Cuando Cristina Kirchner promovía el lawfare que ahora cuestiona

En sus tiempos de diputada nacional, en los años 90, y asociada con Elisa Carrió, no tuvo reparos en denunciar al primer mandatario de entonces, curiosamente por lo mismo por lo que más tarde la acusarían a ella

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La vicepresidente, Cristina Kirchner, durante
La vicepresidente, Cristina Kirchner, durante su largo descargo en el Senado

Los gobiernos pasan, la corrupción queda, casi como política de Estado, porque los que denuncian a “unos” no lo hacen con los “otros”. En el fondo, eso es lo que denunció Cristina Kirchner en su larga exposición en el Senado: un sistema en el que los que hoy fingen estar a un lado y otro de la grieta fueron en realidad conniventes. Es lo que expuso la Vicepresidente acorralada, aun sin darse cuenta, o sin importarle, que se estaba inmolando o auto-incriminando.

No es bueno para un país que su imagen de cara al mundo sea la de un ex jefe de Estado procesado. Esto es algo que los políticos poco patriotas que padecemos no tienen en cuenta al judicializar sus disputas. Sí lo contemplan los países centrales. Gobernados también en algunos casos por políticos venales o propiciadores de guerras y otros crímenes contra la humanidad, los protegen, a la vez que se sienten incluso con autoridad para juzgar a otros, a veces por las mismas causas de las que fueron partícipes u omitieron denunciar.

Los Kirchner no dudaron en ser vehículos de “lawfare”, cuando creyeron que podían sacar provecho para su sector, incluso a costa de la imagen del país

El mismo doblez caracterizó a la actual Vicepresidente. En sus tiempos de diputada, en los años 90, y asociada con Elisa Carrió, Cristina Fernández de Kirchner no dudó en denunciar a Carlos Menem por supuestamente no investigar una pista siria en los atentados sufridos por la Argentina en 1992 y 1994. Irónicamente, también ella sería señalada por encubrimiento de esos ataques años más tarde.

Pero esto fue una constante en los Kirchner, que no dudaron en ser vehículos de “lawfare”, cuando creyeron que podían sacar provecho para su sector, incluso a costa del prestigio del país. El 12 de julio de 2005, el entonces presidente Néstor Kirchner, por requerimiento del CELS y otras ONG, estampó su firma en un decreto (n°812) en el cual “el Estado argentino” reconocía “la responsabilidad que le incumbe”, en relación al atentado a la AMIA, “en cuanto existió incumplimiento de la función de prevención” y “encubrimiento de los hechos…”

O sea, un presidente incriminando a su propio país en un crimen del cual éste fue víctima. Casi una traición a la patria…que al resto de la clase política le pasó inadvertida. Así de atentos están a la defensa de nuestros intereses.

Paradójicamente, fue el mismísimo Mossad que en un informe, revelado por el New York Times, aseguró que “ningún ciudadano argentino colaboró” con los atentados.

Hoy Cristina Kirchner quiere ampararse en el peronismo, pero en el pasado alentó el “lawfare” contra la viuda de Perón

Para Néstor Kirchner es tarde. Su viuda ¿habrá aprendido la lección? Toda la dirigencia argentina, oficialistas y opositores, deberían tomar nota de esto.

Hoy Cristina Fernández quiere ponerse bajo el amparo del peronismo, pero en el pasado también fueron, ella y su marido, alegres promotores de la denuncia contra Isabel Perón, lawfare escandaloso si lo hubo. Cuando Norberto Oyarbide -ni más ni menos, ¿quizá sea ese el modelo de juez que gusta a los K?- pidió la extradición de la viuda de Perón, en enero de 2007, Néstor Kichner ordenó a la Cancillera dar curso “urgente” al reclamo.

Hoy, su viuda se quiere refugiar en el movimiento y arenga a los suyos para que canten la Marcha; pero en aquella ocasión tuvo que ser la Audiencia Nacional de España la que frenara el atropello contra Isabel Perón; y una advertencia a través de afiches en las calles de Buenos Aires que decían “No jodan con Perón”, promovida por la dirigencia gremial.

Cristina Kirchner arengando a sus
Cristina Kirchner arengando a sus seguidores para que cantaran la Marcha peronista (REUTERS/Agustin Marcarian)

Esa frase era un mensaje para el matrimonio presidencial; irónicamente, ella la recrea hoy y se las hace repetir a sus seguidores: “Si la tocan a Cristina…”. La diferencia, claro, es que Isabel Martínez de Perón estuvo cinco años presa por la misma dictadura militar que la destituyó a meses de las elecciones, mientras que Cristina Fernández de Kirchner está procesada por un caso de corrupción.

De nuevo: ¿habrá aprendido algo? Ya que en el pasado fue partícipe de varios casos de lawfare; hasta lo hicieron contra el entonces futuro Papa Francisco, al que habían elegido como enemigo y al que dejaron a merced de falsas denuncias.

Y después, Cristina Kirchner, con el mismo desparpajo con el cual promovió como candidato a presidente a un ex funcionario suyo que se había pasado al “sistema” que hoy denuncia, al ver que la comunidad mundial elevaba a Jorge Bergoglio a la categoría de personalidad más destacada del planeta, viajó a la Santa Sede e hizo, por exceso, el mismo papelón que había hecho antes cuando, recién electo Francisco como Papa, promovió que sus acólitos lo silbaran al mencionarlo en un discurso en los patios de la Casa de Gobierno.

Del otro lado, los que ahora promovieron el exceso de presencia mediática del fiscal Luciani -en detrimento de su seriedad- también cometieron un grave error político porque la habilitaron a victimizarse y a un despilfarro de información -en un descargo que duró una hora y media- que acabó comprometiendo a todos, incluso a su propio esposo, recordando los fluidos contactos que mantenía con Héctor Magnetto y las frecuentes visitas a Olivos: “Fue durante toda la gestión de Néstor y cuando él estaba por terminar la gestión, le firmó la fusión de Cablevisión con Multicanal; el negocio más importante (...) mucho más importante que cualquier obra pública. No sé si algún fiscal tomará nota para investigar si hubo algún acuerdo entre Néstor y Magnetto para firmar la fusión de Cablevisión”.

Este estado de cosas, con prescindencia de la responsabilidad que le corresponde a cada uno de los partícipes, denunciantes o denunciados -según el momento-, requiere del surgimiento de una tercera circunstancia política que cierre la grieta y aspire a diferenciarse de la corrupción sistémica de las últimas administraciones.

Históricamente, ninguno aprendió del otro en esta materia, en la medida en que los gobiernos pasaron y la corrupción quedó. Una tercera fuerza política quizá, habiendo asimilado la lección que no aprendieron ni Cristina Kirchner ni gobiernos anteriores, se decida finalmente por no robar, adquiriendo por el cumplimiento de esta simple máxima la libertad de decisión y la flexibilidad que todo gobernante necesita para sortear los difíciles desafíos de conducir al país en momentos de incertidumbre como el actual.

¿Lo harán?

“Me reservo la esperanza” (Alejandro)

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