Alberto: una promesa, un desencanto y tres traiciones

La relación entre el Presidente y los jubilados, desde las promesas de campaña hasta las decisiones durante la gestión

Jubilados hacen la fila para cobrar sus haberes (EFE/Juan Ignacio Roncoroni)

La versatilidad puede ser una virtud o en este caso, un desvalor, cuando sus sinónimos desnudan lo variable, mudable, cambiante e inestable. Me refiero a la relación entre Alberto Fernández y los jubilados, que transitó varios géneros comenzando como una historia de amor, siguiendo como una de suspenso y finalizando como una de terror.

Aquí, la secuencia. La promesa: allá por julio de 2019, el precandidato a la Presidencia de la Nación Alberto Fernández, preparándose para enfrentar las PASO de agosto de ese año, declaró que “si soy electo Presidente incrementaré las jubilaciones un 20%, costo que cubriré al dejar de pagar los intereses de las LELIQ a los bancos”.

Esa declaración de amor a los jubilados y odio hacia los bancos fue una de las principales promesas que impulsaron sus chances de ganar las PASO, como terminó sucediendo, para luego ser electo Presidente y asumir el 10 de diciembre de ese año.

El desencanto: el miércoles 11, día siguiente de la asunción, los jubilados de la ANSES se frotaban las manos esperando que rápidamente sus haberes se incrementaran en un 20%, pero no fue así. Esa promesa jamás se cumplió y los interese de las LELIQ siguieron llegando normalmente a los bancos, sin interrupciones. Sin embargo, una gran parte de los jubilados optó por seguir esperando que el Presidente cumpliera con su palabra.

Primera traición: lo que sí hizo Alberto ese diciembre fue suspender la ley de movilidad jubilatoria sancionada bajo una lluvia de 14 toneladas de piedras en el Congreso dos años antes, argumentando que la misma era “impagable”. Nótese que no se dijo que el monto resultante era bajo, sino que más bien se reconoció lo contrario: la fórmula otorgaba aumentos tan altos, que el nuevo Presidente juzgó que los mismos eran impagables y, por lo tanto, a partir de marzo de 2020, la forma en que la jubilación se iba a actualizar era una incógnita: Alberto Fernández 2 – Jubilados 0.

Segunda traición: así llegamos al año 2020, cuando la movilidad otorgada en los meses de marzo, junio, julio y diciembre fue decidida por Decreto, es decir, en forma absolutamente discrecional por el Presidente. Ese año, la movilidad otorgada en forma directa por Fernández fue de entre el 35,3% para las mínimas y el 24% para las máximas, recibiendo porcentajes dentro de ese rango el resto de las jubilaciones.

La inflación de ese año fue del 36%, por lo que todas las jubilaciones perdieron poder de compra. ¿Qué movilidad hubiera otorgado la fórmula suspendida? 42% para todas las jubilaciones, recuperando claramente el ingreso de los jubilados, lo opuesto a lo que Alberto, de puño y letra, decretó.

Tercera traición: en diciembre de 2020, luego de un año de estudio en una Comisión Bicameral en el Congreso, se sancionó una nueva Ley de Movilidad. La misma era muy parecida a la que había estado vigente entre 2009 y 2017, pero se destacó fundamentalmente por borrar la inflación como componente de la misma (variable que justamente había sido introducida en diciembre de 2017 y que, por otra parte, es utilizada en la mayoría de los países de la OCDE).

Entre 2021 y 2022 la inflación acumulada anual se estima en un 65%, mientras que ya sabemos que la movilidad acumulada al mismo mes del año 2022 fue del 49,17%. Es decir, las jubilaciones se ubicarán alrededor de 16 puntos por debajo de la inflación.

Para tratar de arreglar la situación para una parte de los jubilados, se anunció el otorgamiento de un bono para los meses de septiembre, octubre y noviembre, para de esa forma superar la inflación acumulada y “dibujar” que la política previsional de este gobierno es buena. Justamente, el hecho de que tengan que salir a repartir bonos transitorios revela que la fórmula de movilidad es insuficiente y desacertada.

Epílogo: Alberto se ha cansado de prometerles quimeras incumplibles a los jubilados y, ya con los votos recibidos, también se cansó de faltar a su palabra y, parafraseándolo, entre los bancos y los jubilados, eligió siempre los bancos. Por eso hoy las LELIQs gozan de excelente salud, y ya se acercan a representar el 10% del PIB, llenando con sus intereses las arcas de los bancos.

Esta historia que parecía empezaba bien terminó siendo una de terror, revelando la versatilidad manifiesta del primer mandatario. Ojalá en diciembre de 2023 se pueda ordenar el gran zafarrancho de este sistema, pero cuidando los haberes de nuestros vulnerables y queridos abuelos.

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