, algún premio convincente para los productores de soja, que también es “adelanto”, otro invento de regalos varios a otros sectores exportadores, algún préstamo, que después habrá que devolver, más el refuerzo del cepo, con más prohibiciones y limitaciones que afectarán sin duda el nivel de actividad, y la suba de la tasa de interés, junto a las devaluaciones diarias.

Es por esto, que mencionaba que, a estas alturas, sin un ajuste fiscal mucho más potente que actúe como “absorbedor” de pesos y no sólo modere la emisión y que genere un fuerte anclaje de expectativas, el costado cambiario se ha tornado cuasi independiente del flanco fiscal.

Y es aquí dónde está el tema central de estos días.

El tipo de cambio oficial, dado el contexto internacional y la inflación local, ya está acumulando un atraso relevante en este año (¿25%?), y si no se estabiliza la tasa de inflación en algún valor mucho más bajo del que tuvimos y tenemos en julio-agosto, la devaluación diaria seguirá “corriendo de atrás”, sin lograr recuperar el atraso mencionado.

Y esta es la trampa en la que estamos.

El ajuste fiscal anunciado hasta aquí, luce insuficiente dado el desequilibrio original, al menos en el corto plazo, y “obliga” a mantener una tasa de inflación alta que recaude la diferencia.

Y, por el otro lado, el ajuste cambiario, sin salto, se hace difícil, si la tasa de inflación no baja y se estabiliza.

En otras palabras, el ajuste fiscal necesita más inflación, para inflar ingresos y licuar gastos, mientras que el mercado monetario y cambiario necesita menos inflación, para que con tasa de interés se achique la brecha y para que, ampliando las devaluaciones diarias, se recupere parte del atraso del precio del dólar oficial, sin un salto.

Y sí, hasta para un superministro parece complicado.

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