No escasean preceptos bíblicos relacionados con la gestión de recursos humanos, desarrollando normas éticas para las relaciones entre empleadores y empleados. De hecho, Alvin Gouldner demuestra que aquella narrativa ha sido la fuente de diversas ciencias sociales modernas, tal como en los casos de Weber, Maslow y Freud.
En este sentido, si bien la Biblia fue escrita en una sociedad principalmente agrícola, sus ideas son tan aplicables a la moderna urbanidad industrial, que el capitalismo de bienestar, por el cual las corporaciones protegen a sus trabajadores de los abusos por la industrialización, realizando actividades sociales y deportivas, estuvo según Sanford Jacoby motivada parcialmente por el fenómeno religioso.
Un primer aspecto de ello es el poco útil escrutinio de las actividades de los empleados, incluso con cámaras de video, que no dificulta el robo de pequeños suministros. En este sentido, el Éxodo 20:13 y Levítico 19:11 prohíben robar, y su reglamentación en el tratado talmúdico de Sanhedrín 57, discute si el robo de un objeto cuyo valor es menor a la entonces mínima denominación de la moneda de cobre constituye aquel delito. Y ello porque el homilético Génesis Rabá 31:5, afirma que uno de los principales pecados de la generación prediluviana consistía en robar objetos que valían menos de aquella mínima denominación, ocasionando frecuentemente que por ejemplo muchos comerciantes al menudeo no tuvieran posibilidad de restitución a través del sistema legal.
Luego, si bien acorde a la estricta consideración de lo que constituye un robo, se prohibiría a los empleados incluso tomar un clip o una hoja de papel, la pragmática jurisprudencia bíblica permite que el trabajador participe del producto de su empleador, por ejemplo, comiendo de la cosecha en la cual trabaja. Literalmente, en Deuteronomio 23:25-26 dice que el trabajador de la viña podrá comer tantas uvas como quiera hasta saciarse, pero sin acopiar. Similarmente, arrancar las espigas con la mano, pero no con la hoz. Obviamente estas leyes aseguran por un lado que el empleado tenga el derecho a consumir del producto trabajado, pero a su vez protegiendo al empleador del saqueo. En términos modernos, un empleador en el rubro alimenticio debe permitir que los trabajadores tomen una cantidad razonable de alimentos para ellos mismos o proporcionárselos subsidiados.
Un segundo aspecto es aquel donde la Biblia impone la obligación al empleado de trabajar lo mejor que pueda y no fingir realizarlo, dado que esto constituye también una forma de robo. En Génesis 29:7, el patriarca Iaacov notó que algunos pastores holgazaneaban alrededor del pozo de agua y les advirtió que aún no debían traer el ganado sino seguir pastando. Muchos años después, Iaacov describió el duro y honesto trabajo que durante veinte años había hecho para su suegro Labán, sin aprovecharse del ganado e incluso soportando las pérdidas (Génesis 31).
En este sentido, el tratado talmúdico de Taanit 23 analiza la importancia del desempeño fiel de los empleados. El caso es de un consejo de sabios que acudió a Aba Jilkiá, quien era conocido por su rectitud, con la solicitud de orar por lluvia durante una grave sequía. Jilkiá, trabajando como jornalero, fue tan escrupuloso en no perder el tiempo que ni siquiera devolvió los saludos al consejo. Más tarde explicó que no deseaba perder tiempo que no era el suyo. Jilkiá podría haber argumentado y su empleador no lo sabría ni le importaría, si hubiera tomado unos minutos para hablar con los sabios. De allí, se puede deducir que un empleado tiene la responsabilidad de evitar el abuso en llamadas telefónicas y conversaciones personales mientras trabaja. Similarmente, cuando los sabios le preguntaron a Jilkiá por qué cargaba la leña en un hombro y su túnica en el otro, les respondió que la túnica era prestada para otro propósito y no para para ponerle madera. De allí se aprende la responsabilidad en la utilización diferenciada de recursos laborales y particulares para usos cruzados.
Un tercer aspecto lo constituye aquello que Douglas McGregor afirmó respecto del éxito en tratar a los empleados humanamente en lugar de mecánicamente, evitando el antagonismo de los trabajadores, el sindicalismo militante y sabotajes. El Levítico 25:43, exige que los empleadores traten incluso a los otrora esclavos con humanidad, prohibiendo enseñorearse con trabajos degradantes y servilismo. De hecho, el tratado talmúdico de Kidushin 22 sobre el Deuteronomio 15:16, cuando dice “porque le va bien contigo”, refiere que quien sirve debe tener el mismo nivel de vida de a quien sirve, en comida, bebida y confort hogareño. En este sentido, los capitalistas de bienestar que establecieron similares mobiliarios para las oficinas, más comedores y cafeterías para los empleados en conjunto con la gerencia y dueños, respetan el espíritu de esta ley.
Un cuarto aspecto es el relacionado con las teorías modernas sobre el rediseño del trabajo, y donde Richard Hackman y Edward Lawler propusieron que el trabajo debe tener un propósito, un principio y un final. Similar a la cita bíblica y talmúdica anterior que además prohíbe asignar un trabajo que no tenga un propósito, debiendo durar un tiempo específico y en un lugar particular. Proporcionar trabajo sin sentido o requisitos de trabajo indefinidos quita su significado y, por lo tanto, no está permitido. Es decir, la Biblia considera inapropiado dar a un empleado un trabajo que no tenga un grado de satisfacción intrínseca.
Un quinto aspecto lo constituye el Levítico 19:13 prohibiendo retener el salario del trabajador debiendo el empleador pagar en tiempo y forma. El tratado talmúdico Babá Metziá 111 extiende esta ley a todo tipo de pagos adeudados incluyendo proveedores y alquileres, más demoras en efectivizar un nuevo contrato cuando vence el anterior, o al reducir los beneficios a los empleados.
Un sexto aspecto es el indemnizatorio, referido en el Deuteronomio 15:13-14, cuando prohíbe despedir con las manos vacías a quien ha trabajado seis años, sino dándole una bonificación. Y más allá del descanso obligatorio semanal, el día de Shabat (Éxodo 20:8-11), el tratado talmúdico Babá Metziá 75-78 regula la contratación de trabajadores indicando que un empleador no puede obligar a sus empleados a comenzar su trabajo antes ni permanecer más tarde de la normativa. Y en caso de contratación por un salario menor a lo normal, si bien no hay reclamo legal, puede demandarse socialmente al empleador aplicando el Proverbio 3:27, por negar el bien a quien lo necesita. Análogamente, es tan reprochable que la patronal se aproveche de los empleados indefensos como que los sindicatos fuertes se aprovechen de las empresas débiles. Básicamente, la relación comercial laboral bíblica sostiene la negociación basada en principios, tal como postulan Roger Fisher y William Ury, instruyendo a obrar bajo lo que es correcto, y no sólo lo que es legal. De hecho, en el tratado talmúdico Babá Metziá 30, señala que Jerusalem fue destruida por los romanos como castigo divino por juzgar estrictamente desde lo legal desatendiendo lo legítimo.
Como conclusión, el vino añejo en envase moderno dice que, si el empleador y el empelado se preocupan exclusivamente por sus propios intereses, probablemente no alcancen la solución que maximice el bienestar social. Pero cuando ambos suscriben a un sistema de mayor valor y propiedad mutua, no sólo podrán alcanzar sino más rápidamente una rentabilidad recíprocamente maximizadora.