Con motivo del 50 aniversario de la masacre de Trelew, el Ministerio de Defensa ha permitido que se utilicen bienes del Estado para promocionar la reivindicación del uso de la violencia que ejercían organizaciones como FAR, ERP y Montoneros.
Los hechos tuvieron lugar hace pocos días, cuando un grupo de familiares de los caídos viajaron a Trelew en un avión de la Fuerza Aérea Argentina para conmemorar a las víctimas de aquel suceso ocurrido el 22 de agosto de 1972.
Durante el traslado, en pleno vuelo, hicieron cánticos celebratorios de la violencia armada que asoló a nuestro país en los años 70 y estuvieron lejos de promover una autocrítica ni nada que se le parezca por su responsabilidad en haber causado innumerables muertes durante aquella terrible época.
La masacre de Trelew es un hecho trágico de nuestra historia reciente en el que serían fusilados dieciséis guerrilleros en la Base Almirante Zar, hace exactamente 50 años.
Los hechos siguieron a la decisión de un grupo de guerrilleros presos en el penal de Rawson (Chubut) de amotinarse y darse a la fuga el 15 de agosto de aquel año, en un operativo en el que lograrían tomar el aeropuerto de Trelew para secuestrar un avión de Austral y escapar a Chile, entonces gobernado por el izquierdista Salvador Allende. Conseguirían ese propósito, alcanzando el santuario que les ofrecía el gobierno socialista trasandino Mario Roberto Santucho, Marcos Osatinsky, Fernando Vaca Narvaja, Roberto Quieto, Enrique Gorriarán Merlo y Domingo Menna.
Pero diecinueve guerrilleros no alcanzarían a abordar el avión y terminarían entregándose en el aeropuerto. Una semana más tarde, en la base Almirante Zar, dependiente de la Armada, serían fusilados dieciséis de ellos.
Mientras tanto, el día 25 el gobierno chileno otorgó un salvoconducto a los guerrilleros que habían logrado llegar al país trasandino y se les permitió viajar esa misma noche a La Habana (Cuba) donde fueron recibidos con honores por jerarcas del gobierno de Fidel Castro.
La semana pasada, casi cien familiares y amigos de quienes fueron ejecutados en Trelew llegaron en el avión militar “engalanados con la bandera de las guerrilleras”. El traslado, organizado por las autoridades nacionales, se prestó a un espectáculo lamentable y de consecuencias muy peligrosas. En especial a partir del hecho de que el Gobierno Nacional pareció habilitar un homenaje a la violencia de los años 70, cuando con un avión militar de fondo (un Boeing 737 de la Fuerza Aérea Argentina), en el aeropuerto de Trelew difundió la imagen de una bandera al viento con la consigna “Las guerrilleras son nuestras compañeras”, del Colectivo Ni Una Menos mientras dentro de la nave recién llegada alguien gritaba “¡gloria a los héroes de Trelew!”.
La propia reseña de un diario kirchnerista así lo reseñó: “Otro de los comienzos posibles para esta historia de cuatro días que le cambió la cara a la ciudad podrían ser los familiares de lxs militantes asesinados y de quienes sobrevivieron a ese hecho y fueron asesinados y desaparecidos después de 1976 subiéndose al avión militar, justamente, para cantar dentro promesas de venganza ‘por los muertos de Trelew’. O para corear una canción hecha a propósito para este aniversario: ‘Pasaron 50 años/ y no vamos a olvidar/ que en Trelew nos enseñaron/ que el camino es la unidad’”. La crónica recordó en tono celebratorio que “la monumental fuga del penal de Rawson, donde en 1972 la dictadura de Lanusse había trasladado a casi 200 militantes populares, sindicalistas y de las organizaciones revolucionarias, fue la única acción conjunta entre Montoneros (M), las Fuerzas Argentinas Revolucionarias (FAR) y el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) que sostenían diferencias políticas importantes, sobre todo en torno a la figura de Perón, proscrito desde el año 1955, que para algunos -M y FAR- era la promesa de ir hacia una patria socialista y para otros -ERP- era más bien la garantía de la continuidad del capitalismo”.
Una cosa es repudiar los crímenes de la dictadura y recordar a sus víctimas, y otra muy distinta es festejar y celebrar la violencia.
La historia argentina está plagada de enfrentamientos, divisiones y odios. La primera tarea del gobierno debería ser promover la paz, la concordia y la unión nacional, es decir, los nobles propósitos consagrados en el mismo Preámbulo de la Constitución.
Reivindicar el uso de la violencia como medio de acción política implica la triste realidad de no haber aprendido nada y es revelador del peligroso germen de potencialmente revivir aquel pasado trágico.
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