La creciente conciencia acerca de la finitud de los recursos naturales que nos proveen lo indispensable para vivir y la obligatoriedad de reducir drásticamente las emisiones netas de gases de efecto invernadero para limitar el aumento promedio de las temperaturas mundiales por debajo de 2°C respecto a los niveles preindustriales -un objetivo acordado por los gobiernos en el Acuerdo de París de 2015-, son motor de crecimiento económico con potencial para crear empleos en múltiples sectores.
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) define los empleos verdes como “los trabajos en agricultura, actividades de fabricación, investigación y desarrollo, administración y servicio que contribuyen sustancialmente a preservar o restaurar la calidad medioambiental”.
Se crean como resultado de las políticas que orientan modelos más sustentables de producción, consumo y ordenamiento territorial, con sus instituciones y sistemas de gobernanza y abarcan una amplia gama de sectores: tradicionales como el energético, la manufactura, el turismo, el transporte, el agropecuario, el pesquero, el tecnológico o la construcción; emergentes como las energías renovables y la eficiencia energética y otros, como las finanzas o las tecnologías de la moda.
La mayor parte de los nuevos empleos verdes vendrá de nuestras acciones de adaptación al cambio climático. El mundo del empleo se mueve hacia ese nuevo contexto; la proporción de empleos ofrecidos por el sector del petróleo en relación al de las energías limpias era de 5:1 en 2015, pero en el 2020 fue de 2:1 y la relación se invertirá ya en el 2023. Las inversiones globales proyectadas en materia de adaptación basada en la naturaleza generarán, según el Foro Económico de Davos, 395 millones de empleos en el 2030.
La Alianza para la Acción por una Economía Verde (PAGE, por sus siglas en inglés) plantea que una economía más verde podría crear 60 millones de puestos de trabajo -unos 15 millones en América Latina y el Caribe.
El “Diagnóstico Laboral de la Transición Justa hacia una Economía Verde en la Argentina” identificaba antes de la pandemia alrededor de 732 mil empleos verdes en el país, lo cual representaba el 3,3% del empleo total y el 7,3% de los asalariados registrados en el sistema de seguridad social. Entre las actividades con mayor número de puestos de trabajo en la economía circular se destacaban los servicios que se orientan a prolongar la vida útil de los equipos y otros enseres, unos 244 mil puestos de trabajo, de los cuales un 61% son informales. Por su parte, la gestión de residuos sólidos urbanos y reciclado creaban, en conjunto, unos 136 mil puestos de trabajo (UN-PAGE Argentina).
Un documento de oportunidades y desafíos del sector energético del CIPPEC plantea que la transición energética puede promover la generación de más de 34.000 empleos en la industria argentina, 44 mil empleos en la construcción, y agregar 8.400 millones de dólares de actividad en la próxima década si se sostiene el actual nivel de integración de componentes nacionales. Y al menos a 139 mil empleos industriales y 158 mil empleos en la construcción al 2050.
Los productos basados en plantas -proteínas alternativas- están ganando su espacio, unas 1200 PyMes generan unos 12000 empleos directos y unos 18.000 indirectos y se espera un crecimiento de un 45 % para el sector en 2023.
No sólo es importante el cuánto, sino el dónde. Así, los empleos generados en el desarrollo sustentable de la minería impactarán positivamente en economías regionales. Por ejemplo, el sector minero calcula que para el 2030 se pasará de los 83.000 empleos directos e indirectos actuales a unos 120.000 empleos. Estos grandes proyectos no sólo pagan regalías, sino que podrían originar centenares de pymes proveedoras de bienes y servicios para su funcionamiento.
La economía verde viene acompañada de cambios tecnológicos y debemos estar preparados para ello. Los distintos sectores productivos deberán prepararse para un mundo hípercompetitivo con estrictos estándares ambientales. Este salto -con la innovación que conlleva- lo motorizará el ambiente.
Cincuenta referentes ambientales autores de La Agenda Pendiente ante la Crisis Ambiental alertan que la transición laboral en esta nueva etapa, es, en gran medida ambiental, pero que gran parte de la política aún no lo percibe y la planificación socioeconómica actual de la Argentina ignora este nuevo contexto global.
Los empleos verdes van a requerir que los trabajadores desarrollen nuevas habilidades. Así como se crearán miles de nuevos empleos asociados a la nueva economía signada por la transición a un mundo de cero emisiones, otros varios sectores sufrirán pérdida de empleos, y eso es un desafío inmenso para nuestro sistema educativo y el mundo laboral.
Esto implicará una transformación en el mercado laboral, con un traslado de empleos entre ocupaciones y sectores. Especialistas calculan que en el caso de las economías avanzadas se desplazaría alrededor de 1% del empleo de trabajos con más emisiones a otros con menos emisiones durante la próxima década mientras que en los mercados emergentes, que tienen más empleo en los sectores «informales», la transformación rondaría 2,5%. Se produciría un aumento global del empleo a corto plazo a medida que arrancan las inversiones verdes, pero luego habría una disminución de 0,5% para 2032.
Esta nueva realidad emergente hace que la dirigencia política deba involucrarse fuertemente para poder planificar y generar una transición justa y socialmente equilibrada. Además de políticas educativas, científico tecnológicas y de desarrollo que faciliten la creación de nuevos empleos, eso significa reducir los incentivos para quedarse en ocupaciones más contaminantes y ayudarlos a encontrar trabajos mediante programas de capacitación. En Argentina hay unas 1500 escuelas técnicas hoy subutilizadas que podrían capacitar PyMes y personas.
Independientemente de cuál sea el número real de estos nuevos empleos en nuestro país -se están recabando datos-, es necesario aprovechar el potencial de la economía verde para construir un futuro de trabajo más inclusivo, sostenible y resiliente, impulsando iniciativas productivas adaptadas a prácticas sustentables, que generen condiciones de trabajo dignas, seguras y perdurables.
Y si de dignidad se trata, habría que considerar la alternativa que jóvenes poseedores de planes asistenciales sin empleo en provincias susceptibles de sufrir incendios puedan trabajar -previa capacitación- en brigadas ambientales haciendo cortafuegos, asistiendo a bomberos, etc. El trabajo genuino dignifica también a los jóvenes, máxime si la tarea ayuda a proteger nuestra casa común.
Su participación va a ser necesaria. Las previsiones del Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático antrópico prevén disminución de lluvias, sequías extensas, baja humedad relativa, aumento de temperaturas extremas, rayos y fuertes vientos. Los incendios serán cada vez más recurrentes y debemos estar preparados para ello.
La sociedad toda se reconstituirá a partir de la cultura de trabajo. Esta generación de nuevos empleos no asegurará que todos se beneficien por igual, pero es imprescindible potenciar la empleabilidad sustentable para contribuir a la recuperación económica de nuestro país.
*El autor es miembro del Instituto de Política Ambiental de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas