Es grave lo que sucedió en el programa de televisión del canal TN. Gravísimo.
Más allá del objetivo de defender a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner ante un pedido de condena por corrupción, que un presidente de la Nación se presente en los estudios del programa “A Dos Voces” y ante una pregunta sobre la seguridad del fiscal Diego Luciani (quien fue el que pidió la condena) compare su situación con el asesinato del fiscal Alberto Nisman, asegurando que “Nisman se suicidó, espero que Luciani no haga lo mismo”, es de una gravedad institucional inusitada.
Además, por segunda vez en pocos días, volvió a comparar el Holocausto con la pandemia. Solo por el hecho de la cantidad de muertos. Gravedad histórica inusitada.
No se puede equiparar un fenómeno aleatorio como la pandemia y sus efectos devastadores con la tragedia que significó el Holocausto. El asesinato sistemático de seis millones de judíos practicado por el nazismo no es una unidad de medida y no puede ni debe ser comparado con otra situación.
A esta altura de los acontecimientos, no sabemos si lo del presidente es ignorancia, perversidad o, simplemente, no le importa mentirle a la sociedad en forma descarada.
La Cámara Federal de Buenos Aires, un tribunal de segunda instancia, dio por probado que durante la noche del 18 de enero de 2015, el fiscal que investigaba el atentado terrorista contra AMIA fue asesinado de un disparo en la cabeza en su piso de Puerto Madero. El motivo del crimen, según los jueces, fue «consecuencia directa de la denuncia» por presunto encubrimiento del atentado que formulara contra la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner
Para la justicia, lo asesinaron. No hay dudas. Es literalmente lo opuesto a lo que dijo el presidente Alberto Fernández.
Para el presidente la pandemia de Covid se equipara con dos Holocaustos.
Sr. presidente: la pandemia fue y es una terrible tragedia. No se puede comparar. El virus no iba buscando familia judía por familia judía o casa por casa para ser trasladadas a un campo de concentración. Durante la Segunda Guerra Mundial, la Alemania nazi, sus aliados y sus colaboradores asesinaron a casi dos de cada tres judíos europeos mediante condiciones de vida mortíferas, maltratos brutales, fusilamientos y centros de exterminio diseñados especialmente para ese fin.
Hace apenas siete años, Alberto Fernández escribió una columna que tituló: “Hasta que el silencio aturda a la presidenta”.
En dicha columna infiere que la presidenta miente: “Todo lo dicho sería poco importante de no ser que ha salido de la boca de la presidenta imputada por el fiscal muerto. Ignorando la tragedia, se indultó a sí misma apropiándose de la verdad, de la Patria y hasta de la alegría, y condenó cínicamente a los que quedamos agobiados por lo patético de lo ocurrido. Conoce que hay una herida abierta por una muerte que estremece y que no se entiende, y sabe que el silencio ciudadano la interpela por ella”.
“Cristina sabe que ha mentido y que el memorándum firmado con Irán sólo buscó encubrir a los acusados. Nada hay que probar. Merced a ese pacto, la evaluación de los hechos quedaría en manos de una comisión que funcionaría en la patria de los prófugos y en la que la mayoría de sus miembros debería contar con el acuerdo iraní”.
Hoy, siete años después, es él quien está alejado de la realidad: desde su lugar como máxima autoridad del país no puede poner en duda que a Nisman lo mataron. Lo dijo la justicia. Y del Holocausto tiene que saber que es una tragedia única e inigualable. No es una unidad de medida la Shoá. Por respeto a los millones que no se murieron por un virus y solo murieron por ser judíos, es mejor que nunca más lo mencione.
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